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Contraviento

Sitting duck

4 febrero, 2025

La sociedad oriental esperando mansamente que le marquen su camino de servidumbre

 

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En idioma inglés se usa la expresión del título (literalmente pato sentado) para designar a la víctima condenada que espera resignada e impotente el golpe final, como el pato el disparo del cazador en el lago, o el patito en fila el tiro del rifle de aire comprimido en el stand del parque de diversiones.

Los sectores productivos, empresarios, las pyme y muchos trabajadores privados e independientes orientales, el corazón mismo de la actividad económica, recuerdan esa figura. Esperando mansamente marzo y a partir de ese momento, el tiro del final que les puede llegar en cualquier momento.

Con una oposición desmembrada y sin liderazgo, con la descontada deserción de Cabildo Abierto que preanuncia casi una rendición a cualquier freno legislativo, cerca de la mitad del país prefiere aferrarse a la esperanza de que “las cosas no son nunca demasiado diferentes”, de aferrarse al sueño de la alternancia democrática, de recordar que en los gobiernos anteriores del Frente Amplio no se sufrió las consecuencias plenas de su ideología y hasta se logró crecer, con líderes que fueron capaces de lograr un equilibrio entre sus convicciones y las posibilidades reales del país.

Una fatal burocracia construida en 15 años

No es esa la percepción de la columna ahora. El Frente Amplio fue construyendo en sus 15 años de mandato una burocracia, una legislación y hasta una percepción ciudadana que se montó sobre el socialismo de base que es privilegio de la sociedad uruguaya, mayoritariamente. El concepto de denominar y considerar “derechos” a cualquier necesidad real o percibida, inmediatamente implica reclamarlos y a continuación imponerlos al estado como obligación sagrada, o sea imponerlos a la sociedad, que es quien debe pagarlos de alguna manera.

Por diversas razones, algunas propias y otras exógenas, la Coalición Multicolor o Republicana no pudo cambiar significativamente esa estructura, y definitivamente no pudo ni siquiera hacer mella en el concepto de esos derechos (todos humanos) de los que la sociedad se siente merecedora y espera sean satisfechos por el estado, o sea cualquier ciudadano que tenga más patrimonio que el vecino.

La aparición del kirchnerismo en las últimas décadas, o la de Lula ahora, ha reforzado la creencia de que esos requerimientos son posibles, en base estrictamente al relato, no a ninguna evidencia empírica real. Las falencias de esas propuestas se atribuyen a otras prácticas, como el caso del descarado robo de los dirigentes políticos, judiciales, empresarios y sindicales en Argentina. Seguramente en el convencimiento de que la política local, en cambio, es impoluta, igual que la justicia.No muy distinto, habrá que aceptar, que lo que ocurre en otras sociedades. Con resultados tampoco muy distintos.

El problema de los países en desarrollo

Uruguay sufre, en menor grado, seguramente, el mismo problema de tantos países en desarrollo: su población excede la capacidad de empleo del país. O sea que, aunque se eliminasen todos los empleos estatales con cualquier disfraz, (y todos los subsidios, un formato salarial sin contraprestación laboral) no habría cómo satisfacer la oferta de trabajadores que esa medida generaría, sin perjuicio de que el acostumbramiento a no trabajar (por efectos de la realidad o de la ideología) no es fácilmente reversible.

¿Cómo se llega a esa situación? por un doble camino:

1. creando, en nombre de los derechos del trabajador, un sistema de remuneración y condiciones laborales rígidas que hacen imposible el surgimiento de nuevos puestos de trabajo, salvo aquellos formatos de trabajo informal, casi siempre en tareas de bajo requerimiento de capacitación. (Marx, Karl, y sus teorías sobre la plusvalía)

2. inventando impuestos y sistemas cambiarios o de otro tipo que desestimulan la inversión en nuevas actividades o empresas.

Por supuesto que cuando más se insiste en esos dos caminos las consecuencias empeoran, hasta llegar a exageraciones en que la relación entre los empleados del estado, los pensionados, los desocupados y subvencionados y trabajadores esporádicos o informales, es varias veces más que los trabajadores en el sector privado. En ese contexto la solución es imposible, al menos en sistemas que declaman ser democráticos.  Por eso es tan importante no llegar a la acumulación o repetición de esas políticas.

Todavía se estaría a tiempo

El Frente Amplio asume el gobierno en un momento de inflexión en esa curva. Todavía está a tiempo de evitar entrar en una pendiente de desempleo sistémico insoluble. Tiene dos caminos posibles. Uno es aplicar la solución que pregona el marxismo, con sus mil apodos: socialismo, democracia cristiana, socioliberalismo, wokismo, socialismo democrático, etc. y salir a buscar desesperadamente a alguien que pueda pagar la cuenta. El único camino que conoce, o cree conocer, al menos en su discursiva.

Eso se llama endeudamiento, inflación, control cambiario, todos en definitiva formatos de impuestos. Con el agregado de los derechos infinitos que jamás dejan de crecer en el alma popular, nunca alcanzan, y la declamada redistribución de la riqueza – un robo con pretensiones de intelectualidad – se agota en sí misma sin llegar a resolver el problema de nadie, salvo de los gerenciadores del reparto, y se produce el éxodo masivo de inversiones y empleos.

El otro camino es crecer, abrir paso a la inversión a la competencia y al empleo y el bienestar. Es difícil, duro, áspero, ciertamente en una primera instancia no satisface todos los derechos que el propio Frente ha convencido a sus partidarios que merecen. Pero es el único que ha probado que funciona.

Imitar el proteccionismo de Trump es suicida

Cuando se analiza el proteccionismo de Trump, se puede concluir fácilmente que se debe imitar sus políticas. Debería bastar el recuerdo de Perón, que en 1950 siguió los desastrosos consejos de la CEPAL de “vivir con lo nuestro” y construyó un país de subsidiados y vivillos.

Es cierto que ese último camino requiere un sistema político y judicial decente y capaz. Problema no menor. Pero una economía pequeña no puede darse el lujo de ser proteccionista. Aunque los prebendarios que se cuelgan de los gobiernos lo sean y se enriquezcan, los países se empobrecen.

El Frente Amplio simplemente no sabe hacer eso. Tampoco lo supo o pudo o quiso hacer la Coalición, probablemente siguiendo la pulsión socialista nacional de que se habla al comienzo esta nota.

Además el neomarxismo que ahora gobernará se ha especializado, como mundialmente lo viene haciendo, en crear necesidades (que llama derechos) que luego financia con algún formato de confiscación. Deuda, inflación, impuestos. Lo que ha hecho con el sistema de retiros, en contra de todas las tendencias y conclusiones mundiales, seguramente apelando al otro concepto de que Uruguay es distinto, y creando una plusvalía inversa: antes el reclamo era que el trabajador debía obtener una mayor participación de las ganancias por su trabajo. Ahora la sociedad tiene que pagarle sin trabajar. Otro “derecho”que resulta inexorable financiar. Otro derecho que ahuyenta toda inversión y todo empleo auténtico, o sea privado.

El frenteamplismo cree que inventó el impuesto perfecto

Como si fuera poco el frenteamplismo cree haber descubierto el impuesto perfecto: el que grava los patrimonios, herencias, consumos y ganancias de los sectores que más y mejor trabajan y producen, pero no a las empresas, sino a los particulares. Cree que con esa fórmula logrará ganar la simpatía de un gran sector de la sociedad, inclusive las empresas, que no se verían afectadas y entonces tolerarían el impuesto mientras se aplique “a otro”. Cree firmemente que así se redistribuirá la riqueza sin consecuencia negativa alguna y que todos los habitantes aceptarán resignadamente esa confiscación. Tanto es así, que se diría que es su único y obsesivo plan.

La combinación entre el encarecimiento y endurecimiento de las condiciones laborales y las reclamaciones y el permiso para “secuestrar” empresas y los impuestos que se intentan aplicar, reducirán aún más el empleo privado en Uruguay, y achicará el PIB. Y la fuga de inversiones, capitales y radicaciones será mucho más notoria que lo que se cree.

Con un agravante: en los países con excesiva intervención del estado, proteccionismo, impuestos a la riqueza y similares, las únicas empresas que se radican son las que quieren lucrar con el estado estúpido. O, como lo dicen 15 años de historia, las que hacen que el estado invierta en vez de ellas, en un capitalismo falso. Lo que lleva a hacer concesiones que terminan generando una suerte de PIB de segundo nivel, que para nada le conviene a la sociedad.

También Orsi es un sitting duck

También el electo presidente Orsi es un Sitting Duck, esperando inocentemente que su alianza lo embrete con gastos, subsidios, déficits, sistemas jubilatorios ridículos o cualquier otro invento, para obligarlo a subir o aplicar los nuevos impuestos que prometió no aplicar pero que se verá forzado a aplicar.

Dos recientes ejemplos sirven para mostrar algunos de los puntos que aquí se sostienen. Uno es el caso de la estafa de Conexión Ganadera. El otro, la decisión de la empresa japonesa Yazaki de irse del país. (El hecho de que haya decidido irse a Argentina muestra la gravedad del futuro que se percibe)

Si se repasan los comentarios en las redes, se observa que en el primer caso, los intentos por lograr que el estado compense de algún modo directo o indirecto a los estafados son muchos y son patéticos. Desde quienes intentan explicar que se trata de una falla del Banco Central que no controló adecuadamente la operatoria, (que no tenía características financieras, algo anticipado públicamente por la entidad), a quienes parecen creer que el estado debe garantizar todos los riesgos que tome la sociedad, en un magnífico ejemplo de moral Hazard inaceptable, y que termina pidiendo que la sociedad compense a los incautos.

Peor es el hecho de que muchos profesionales serios sostuvieron que se trataba de un rollover de deuda, lo que en el mejor de los casos representa una inocencia que no es digna de profesionales con tanto nivel. Sin abrir otros juicios posibles sobre esa actitud.

El estado cuidando a los inversores incautos

Mostrando también la comentada predisposición a inventar necesidades que se transforman por arte de magia en derechos (que paga usted, lector) muchas ponencias sostenían que el estado debía tomar a su cargo la tarea de enseñar finanzas a la población, para evitar que cayera en estas trampas. Socialismo resignado, que alguna vez resumiera Tocqueville magistralmente. Sería acaso mejor concentrar los esfuerzos en enseñar a leer y sumar.

La acción de fondo, que consiste en impulsar y exigir una rápida intervención de la justicia penal, fue la que menos adherentes tuvo en las redes. Mucha más difusión tuvo la idea de algunos damnificados de constituir una sociedad nueva con la deuda y pedir un crédito al Brou, que sería fomentar el nacimiento de un nuevo intento de subsidio, o de algo peor, además de saltear todo el ordenamiento jurídico.

En el caso de Yazaki, la opinión mayoritaria en las redes era que las trabas sindicales eran una excusa de la empresa para justificar su ida del país. Y obviamente, explicando las enormes ventajas que se deben al proteccionismo sindical. Agregando que las empresas deben ser solidarias y devolver “lo que el país les da”.

En nombre de los «pobres» salvan a los «ricos»

Esta forma de pensar no es exclusiva. Y queda claro que las víctimas de Conexión no son pobres, como surge de una simple división del total de acreencias por el total de inversores. Y del conocimiento de la realidad.

Estas maneras de pensar, de transformar cualquier necesidad en derecho, de hacer intervenir al estado en la consecución de esos derechos y querer que éste le quite a la sociedad parte de su patrimonio para resolver esas necesidades, se llama hoy socialismo. Está dañando el progreso de muchos individuos y de muchos países, lo que es peor, sin lograr satisfacer a nadie.

Con un agravante, este reclamo se torna mayoritario a sorprendente velocidad, las mismas mayorías que manejan las democracias, palabra que cada vez quiere decir menos. Justamente Tocqueville, al analizar en sus albores la democracia norteamericana, advirtió de estos peligros que seguramente ocurrirían, y llamó a una revisión del concepto, la revisión de la democracia misma, si se quería preservar sus valores.

El Frente Amplio, con el apoyo de la mayoría, se apresta a poner en práctica todas estas ideas, cuyos resultados ya se conocen en lo económico: siempre la ruina, y en lo político: siempre la pérdida de libertad, la dictadura en algún formato.

La libertad es el único derecho que no se garantiza ni existe para el socialismo.