Argentina otra vez a un paso de quedarse sin presupuesto, confundida y llena de incertidumbre. El proyecto presentado no refleja un plan ni metas concretas
El Presupuesto sometido por el presidente Milei al Congreso tiene escasísimas chances de ser aprobado. Tal vez ninguna.
Las chabacanerías e insultos a los legisladores del primer mandatario, su manejo de citas ridículas que hicieron aparecer a Cicerón como paladín de la Escuela Austríaca, sus errores no menores en cifras que debería dominar, no fueron sin embargo lo más grave de su puesta en escena.
Las pocas referencias a los grandes lineamientos del proyecto, la sensación, luego de conocerse algunos datos, de que la ley de Leyes no responde a un plan, sino que agrupa una serie de cifras sin fundamentos explicitados, y a veces contradictorias, la extrapolación de que el cepo y el ancla cambiaria seguirá vigentes durante todo 2025, y la vaga y repetida promesa de que algún día se bajarán los impuestos, no ayudaron ni siquiera a sus defensores a apoyar rotundamente un trabajo que debería ser liminar para todos los factores.
Tampoco hay ninguna señal de que el ajuste del que alardea el oficialismo vaya a ser pagado por la casta, como se prometió, en vez de serlo por los sectores más frágiles y fáciles de la sociedad.
Tres afirmaciones indiscutibles
Las 3 afirmaciones iniciales del jerarca, que repite desde siempre, son indiscutibles. No gastar más de lo que ingresa, no aumentar impuestos, no emitir moneda que en definitiva es falsificarla y crear más inflación. Respeta y sostiene el criterio alberdiano de “administrar la cosa pública como un buen padre de familia”, que tanto molesta a la casta proteccionista, prebendaria y corrupta que va desde empresarios a sindicalistas, pasando por la justicia, la política y la función pública.
A lo que debe agregarse una cuarta: no tomar deuda, obvia receta, ya que los defaulteadores no tienen quién les preste, salvo los aventureros. (Pese a que el gobierno no siguió en varios de estos casos su propio consejo)
Era posible creer que esta iba a ser una buena oportunidad para que se plasmara un plan que fuera también un compromiso sobre la tarea, el cronograma y las políticas a desarrollar durante el año. Imprescindible en el caso de un gobierno que, pese a lo que declame, suele ir cambiando de rumbo en algunos temas no menores, de acuerdo a las circunstancias, dificultades o a las demandas. Comprensible dado la complejidad de la solución, pero algo que no colabora a despejar dudas e incógnitas de los factores económicos.
Es importante recordar que en el año 2024 se usó el Presupuesto de 2023, del gobierno kirchnerista, con algunas modificaciones introducidas en la legislación durante el gobierno macrista. (Massa, tal vez por vergüenza, no presentó uno para 2024 que debería haber usado este gobierno, según la ley) La norma establece que si el presupuesto no se presenta o se rechaza, en la emergencia se usa el presupuesto del año anterior, lo que tiene la particularidad de que deja a disposición del Ejecutivo una parte del excedente de la recaudación impositiva originada en la inflación.
Presupuesto de segunda mano
Es decir que ese dinero adicional no se coparticipa a las provincias, que en muchos casos transforman ese ingreso que les garantiza la Constitución directamente en gasto público, base de todos los negocios que enriquecen a la casta provincial, tanto pública como privada.
Al transformar una parte de tal ingreso en fondos de disposición discrecional del gobierno federal, le da un recurso a Milei para poner en vereda el gasto provincial, una indomable fuente de inflación, endeudamiento y corrupción. La altísima inflación generada por la irresponsable gestión de Sergio Massa le dejó, sin embargo, un arma formidable a La Libertad Avanza para controlar el gasto de los gobernadores. Y conseguir algunos votos de legisladores provinciales.
Por eso, cuando habla del Presupuesto de 2025, que no tendría ese freno al gasto provincial, el presidente dice que es de esperar que las Provincias colaboren con su parte del ajuste. Recuerda sin duda lo que pasó en el experimento de la Convertibilidad, donde las provincias mantuvieron su gasto y terminaron torpedeando la suerte nacional. (De paso les pide un ajuste delirante)
En algún lugar (algo perverso, se acepta) a Milei le convendría que el presupuesto fuera rechazado. Vale recordar que el Congreso puede sugerir cambios, pero no puede hacerlos por su cuenta. Sólo puede aprobar o rechazar el proyecto. Como difícilmente cualquier cambio sugerido vaya a ser sensato, como dice la historia pasada y reciente, no hay manera de que los mismos sean aceptados. De modo que un rechazo es una posibilidad firme que se debe tener en cuenta.
Una economía sin plan y sin presupuesto
Lo que plantea otro problema, que no contempla la ley para estos casos. Al ser el segundo año sin presupuesto, parece lógico usar el de 2024, pero éste es a su vez el de 2023 con algunas restricciones. Con lo que se terminará manejando la economía sin un plan y sin un presupuesto, y obviamente con una coparticipación obligatoria a las provincias bastante baja.
Esto es sumamente cómodo para un gobierno que no está en condiciones de fijar un plan con metas y plazos, acostumbrado a “muñequear” el mercado, vieja costumbre nacional que algunos creen poder hacer mejor que otros. Y adicionalmente, seguiría haciendo depender a los gobernadores de la buena voluntad y control de la Nación para recibir dinero adicional para mantener sus lucrativas (y personales) satrapías.
Además de evitarle la complejidad de mostrar un presupuesto que refleje todas sus debilidades e incongruencias y le impida seguir “muñequeando” a gusto y placer según le convenga, el gobierno seguiría de ese modo controlando los fondos que reciben las provincias impidiéndoles seguir con un gasto desaforado.
Tal vez los insultos y descalificaciones no fueron un exabrupto, sino una deliberada provocación para producir enojo y rechazo. Como lo fue, en el lado opuesto, el vacío que muchos legisladores generaron con su ausencia en la ceremonia del domingo, lo que anticipa el riesgo de un rechazo a priori del proyecto. Ninguna de las dos variantes hace esperar una aprobación. En cuanto a las provincias, recordar las cuasimonedas que inundaron al país durante 2001.
Dos tercios en contra y el peligro de un impeachment
El tablado económico está cruzado por sospechas diversas y contradictorias. Para algunos, el kirchnerismo quiere el fracaso del gobierno. El radicalismo también. Para otros, el kirchnerismo, o Cristina Kirchner, quiere permitir que Milei haga el ajuste para así poder retornar con el terreno nivelado sin pagar ningún costo político, como pasó en 2003.
Otros ven un encono del kirchnerismo y aún del radicalismo que votarían a favor de un impeachment en contra del Presidente, habiéndose demostrado que alcanzar los dos tercios de votos de legisladores en su contra no es un imposible. Otros sostienen que el enfrentamiento tuitero entre los dos nodoctores, Cristina Fernández y Javier Milei, es sólo un show montado para fingir enojo, cuando en realidad han consensuado algún arreglo de impunidad o de retribución. No muy distinto de lo que ocurre en lo institucional, como en el caso de la Justicia, donde el kirchnerismo aparece rechazando la postulación para la Corte del tristemente célebre Juez Lijo, justamente quien más podría colaborar a la impunidad de la expresidente y exvicepresidente. Difícil de entender. Como es difícil de digerir el recién inaugurado “enojo” de la viuda de Kirchner con el Juez Lorenzetti, mentor de Lijo para integrar su Corte.
Imposible dejar de comentar el accionar del alto empresariado argentino, que aplaude todo giro hacia el gradualismo, al que forzó a ir a Macri, (que luego tanto se arrepintiera de ello) gradualismo al que ahora parece adherir Milei pese a lo que afirme, quien se recordará que en 2015 defendía justamente ese gradualismo que ahora dice denostar. (Seguramente antes de su conversión tarsiana a la escuela austríaca)
Difícil hacer un presupuesto sin hacer un plan
Resulta sin duda difícil, casi inviable, plasmar en un presupuesto un plan que no existe, más allá de alguna declaración de principios que todos conocen pero nadie quiere aplicar. Y resulta más difícil imaginar ese presupuesto aprobado por un Congreso tan dudoso como el resto de los factores de poder argentinos.
Un rechazo también permitiría echar la culpa y declarar traidores a la patria y ratas miserables a quienes lo votaran. Y continuar con la política económica del “vamos viendo”, el triángulo de hierro y las rencillas internas multidireccionales. Ya se insinuó en la pieza oratoria del domingo. Sería bueno saber lo que piensa el inefable Santiago Caputo de la casta y las ratas.
Obviamente un Congreso con la actual composición rechazaría un presupuesto preparado por el mismísimo Hayek, porque ni los peronistas ni los radicales ni los socialistas son capaces de concebir administrar la cosa pública sin déficit, sin dispendio, sin endeudarse, sin inflación y sin enriquecerse. No es ese el punto, sin embargo. El punto es que el presidente no parece estar encontrando el camino para hacer prevalecer las ideas en borrador que sostiene. Ni para aplicarlas.