Juan R. Rodríguez Puppo
La oferta de candidatos en este balotaje no debe medirse por su nivel seducción. Nobleza obliga. Ni aún muchos que acompañamos a Álvaro Delgado nos sentimos encandilados por su carisma. No obstante, nos genera mucha tranquilidad inclinarnos hacia él por su expertise, talante componedor y manejo de la agenda nacional que aprendió al lado de quien supo gobernar con éxito 5 años críticos del país. Delgado mismo se autodefinió:
“Tal vez no sea el gran candidato, pero estoy seguro seré un gran Presidente”.
En la vereda opuesta tampoco aparece un candidato que encandile. No encandila ni a los suyos. Tienen que recurrir permanentemente a la “añosa” figura de Mujica para “chupar rueda” de su carisma y éste inventa “repuestos” para emparchar la flaqueza de la formula.
El punto fuerte de Orsi es presentar estética moderada combinada con una imagen funcional al voto por identificación con “la masa”. Pero esa ventaja competitiva luego no la puede traducir en carisma porque cae en incesantes contradicciones, constantes inseguridades y tal cual la analogía con Adán, si se le llegan a caer “las hojas” queda desnudo ante cualquier auditorio.
Por tanto, el 24 se enfrentan dos candidatos que poco enamoran, pero uno solo de ellos genera la tranquilidad de entregarle el mando del país a conciencia de su conocimiento profundo del intrincado oficio de gobernarlo.
Hay uno solo (Delgado) que conoce el valor que tiene el daño que se evita ante una mala decisión.
Uno solo conoce de cerca lo que esta en juego en una crisis en la que tienes que tomar decisiones que afectan la vida de todos y que cualquier camino que recorras tendrás gente que se sentirá afectada.
Solo Delgado vivió la incertidumbre de no saber si lloverá en 3 días, en 3 semanas o 3 meses y participó en la negociación con ministerios, entes y actores sociales para ir paliando problemas y encontrando soluciones a la sequía.
Solo Delgado entiende lo que significa negociar salarios preservando empleos en medio del Covid. Y hacerlo ante interlocutores poco cooperativos como el Pitcnt. Y que además todo eso acabe en un proceso exitoso donde se termina aumentando empleo y salario.
Y citaría 100 ejemplos más que dejarían a Orsi mal parado en la comparación con su oponente.
Estamos a horas de un derby entre un Estadista y un “meritorio muchacho”. No desmerezco a que alguien que concluye su labor como intendente no pueda luego proyectarse a la 1° investidura del país. Pero para eso ese candidato debería-al menos- demostrar solvencia. Y Orsi ni la muestra ni la tiene.
Sus planteos en el debate y fuera de él- son inconsistentes. Cae en permanentes contradicciones. Su promesa de no subir los impuestos esta reñida con las bases programáticas de su partido. Se da de narices con las afirmaciones de su candidato a ministro de Economía y por último se contradice hasta con sus propias declaraciones semanas antes del debate. Aún siendo cuidadoso en mis expresiones, entiendo que descaradamente mintió. O lo obligaron a hacerlo por desesperación para no asustar indecisos. Hago la suma de sus propuestas de gobierno y es imposible que pueda sostener todas sus promesas sin aumentar impuestos por aumento del déficit fiscal.
No puede permitir que la gente se jubile a los 60 años “si así lo desean”, crear 12 mil empleos de calidad por año para jóvenes, entregar 2500 pesos a estudiantes, contratar 2 mil policías en marzo (otra mentira dado que precisa esperar hasta ley de presupuesto para eso), invertir en riego, tecnología etc. Y pensar que todo eso lo puede hacer sin una sobrecarga impositiva.
Orsi nos macaneo. Y no olvido (tal vez lo más grave) que por imperio de sus palabras y el “programa” del FA entregará la educación de nuevo a los gremios. Y tampoco olvido qué en su propuesta programática de seguridad, aún subsiste la idea de desprisionalizar.
El domingo insto a votar un PRESIDENTE. No a un candidato.
Hay uno solo con capacidad ya probada para encomendarle el timonel de mi país. Del tuyo y el de tus hijos. Y también de los hijos de nuestros adversarios. Se llama Álvaro Delgado.