Suena a titulo de película. Ya sé, pero me olvidare por un instante de los espléndidos Glenn Close y Michael Douglas. La transición que me refiero ahora es intrapartidaria. Supone crisis y como tal expone un estadio de evolución casi siempre caótica y con tropiezos. En partidos políticos las transiciones suponen la desaparición de figuras emblemáticas y traspaso de mando -en algún momento- a líderes de otra generación. Dicho así suena fluido pero en la práctica implica tiempos aciagos.
Ejemplos abundan. La crisis del PSOE luego de JL.Zapatero, la propia Argentina luego de los Kirchner o la política estadounidense a partir de Obama hasta llegar a Trump. Aunque no sean del mismo partido, el cimbronazo del cambio de paradigmas importó una “grieta” en el que todos los actores debieron acomodar el cuerpo y el discurso. Es válido aquí lo de Ortega y Gasset “el hombre soy yo y mis circunstancias”. Y si esas circunstancias son cambiantes debo adaptar mi praxis y mi discurso al nuevo tiempo. Los electores además van demandando un “refresh” del producto electoral y lo quiere ver con otra estética en la “góndola”.
Ortega nos anticipa en su Rebelión de las Masas como “las nuevas generaciones buscan cambiar los statu quo en los partidos políticos”. (Lo vemos hoy en el Partido Colorado). Pero allí la transición que proyecta el propio Dr. Ojeda viene precedida de dos décadas cargadas de fracasos. Y eso es justamente lo más atractivo de este fenómeno de comunicación.
El propio analista brasileño De Oliveira nos advierte: “la política se ha vuelto un espectáculo en el que el líder es más un “actor” que un referente de la conciencia colectiva”. Esto nos refuerza las dudas respecto de la incertidumbre que generan esos nuevos líderes cuyo poder reside más en un magnetismo marketinero que en ser un sesudo difusor de ideas políticas. Igual será interesante en los colorados presenciar la dualidad de liderazgos entre Bordaberry y el joven penalista en un futuro cercano.
Las transiciones nos enfrentan a la superación de una idolatría hacia alguien que ya no estará más, pero que igualmente en alguna medida, “seguirá estando”. Mientras la memoria nos lleve a recordar al “que se fue” la consistencia del liderazgo del “que viene” está colocada en signos de interrogación. Le sucede a Orsi hoy con Mujica en retirada:
¿Quién mandará en el MPP?
¿Lucía, Pacha u Orsi?
La pregunta arroja una certidumbre. Estamos frente a una crisis de liderazgo. Por ahora no se paga en merma de votos pero le puede costar carísimo al país si al FA le toca gobernar.
La brillante Martha Nusbaum es clara :
“el discurso de justicia no puede atenerse a reglas formales y el líder debe procurar empatizar con el votante medio” Eso quizás lo podría lograr Don Yamandú. Pero adolece de lo que -justamente- vuelve diferente a los políticos de los estadistas. La ciudadanía valora algún talento pero solo aplaude y premia “al carácter”.
No set cuanto “carácter” le sobra al Prof. Orsi para ser el heredero de Mujica (Aún a sabiendas de todos sus defectos). Mucho me temo que la “barra” se lo lleve puesto en un eventual gobierno del FA. Algunas muestras de fragilidad ya ha venido dando. Jugadísimo a Pacha Sanchez (que le saca las castañas del fuego) o a un Oddone que lo libra de culpas frente al mercado, Orsi muestra falencias de liderazgo que mucho preocupan hasta en su interna.
La contracara nacionalista se encuentra en otro escenario de cambio no demasiado diferente con un Delgado que sufre también crisis de transición: la de la inevitable y dramática comparación con Luis.
Otra TRANSICION FATAL a superar aunque Delgado a diferencia de Orsi al menos conoce de cerca como se maneja un país y eso le juega a favor siempre que sea él quien llegue al balotaje y gane.
En cualquier orden de la vida las transiciones son traumáticas. Y si no pregúntenle a Luis Suárez respecto del viejo liderazgo del “Maestro” hacia el nuevo liderazgo de un DT extranjero. Los fenómenos de transición de mando son tortuosos. Ojalá que no pase como en el fútbol y quedemos expuestos-como país- al liderazgo de extranjeros como Lula o Maduro. Esos no nos van a asegurar los buenos resultados que hasta hoy hemos tenido con Bielsa.