
escribe Nahuel Speranza
Origen
Este artículo encuentra su origen por el año 2020, a mis 19 años de edad, momento de mi vida en que me carcomían las dudas y la búsqueda de respuestas. Era un joven metalúrgico que se fue a trabajar a España en busca de mejores ingresos, mi visión presenció grandes shoppings de dimensiones inimaginables para mí en aquellos tiempos, precios absurdamente baratos, castillos de la Edad Media. Mis ojos se maravillaban ante lo nuevo, en aquellos momentos libres fuera de mis largas jornadas laborales que iniciaban con el amanecer y terminaban al atardecer de aquel verano del Norte.
Pero entre lo nuevo encontraba lo conocido, personas que no se contentaban con su alrededor, fiesta diaria, joda, querer el mejor celular, la nueva consola, viajar a nuevos destinos, la ropa de marca, comprar para saciar el vacío. En aquellos tiempos de pandemia y largas jornadas de trabajo lecturas como La Felicidad Paradójica y La Era Del Vacío de Gilles Lipovetsky calmaron algunas de las inquietudes de mi alma desesperada en busca de ánimos, Modernidad Liquida de Zygmunt Bauman y Un Mundo Feliz de Aldous Huxley fueron otros de los textos que me inspiraron a escribir este artículo originalmente.
Ahora, ya con 24 años, veo con ojos de nostalgia estas palabras, corrigiendo algunas pequeñas anotaciones decidí compartir este artículo, respetando la intención con la que fue escrito en una habitación desolada de Mora D’ Ebro.
Introducción
En la nota de hoy te invito a que transitemos juntos por dentro de un fenómeno que data de hace por lo menos un siglo, en los años veinte del Siglo pasado, cuando comenzaba a utilizarse en ciertos círculos la definición sociedad del consumo, término que comenzaría a popularizarse debido al camino que han optado las sociedades occidentales.
El globalismo, la revolución tecnológica, el avance de las teorías económicas orientadas a fomentar el consumo, aquello que algunos filósofos han llamado la civilización del deseo, la necesidad constante de mejorar nuestras condiciones de vida, entre otros varios factores, influyen a la hora de hacer este humilde análisis.
El propósito de este breve ensayo es brindar explicación, no tan sólo al modelo productivo latente en la época contemporánea, sino también a aquello que nuestros ojos no ven, pero hacemos.
¿Cómo nace la producción masiva?
La aparición de los mercados para masas, entendidos como la expansión del modelo productivo en busca de complacer una demanda creciente, inicia en la Segunda Revolución Industrial (1870-1914).
Los pequeños mercados locales comienzan gradualmente a competir con grandes mercados nacionales, posibilitados gracias a las infraestructuras modernas de transporte y comunicaciones (ferrocarril, telégrafo, teléfono). De esta manera se facilita el comercio a gran escala creciendo el uso y perfeccionamiento de máquinas
de fabricación continua. A modo de ejemplo es bueno comprender que significó esto.
Ya a finales de la década de 1880, en Estados Unidos, una máquina podía fabricar 120.000 cigarros diarios, treinta máquinas bastaban para saturar el mercado nacional.
El tiempo de trabajo para fabricar un chasis Ford modelo T pasó de un promedio de 12 horas con 28 minutos en 1910 a 1 hora con 33 minutos en 1914.
El cambio de las técnicas industriales capaces de producir mercancías estandarizadas en grandes series no explica por sí solo el rumbo hiper-consumista que tomarían las sociedades posteriormente, esto necesitó de una construcción social y cultural impulsada por diversos directivos empresariales y políticos.
Nace una nueva filosofía comercial que rompería con las estrategias previas: vender la máxima cantidad de productos con un pequeño margen de beneficios antes que una cantidad pequeña con un margen amplio. El beneficio no vendrá ya por la subida de precios, sino por la reducción de los mismos.
Es indubitable el avance hacia la democratización del acceso a los bienes comerciales, la demanda, de una u otra forma, comienza a regir como ama y señora de la producción.
Compra mi Nombre
Los nuevos modelos productivos no tan sólo permitieron el aumento de la producción, sino del número de trabajadores activos recibiendo un salario que a cada generación aumentaba, permitiendo esto el acceso a mayor cantidad de bienes de consumo.
Hasta la década de 1880 los productos eran anónimos, eso cambiaría, la publicidad comenzaría a tomar un papel muy importante en el ruedo empresarial. Con tal motivo, Coca Cola paso de invertir US$ 11.000 en publicidad en 1892 a US$ 3.800.000 en 1929.
Los productos, empaquetados en envases pequeños, comenzarían a llevar grabado el nombre de sus fabricantes, la marca. Multitud de marcas competirán por ganar el corazón de los consumidores. En Francia la cantidad de marcas registradas pasó de 5.520 en 1886 a 25.000 en 1920. Se trasladarían las responsabilidades del minorista con el consumidor hacia los fabricantes del producto, si un producto no logra satisfacer las necesidades del consumidor se ve directamente perjudicada la empresa fabricante, quien tenga su nombre grabado en el producto.
El cliente habitual se transforma en consumidor, en un consumidor de marcas que buscarán seducirlo y educarlo a través de la publicidad. Ya no se adquiere una simple cosa, se compra el nombre, no recae sobre el comerciante medio la decisión de si un producto es bueno o no, sino directamente sobre el consumidor final.
Bienes reservados para minorías con mayor capacidad de compra se ven abaratados en una economía que apunta al consumo masivo. En este primer paso del proto-marketing se plantean las bases de la seducción al cliente, ofrecer aquello que necesita, pero no lo sabía. Sin embargo aún no llegamos a hablar de una sociedad consumista, pues las propias publicidades, orientadas a satisfacer deseos, se enfocaban en vender aquellos productos necesarios para elevar el nivel de vida (aspiradora, lavavajillas, entre otros).
Comprar es Revolucionario
En la década de los 20’, en Estados Unidos, la industria del Bacon, o tocino, no experimentaba un alza en sus ventas y su mercado no tenía un futuro muy próspero, ante esta situación algunos directivos deciden acudir a Edward Bernays, quien luego de una consulta con un reconocido médico redactaría 5000 cartas en búsqueda de aval para su nueva estrategia publicitaria: «El desayuno con bacon es beneficioso para la salud, ¡más de 4500 médicos lo confirman! Un desayuno más abundante en bacon y huevos ayuda a recuperar energía y todas esas calorías perdidas en la noche.»
Se consolidaría así de la mano de Edward Beranys, el padre de las relaciones públicas, lo que hoy conocemos como “el desayuno americano”, una estrategia muy interesante de marketing que daría lugar a una tendencia que marcaría la historia.
Fumar es un placer, genial sensual…
Corría el año 1929, que las mujeres fumaran en público no era bien visto, siendo algo inmoral, relacionado a la prostitución. La industria tabacalera se perdía de un gran negocio, se privaba de que más de la mitad de la población estadounidense consumiera sus productos.
Durante el Easter Parade, un desfile multitudinario en Nueva York, celebrado el Domingo de Pascua, un grupo de mujeres decidió fumar, entre ellas la reconocida periodista feminista Ruth Hale. Se proclamaría así que se encendían “antorchas de libertad”, detrás de tal perfomance se encontraba Bernays, quien en base a las teorías del psicoanálisis determinó que los cigarrillos, por su forma circular y alargada, servirían como objeto que atraería a “la revolución feminista”, generando así nuevos consumidores en un amplio mercado que aún no era explotado.
American Tobacco Company contrató a Bernays con el objetivo exclusivo de lograr conquistar al sector femenino, adquiriendo así nuevos consumidores, con este fin surgen publicidades en donde son expuestas fotos sacadas por profesionales a las mujeres fumadoras del Easter Parade, con diversas leyendas, entre ellas algunas como “Enciende un Lucky y no echarás de menos esos dulces que te hacen engordar”, “un viejo prejuicio ha sido eliminado”, “fuma Lucky para sentirte mejor” o “Be Happy – Go Lucky!”, sin lugar a dudas una campaña publicitaria que tuvo éxito,
no solo en el mercado estadounidense, sino extendiéndose a lo largo del mundo.
Este tipo de estrategias utilizadas hace más de un siglo, siguen vigentes a día de hoy. Lo vemos en todos lados, se utilizaron en la guerra fría y hoy en día se utilizan con diversos intereses políticos. No profundizaré en los más destacados, pues no es el propósito de este artículo, lo que sí me interesa que veamos es el manejo sublime que tiene la publicidad para influir en todos nosotros. Desde una cara, amarilla, muerta y sonriente hasta puños blancos plasmados en remeras negras proclamando la revolución, pañuelos de todos los colores con infinidad de frases, todas las empresas buscan ser Goebbels, la revolución vende. Caras con boinas estampadas en remeras, tatuajes, luces y colores para un consumidor que busca sentirse importante, que necesita consumir y mostrarle al mundo que lo hace.
El individuo utiliza las redes sociales para maximizar su discurso, siendo minoritarios quienes en verdad buscan algo nuevo, siendo la mayoría una urbe que se toma de las manos para proclamar “Soy diferente”, comprando y promulgando los discursos que el Status Quo fomenta y sus sesgos cognitivos confirman. Un sistema que entendió a la perfección las estrategias de marketing necesarias para conseguir un mayor número de adeptos, en un amor desenfrenado, frenético y acelerado al propio sistema establecido se exclama «Soy Revolucionario».
Economía de lo Efímero
La aceleración de la obsolencia de los productos es una realidad que nos interpela a todos, desde un pendrive hasta el lavarropas de tu casa, no es raro que varios productos duren cada día menos, o en cambio, sean cambiados por uno más moderno, incluso al pasar de unos meses. Pondré el ejemplo más común, un celular, las baterías se desgastan, las pantallas se rompen, se vuelven obsoletos incluso por moda. Un sistema operativo más moderno, mayor velocidad de procesamiento, más espacio en la memoria RAM, cualquiera puede ser la excusa por la cual te dicen que tu producto es Obsoleto, por lo cual debes comprar uno nuevo, debes estar a la altura de la masa, no puedes ser menos.
Es cada día más normal comprar productos, que en antaño tenían una durabilidad considerable, que a día de hoy se rompen con mayor facilidad. No solo los productos marcan una tendencia a poseer una calidad cuanto menos cuestionable, sino que los empresarios detrás de tales ofertas se encuentran en una constante competencia por ser los nuevos innovadores, quienes saquen más rápido un nuevo modelo. Se internacionaliza la economía como nunca antes en la historia humana, se debe producir más rápido y a menor costo, se debe innovar, renovar y convencer al consumidor, de otra forma, no subsistes en un mercado competitivo.
Así vemos, a modo de ejemplo, que salen perfumes nuevos cada año, nueva fragancia innovadora y mágica. El desafío deja de ser producir constantemente, para pasar a ser producir a la mayor velocidad posible, sacar al mercado lo antes posible tus productos, responder a la demanda antes que los rivales, se instaura una cronocompetencia. Pero… Como hemos visto antes, ¿no es acaso desde este mismo sector donde se genera tal círculo vicioso de incentivo a la demanda?
Es muy interesante de analizar, en esta nota no busco dar una respuesta, pues escapa de mis posibilidades tales aspiraciones, sin embargo, sí busco que entendamos bien estos fenómenos, de dónde surgen. Y por qué vamos por dónde vamos, entendiendo eso, cada uno de nosotros, puede comprender mejor que quiere, si es que queremos un cambio -más adelante trataré de profundizar en estos temas, otorgando énfasis al aspecto de la teoría económica y como esta influye en nuestras vidas-. Pasamos del Email al Facebook, de las fotos instantáneas al Instagram, de los DVD a Netflix, de ir a hacer las compras a comprar online, un mercado que aumenta cada día más.
Las nuevas tecnologías han surgido de la necesidad del nuevo consumidor por la inmediatez. El ahorro de tiempo se vuelve fundamental para el individuo, ligado a esto se carga con un fuerte desvinculo de la planificación a largo plazo, aumentan las reservas tardías, los vuelos sacados a último minuto, proliferan aplicaciones que te informan a cada segundo lo que sucede, desde el transporte hasta los deportes.
Ya no se busca la menor espera posible, se busca la inmediatez absoluta. Ya no se arma una carpa, se busca que se arme sola apenas sea sacada de la funda, ya no limpias tu casa, una aspiradora automática puede hacerlo, dejas de perder tiempo, pero… ¿Este tiempo es concentrado acaso en inversión de la capacidad productiva del individuo?
Lamento decir que no, en la sociedad del hiper-consumo donde la inmediatez prima, el consumo y el placer efímero son los panes del día a día, en la visión de vivir el ahora, llevando al extremo vivir como si fuera el último día, pues se vive, ya no pensando en el futuro, sino en la satisfacción inmediata.
Sociedades polirrítmicas temporales, en medio del aferro a la vida rápida y el desapego al futuro, o incluso al presente, triunfan nuevamente los tiempos lentos como una forma de ocio para escapar de la costumbre, ir a la playa a hacer nada, cenar fuera, a pesar de que no ofrezca ninguna experiencia extraordinaria, salir fuera, por el hecho de salir.
El hiper-consumidor a la vez que busca utilizar su tiempo de la manera más dinámica posible, se ve atrofiado al no consumir las suficientes experiencias que sean socialmente aceptables, calando hondo en la propia moral del individuo.
Keynes, un gigante que sirvió de excusa
Poco tiempo había pasado del Crack del 29’ que había provocado la peor crisis de la historia estadounidense. Esto provocó un descreimiento generalizado en la economía de mercado, inmensidad de personas se habían endeudado en más del 90% de sus acciones con préstamos de sus corredores. En medio de un contexto de post-crisis, de agitamiento político, a las puertas de la segunda guerra mundial, John Maynard Keynes ofrece una alternativa a los problemas que latían a lo largo del mundo occidental, nacería la teoría general.
Keynes planteaba que el mercado es imperfecto, por lo cual es incapaz de salir de la crisis por sus propios medios, ya que en épocas de incertidumbre los dueños del capital aplazan sus decisiones de inversión, por lo cuál el Estado es el único capaz de incrementar la demanda y de esta manera reducir el desempleo.
De acuerdo a la teoría de Keynes al bajar los precios aumenta el poder adquisitivo de los trabajadores, pero comienzan a ser demasiado caros para las empresas, las cuales despiden, provocando así el desempleo. A través de la intervención gubernamental se podría invertir esto generando un proceso de aumento del empleo debido al aumento de la demanda y el consecuente aumento tanto de los precios como del empleo. Para estimular la demanda se necesitan de políticas fiscales y monetarias del Estado, otorgando así un poder desorbitado a quienes ostentan el
poder en determinado lapso de tiempo. Para buscar la inversión se aplican políticas monetarias expansivas, imprimiendo más dinero buscando bajar las tasas de interés y así aumentar tanto la inversión como la demanda, con el propósito de aumentar la demanda agregada a través del estímulo “público”.
Posteriormente economistas como Paul Samuelson, John Hicks, Paul Krugman, Gregory Mankiw o David Romer reformarían la teoría keynesiana argumentando que las fallas del mercado debían ser corregidas a través de modelos más eficientes de intervención estatal.
Lo que aquí interesa analizar es la consecuencia de tales políticas, vigentes como nunca a día de hoy. A partir de estas teorías nace la afirmación de que “un poco de inflación es buena”, para estimular la demanda y evitar el excesivo ahorro que, aseguran, desincentiva la inversión. Esto provoca que constantemente se deba gastar, la inflación es una brisa constante que rebota como un susurro en los límites fronterizos de un país, haciendo eco en el oído de los trabajadores, quienes, aterrados, deciden comprar ahora, antes de que sea más caro, deciden meterse en
préstamos para adquirir los productos ahora, porque luego podrían no tener la oportunidad, los políticos fomentan estas políticas como algo bueno, algo SANO.
Debido al aumento discrecional e irregular de la oferta monetaria, con una demanda agregada de crecimiento medianamente estable, la inflación se vuelve más que común, sumado a políticas fiscales expansivas donde se aumenta el gasto público, incluso a costa de la deuda generada, los países se enfrentan a situaciones de
incertidumbre social. La demanda es un régimen, sustentado por la mayoría de entes que poseen el monopolio de la violencia en sus países, consumir ahora es la única opción que queda, incluso si querés ahorrar, porque no tan sólo tu moneda pierde valory tu salario baja, sino que incluso al refugiarte en otras monedas, sufren los mismos males, con el pasar de los años notas que todo aumenta sin haber escapatoria, simplemente ser un esclavo de un sistema que no tiene color político, esclavo de una estructura en beneficio del poder establecido.Todo te orilla a sucumbir, por lo que debes decidir que hacer ante tal circunstancia.
Claramente hay personas que se refugian en activos de título financiero, sin embargo eso es un privilegio reservado para quienes entienden más del tema e incluso así puede dar lugar a la pérdida de todo lo que posees, así como a través del uso de nuevas tecnologías como el blockchain se busca romper los paradigmas del dinero fiduciario, a través de la minería de nuevas monedas que no son respaldadas por entes gubernamentales sino por sistemas informáticos más eficaces -hasta el día en que la computación cuántica sobrepase a este tipo de tecnologías-.
Se puede inferir que hay un círculo vicioso que no tan sólo lleva a crisis cíclicas -provocadas por la relación de una expansión artificial del crédito sin respaldo de un ahorro voluntario previo, mediante la manipulación a la baja del tipo de interés que tiende a aumentar la inversión y crear un falso auge económico dado por los precios relativos que han sido distorsionados por la mayor masa de dinero circulante en la economía-, sino que además, lleva a una desaceleración del natural aumento en la calidad de vida que han logrado tener las sociedades industriales contemporáneas.
En la modesta opinión de quien redacta esta nota de opinión, los planteamientos de John Maynard Keynes sirvieron de excusa para aumentar el aparato represivo del Estado, siendo otra pata que sostiene el espiral de consumismo en el cual nos encontramos.
Más Dopamina, por favor!
Vivimos en tiempos donde vivir entre medicamentos es común, sientes un dolor de estómago, aunque sea mínimo. ¡Medícate! Sientes cansancio. ¡Medícate! ¿Cortaste con tu pareja y ahora te sentís mal? ¡Nada que un poco de edicación no ayude! ¡Pues eso dicen los psiquiatras! ¡Medícate! ¿Te parece que podrías enfermarte? Tomate estas tres pastillas y olvidá todos tus males. ¡Por cualquier otra consulta ven nuevamente y te daré una nueva receta!
En la actualidad, el cuerpo se considera un objeto más, que puede corregirse o transformarse a voluntad, un material a completa disposición del sujeto. Cirugías estéticas o el consumo de psicotrópicos para apaciguar problemas existenciales, ilustran esta relación en que la persona se enajena de su cuerpo, llevando así, a muchos intelectuales, a teorizar sobre un desprendimiento de lo real y lo físico -de ejemplo, las teorías de Judith Butler- empoderando a la mente con dones que no posee, pues el cuerpo, no es más que lo visible, pero esconde lo invisible, una neo- relación entre lo consciente y lo inconsciente, lo común y lo post-verdadero.
De esta manera, en sociedades donde el consumo aumenta, se abre una nueva oportunidad de mercado muy interesante, de la mano del psicoanálisis y la experimentación médica, durante décadas logra instaurarse una cultura de la medicación, del tratamiento, de decir “no es que seas así, es que estás enfermo es que estás mal, tomá este medicamento y estarás mejor”. Así, personas sin más que alguna diferencia, en términos estadísticos, con los demás, son tratadas como enfermas, e incluso, internadas en centros psiquiátricos por el mero hecho de preguntarse cuál es el valor de su vida, algo más que normal en un mundo cambiante, donde el futuro es incierto y la familia representa cada día un papel menor en nuestras sociedades occidentales.
En una sociedad que se convence a sí misma de estar enferma, llegamos a extremos en donde se estima que en Estados Unidos 1 de cada 6 niños padecen enfermedades psicológicas. La hiperactividad es hiper-diagnosticada y tratada con fármacos, siendo que, la conducta natural de un infante puede tender a lo hiperactivo.

León Eisenberg, uno de los pioneros en la investigación del trastorno de déficit de atención e hiperactividad en el S. XX, aseveró en su última entrevista antes de morir, otorgada al periódico Der Spiegel, que había una sobrediagnosticación de los casos de hiperactividad, y que la mayoría de los casos no lo eran ni requerían medicación. Esto no fue bien recibido ni difundido por sus colegas en el mundo de la psiquiatría.
Más y más, se deben sacar más medicamentos, descubrir más enfermedades y más personas deben asistir a terapia, siempre más, un mercado que crece a base de la simplificación de la realidad, de la destrucción de la autoestima y la exaltación de lo supranatural. Así, vemos el triunfo de los libros de autoayuda, del Reiki, la homeopatía e incluso el resurgimiento de la Hermenéutica.
Diversos productos, legales o ilegales, se vuelven una necesidad, la prohibición vuelve en culto aquello que crea el hombre para la satisfacción de sus semejantes.
A medida que se consolida el principio de soberanía personal por sobre el cuerpo, curiosamente, las personas pierden autonomía, se cae en una suerte de impotencia subjetiva, pues la persona renuncia totalmente al esfuerzo personal, permitiendo que su destino se guíe según los productos químicos que trabajan en su cuerpo. De esta manera se deja de buscar la solución a nuestros males, se demoniza el pesar, ingiriendo la bendita sustancia de tecnología molecular que solucione todos nuestros problemas.
Para la biología existen dos tipos de adicción, física y psicológica. Sin embargo, comprender los fenómenos modernos que nos llevan a la proliferación de adictos – entre tantas campañas de prevención, felicidad en altavoces, cristales y pantallas- es un poco más complejo.
El individuo se vuelve totalmente dependiente, necesita consumir aquello que lo libere de sus ataduras carnales, aquello que le otorgue la tan otrora felicidad, unos senos más grandes, pastillas MDMA más fuertes, no hay límites en las sociedades del hiper-consumo globalizado. En un futuro, no muy inhóspito, avanzaremos a una nueva fase de hiper-consumo farmacéutico, de la mano de la modificación genética se abrirá un nuevo mercado, que no tengo dudas, será exitosísimo.
La industria farmacéutica, y el consenso de la comunidad científica en temas sociales, juega un rol muy importante en esta sociedad de hiper-consumo, donde cada par de años se incentiva la demanda y se juegan intereses políticos a través del consumo masivo de diversos productos, bien conocido es que no existe la competencia perfecta así como la existencia de oligopolios de grandísimo poder económico, es interesante ver el accionar de países como China en la pandemia de Coronavirus;, pero profundizar ya sería tema para otra nota respecto a los mecanismos de financiación de la Organización Mundial de la Salud y las políticas que promueven.
En definitiva, debemos entender los tiempos en que vivimos, y como somos influidos para que NOSOTROS MISMOS deseemos encarcelarnos en un espiral de consumo sin límites, con miedo a escapar, con miedo a vivir.
Misión: Escapar de la Pobreza
Entre infinidad de injusticias y las trabas puestas al progreso, las personas sienten un enorme vacío junto a sus ansias de ascender de clase social. ¿Pero qué sucede cuando se pierde toda esperanza de escapar de tu situación actual? Según estudios de Instituto de Tecnología de California y de la Universidad de Stanford las personas valoran más los productos al saber que son más caros, esto se vio claramente con imágenes de resonancia magnética del cerebro de los sujetos de estudio en cuestión.
¿Qué queda cuando no ves posibilidades de mejorar sustancialmente? El individuo tiende a asumir su situación y busca sentirse más cómodo a través de diversos productos. Por esto mismo, no son raros los casos de personas de bajos recursos que se compran calzado vistoso y colorido, buscando resaltar, buscando sentir un poco aquello de lo que tanto carecen. Lo caro atrae, el éxito de los celulares IPhone viene en gran medida de ser más caros que la media, esto le otorga a sus consumidores la falsa garantía de que el producto es mejor, tal producto no sería igualmente apreciado con precios menores, es justamente lo que lo vuelve característico.
Un viaje a otra ciudad, estar en hoteles, conducir a alta velocidad, ver paisajes nuevos, andar en canoa, etc., supone un abanico de posibilidades para agregar al “currículum de experiencias”, se busca desesperadamente darle sentido a la propia existencia, se asume, consciente o inconscientemente que eso es lo que permite a las personas mejorar su status, el desincentivo al ahorro se ve en todos los sectores de la sociedad, pero especialmente, en los más carenciados, quienes no manejan otra cosa que el poco dinero que poseen.
Michael Norton, psicólogo y profesor de administración de empresas en Harvard Business School asegura que “estamos motivados para derrochar porque buscamos experiencias máximas”, el individuo se ve tentado por probar algo 5 estrellas, aunque sea igual de bueno que algo 3 estrellas, se otorga un valor añadido totalmente ficticio que asimilamos como parte de la experiencia. Por esta propia lógica se genera lo denominado como Bien de Veblen, al aumentar el precio de un producto o servicio, aumenta su demanda, se vuelve codiciado. ¡No por nada es tan caro! ¡Es porque es mejor, lo necesito!
Al caer en este ciclo, tanto personas de alto poder adquisitivo, como quien lucha para llegar a fin de mes decide endeudarse, para tener unas vacaciones alejado de su realidad. No es de extrañar que vivamos en la era donde proliferan enfermedades como la depresión, la angustia o experimentemos un fenómeno de aumento de suicidios a
nivel globalizado. Del hiper-consumo nace la necesidad imperiosa de consumir a toda costa, la sensación de fracaso brota a pesar de no estar fracasando, por el simple hecho de ser un engranaje en una maquinaria inmensa, como lo es la humana.
El ser se desespera buscando escapar de los estigmas que ha adoptado, llegando inclusive a conclusiones tan desesperadas como la invención de los “ayunos de dopamina”, alegando que supuestamente las personas son más felices al privarse de ciertos estímulos. La realidad es que no es más que una estrategia diseñada en Silicon Valley para aumentar la productividad de sus empleados en horas laborales, la cuál ha sido claramente muy exitosa, pues no son pocas las personas que han adoptado esta costumbre.
El sentido común desvanece, el ahorro se sofoca, se busca la comodidad, porque es la única escapatoria que se encuentra, pues todas las salidas están bloqueadas, no hay techo, pero te ocupas en ver una puerta de salida, sin ventanas, sin luz solar, solo con la comodidad de ir a otra habitación que tenga aire acondicionado, aunque luego te llegue la cuenta y no sepas como pagarla.
Conclusión… no hay.
A través de esta nota busqué dar respuesta a ciertas preguntas que muchos nos hacemos, pero la verdad es que de una respuesta surgen decenas de preguntas, está en todos nosotros contestarlas.
Si el lector me permite un humilde consejo, le recomiendo que cuestione el filtro de sus propios ojos, esto que se conoce como “sesgo de confirmación”, el ser humano está configurado para buscar el deseo, y el deseo es infinito, como infinita puede ser nuestra condena.
Claramente es acotado lo que puedo escribir en esta nota, muchos libros han tratado largo y tendido estos temas.
Invito, a que aquel que lea esto, se cuestione, se pregunte, se conteste a sí mismo y se vuelva a preguntar. ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué puedo hacer yo por mí? ¿Qué puedo hacer por los demás? ¿Quiero hacer algo?