La Sociedad finge sorprenderse ante las ideas impositivas del Frente Amplio. El nuevo gobierno a la espera de excusas para subir los impuestos
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Como bien se recordará, la frase “degenerados fiscales” es usada reiteradamente por el presidente argentino Javier Milei (no en un alarde de buenos modales) para referirse a los gobiernos gastadores que resuelven luego con impuestos por doquier la ecuación del déficit, si pueden.
Tan pronto conocido el triunfo frenteamplista comenzó el concurso de ideas para elegir el conjunto de nuevos gravámenes que soportará Uruguay a partir del 1 de marzo próximo. Ante la promesa del electo presidente de que no subiría los impuestos, cada sector o voluntario ha hecho además gala de su creatividad para encontrar la manera de tergiversar, anular o relativizar esa promesa.
Es obvio que tarde o temprano esa excusa se encontrará. Ese hecho ya se refleja en la rápida subida del tipo de cambio y en la posición expectante de las calificadoras de riesgo y de los inversores, que no ignoran que, si bien al país le puede pasar lo mismo que a Argentina si abusa de la “degeneración fiscal”, al decir mileísta, tampoco ignoran que no tiene las posibilidades de recuperación que tiene el vecino en cuanto al poder de reacción de su producción/exportación. Un golpe impositivo sobre patrimonios y ahorros sería un golpe largamente irrecuperable sobre la inversión, el crecimiento y el empleo.
Recursos dialécticos, o jarabe de pico
Por eso se utilizan recursos más o menos dialécticos, como lo que ocurre con el IVA, sobre el que ahora se sostiene que, mediante un sistema tecnológico infalible de espionaje y vigilancia previa, se puede determinar si una persona debe pagar su hamburguesa un poco más que antes, (nunca un poco menos, claro). O sea que se trata de aumentar el impuesto a los ricos, que es usted, lector, no de bajárselo a los pobres. Se llama eufemísticamente «IVA personalizado», toda una ventaja para el contribuyente.
Un modo de mantener la promesa de la “plataforma programática” ese apodo con que se designó el programa de ataque impositivo de gobierno del Frente Amplio para hacer creer a los ilusos que “no habría grandes cambios”.
Está claro que se trata, además de un concepto insostenible intelectualmente, de un modo de ir rompiendo de a poquito la promesa presidencial, que para el Frente vale tanto como una declaración de Cosse sobre cualquier tema.
Conveniente desconocimiento
Como en todos los aspectos económicos, el desconocimiento -deliberado o espontáneo- del frenteamplismo sobre las bases de la teoría económica es notable. O al menos la capacidad de voluntarismo (en el peor sentido del término) o sea la supuesta capacidad de superar e ignorar la realidad con el deseo de que las cosas ocurran.
Cuando se habla de la desproporción entre lo que paga un pobre y lo que paga un ejecutivo o un jerarca, por caso, no se entiende el concepto cuando se supone que todos los gastos de un individuo pagan IVA, y entonces difícilmente se trata de una desproporción, ya que el impuesto se paga sobre el total consumido. Al contrario, en algunos casos de productos con menor tasa, se produce una desproporción, pero en el sentido inverso al alegado. Efectismo, para mostrar que se cumple lo prometido-pero-no-prometido, en el galimatías dialéctico del comunismo dominante del FA.
Impuesto sobre impuesto ya pagado
Si lo que se quiere decir es que como el ejecutivo, el jerarca o el rico tienen mucho más que el pobre, lo que paga de impuestos con relación a su patrimonio es menos que el pobre, se trataría entonces de otro impuesto, no de un IVA, que requeriría otra clase de legislación y la eliminación de otros impuestos. Tampoco se explica en nombre de qué los burócratas se adjudican la tarea de penar la tenencia de bienes, o confiscarla y repartirla.
Seguramente el ejemplo del Brasil de Lula ha inspirado a los degener… perdón, a los economistas del Frente, que se han apresurado a adoptar la idea antes de que impacte en el vecino con todo su esplendor, unida a su devaluación. Faltaría el endeudamiento para completar la adhesión a la escuela económica de Puebla.
Espionaje tecnológico o vigilancia a domicilio
Mucho menos comprensible es la forma de adelanto tecnológico con que se detectarán esas múltiples diferencias, en un sistema utópico que además permite que cada uno puede sentir que su pago es desproporcionadamente más gravoso que el del vecino.
Detrás de esta ensoñación juvenil y nocturna, se alza el intento de ir gradualmente olvidando el compromiso de Orsi, que cada vez se irá volviendo más una promesa burlona a la sociedad crédula y con suerte se olvidará.
Tarde o temprano habrá una guerra, una seca, una inundación, un huracán, una crisis, una pandemia del mono, de la iguana macho o cualquier otro invento de la OMS, o una derrota de la selección de Bielsa que justifique una emergencia que obligue a “incumplir la sagrada promesa de no aumentar los impuestos”.
Está claro (suponiendo que la curva de Laffer sea una mentira) que este supuesto ingreso adicional no se destinará a pagar deuda (impuestos futuros), sino a afrontar nuevos gastos, de los que ya se han inventado algunos, como en el caso de la Seguridad Social, y lo que falta se irá inventando, para eso sin duda sobra creatividad.
Lo malo es que esos impuestos inventados nunca alcanzan y las necesidades, llamadas derechos, no cesan y que la reacción del inversor y el ahorrista es retraerse y huir, y que en toda la historia de la humanidad estos procesos de confiscación y redistribución han fracasado. Pero seguramente el equipo de burócratas que asumirá el 1 de marzo ya tiene controlado el problema y conoce la solución, de modo que esta vez funcionará, seguro.
El crecimiento queda para después, en una segunda o tercera etapa. Tan opuesto a Milei que se parecen.