Lo que parece una medida edilicia, es la representación perfecta de una idea mucho más profunda del neomarxismo con bendición papal
La noticia se publicó como un logro frenteamplista, como un modo de derrumbar las supuestas barreras entre pobres y ricos, las grietas sociales y la desigualdad.
Según la información, el Intendente comunista de Canelones, surgido del banco de suplentes que reemplaza a Yamandú Orsi, el aspirante a presidente, ha decidido revisar la autorización concedida a un barrio cerrado con argumentos supuestamente técnico-ambientales, y simultáneamente anunció la reversión de la política sobre esas urbanizaciones, satisfaciendo y abriendo el camino a la vieja ambición de su partido de prohibir los barrios cerrados por su alegado «efecto discriminatorio», la división del espacio público, y otras consideraciones igualmente colectivistas y reivindicativas de la pobreza como estilo forzoso de vida.
Paradójicamente, la autorización en su momento de permitir la radicación de esos barrios fue lo que había hecho creer a mucha gente que Orsi se diferenciaba del marxismo doméstico, o del neomarximo con sus mil alias y disfraces, ya que con esa posibilidad se distanciaba del soviet montevideano, permitía un desarrollo edilicio y de radicación de capital importante, creaba puestos de trabajo en zonas altamente desfavorecidas en ese sentido, atraía otros emprendimientos comerciales y un tipo de población de alto consumo. Y al mismo tiempo cobraba impuestos diferenciales nada menores. Casi parecía capitalismo.
La falsa imagen de «socialista bueno» de Orsi
Tal vez esa sola característica fue lo que creó la imagen de un referente de izquierda light, un frenteamplismo buenudo que no cambiaría casi nada, con el que todo sería más o menos igual que hoy. La trampa de que “aquí todo es más o menos lo mismo, salvo matices”.
Ahora que Orsi, como candidato presidencial del Frente ha inaugurado su discurso balbuceante, resbaloso y cantinflesco, su suplente hace lo que siempre se supo: detrás de su imagen de moderación, de su aparente falta de planes, de su silencio disfrazado de intrascendencia, el Frente tiene un plan, o un grupo de ideas, ordenado por sus gerentes comunistas, que no tardará en aplicar e imponer si es elegido.
El tema de los barrios cerrados es un objetivo simbólico pero que muestra todo el resentimiento y encono contra cualquier intento de escapar de la ideología de la pobreza y la mediocridad forzadas que predican Lula, Francisco, Pereira, Maduro y otros líderes de la Patria Grande globalista, que ahora se llama también multilateralismo. Un nuevo alias.
Querer vivir en la limpieza, con seguridad y buenos servicios, no es una decisión de oligarcas
Pero contrariando toda la prédica comunista, la decisión de buscar la seguridad, limpieza y calidad de servicios de un barrio privado, no está originada en la idea de algún oligarca de separarse de la multitud, ni la de diferenciarse de la plebe, como parecen indicar los razonamientos de los apóstoles de la felicidad que genera la igualdad en la pobreza y la miseria.
Como se recordará, alguna vez los sectores con más recursos se iban alejando de la ciudad para radicarse en la tranquilidad y la amplitud del Este suburbano. Un buen ejemplo es el caso de Carrasco. De ser originalmente un barrio residencial como de los que existen en todas las ciudades del mundo, “integrado al panorama urbano” como aman decir aquellos que se reservan para sí el monopolio de decisión sobre la forma en que tienen que vivir los diferentes sectores de la sociedad. ¿Cuál era el delito, la segregación, la grieta, la ofensa contenida en la elección de un modo de vida tan válido como cualquier otro?
La fuerza del resentimiento y la necesidad de igualar para abajo hicieron que se fueran deteriorando los servicios en esa zona, pavimentación, recolección, y sobre todo vigilancia y seguridad. Un deficiente manejo de la gestión municipal se tornó palpablemente peor en esa zona. Los copamientos, entraderas, escalamientos, robos y hasta toma de rehenes se hicieron habitual en ese barrio “integrado al ambiente urbano”.
¿Se prohibía enrejar para favorecer al delincuente?
La laxa gestión policial y la farsa del garantismo judicial se transformaron casi en complicidad e impunidad, los impuestos y costos de los servicios subieron como si el manejo fuera de primera calidad. Se llegó a prohibir hasta el enrejado y los cierres de los predios que evitaban el acceso libre de obstáculos y que se atisbara el comportamiento habitual de los habitantes de cada casa, se reglamentó minuciosamente la construcción para entorpecerla y encarecerla, toda la parafernalia que imperó como válida durante los gobiernos frenteamplistas en el país y la ciudad capital, que duran en el último caso hasta ahora.
Finalmente, como un golpe final, se terminó por explotar alegre y generosamente el negocio de la rezonificación, permitiendo la construcción de edificios comerciales, residenciales y oficinas de varios pisos, rara generosidad que no se había ejercido con los vecinos residentes durante la misma gestión. Hoy Carrasco es una zona comercial desordenada con alrededores rústicos y alejados, cada vez menos residencial.
Los habitantes del barrio simplemente buscaron otros lugares para vivir en paz, y para proveerse por su propia cuenta seguridad, servicios, privacidad, tranquilidad y belleza, con perdón de la palabra.
La molestia de la libertad
Al Frente Amplio siempre le molestó la idea de la libertad para decidir dónde y cómo vivir. Y como en tantos otros temas, toma esta medida que seguramente hará pensar dos veces a cualquiera que intente radicarse y aún invertir, y que definitivamente eliminará puestos de trabajo y recursos fiscales. Y también afectará a la actividad de la construcción. Del mismo modo que este argumento francisquista se podría sostener que quien decide vivir en un edificio de departamentos de 4 pisos también está eligiendo un modo de vida que lo aleja del estilo del “ambiente urbano” o de un cantegrill.
En la lógica papal del comunismo rector del FA, este tipo de viviendas “fomenta la segregación y potencia las diferencias”. Con lo que el mensaje es simple: seamos todos iguales. Vivamos todos iguales pero al nivel del que sea más pobre. No se puede hacer más lento. No hace falta meritocracia, ni esfuerzo ni ambición ni trabajo ni éxito. Ni aspiración, por supuesto. Y cualquier intento de sacar la cabeza de entre la mediocridad, será pecado. O justificará que la cabeza sea nivelada con la cimitarra del frenteamplismo.