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Contraviento

Recuperar Montevideo para sus habitantes

9 septiembre, 2024

Roque García 

Montevideo enfrenta diversos problemas, pero uno que rara vez se discute es la falta
de representación política municipal que afecta a sus ciudadanos. Esta situación tiene
raíces profundas, que se remontan a las reformas del llamado segundo batllismo, un
movimiento que olvidó un aspecto esencial del legado de José Batlle y Ordóñez: su visión de descentralización inspirada en el modelo suizo.
Batlle fue un defensor de un sistema colegiado, donde los cargos ejecutivos fueran
pluripersonales, y donde las decisiones se tomaran al nivel más bajo posible, siguiendo el principio de que «cuanto más cerca del ciudadano se decida, mejor». En suiza, los pueblos deciden la mayor parte de las políticas locales, dejando solo las grandes cuestiones a niveles superiores.
Sin embargo, el centralismo burocrático instaurado durante el segundo batllismo
contradijo esta visión. En Uruguay, todo comenzó a decidirse desde Montevideo,
desde el gobierno central, dejando en manos de una gigantesca burocracia decisiones que deberían estar en manos locales.
El propio edificio de la Intendencia de Montevideo es un símbolo de este poder
centralizador. Si el lector compara la diferencia entre edificios como el Palacio Estévez
y el Parlamento, con la colosal estructura de Ejido y 18 de Julio, verá claramente cómo
los edificios reflejan la importancia de las instituciones. Y es evidente: la Junta
Departamental ha quedado relegada. No importa, porque desde la Constitución de
1967, el intendente gana automáticamente la mayoría en la junta, dejando a los ediles
de la oposición con una representación mucho menor a la de un diputado.
Este sistema ha roto una de las reglas básicas de la democracia representativa: la representación proporcional. El método D’Hondt, diseñado para reflejar fielmente las preferencias de la población, no se aplica de manera justa en la Junta Departamental.
El poder del intendente, que no necesita negociar ni dialogar, contrasta con la
dinámica más representativa que se espera en un sistema democrático.
Además, Montevideo, con un millón y medio de habitantes, cuenta con apenas 30 ediles, una cifra desproporcionada en comparación con la representación a nivel nacional. Y a nivel municipal, el problema es aún mayor. El llamado tercer nivel de gobierno se creó como un órgano poco representativo y sin presupuesto real, dejando a los municipios sin herramientas para actuar. Cada municipio de Montevideo tiene más de 100,000 habitantes, lo que significa que los representantes municipales tienen una carga de representación similar, o mayor, que la de un diputado o un edil. Sin embargo, la desconexión de la gente con su barrio es palpable. La estructura política, diseñada para centralizar, ha erosionado la
identidad barrial. Nombres históricos como Villa del Cerro o Villa Colón han sido
sustituidos por frías letras y números, otra muestra del estatismo y la burocracia que
reina en la capital.
Entonces, ¿qué hacer? La respuesta está en volver a las raíces del batllismo más puro: evitar el personalismo, devolver el poder a la gente y descentralizar las decisiones. Darle vida y carácter a los barrios es esencial para revivir Montevideo.

¿Será difícil? Sin duda. Pero lo que vale, cuesta. Recuperar Montevideo es posible, y el camino empieza con más representación, más participación y más conexión con nuestras comunidades.
Recuperar Montevideo, se puede.