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Contraviento

Las guerras que perdiste mientras dormías

16 febrero, 2025

Mi prólogo-reseña de este libro de Karina Mariani que no se puede prescindir de leer, que analiza definitivamente el daño del wokismo a la familia, a los niños, a la mujer y al hombre

Por Dardo Gasparré

Si se tratase de encontrar un símbolo y un común denominador de las características de la llamada Agenda 2030 – ahora como tantos de sus objetivos y profecías extendida a 2045 – se llegaría sin vacilar a la épica de las llamadas percepciones de género, sexo, edad, raza, aun especie, que es el hilván secreto y silencioso que las une y las define.

 

Como si fuera una lista de compras de supermercado  se inventaron nuevas categorías y reclamos supuestamente imprescindibles que pretenden ser impuestos como nuevas opciones o como prácticas habituales que se han transmutado en derechos humanos casi obligatorios: el travestismo, la transexualidad, el crossdressing, aun la pedofilia, la pederastia y lo que a cada reivindicador se le vaya ocurriendo, intentando de paso avergonzar o negar a quienes no las practican.

 

Nótese que uso el término épica, que no se refiere el derecho de cada uno a actuar del modo en que la parezca, siempre que no infrinja la ley ni invada el derecho ajeno, sino a la necesidad de defenderlo aun de enemigos que no existen, de imponerlo a la sociedad y hasta de sentirse ofendidos si esa sociedad no comparte sus acciones o hábitos. Una suerte de reverse discrimination permanente y aplicable a cuanta pulsión sienta cada individuo.

 

Karina Mariani estudia el fenómeno, lo describe y analiza cuidadosamente en este libro que ha merecido una cuidadosa investigación previa, que la autora ha sabido compartir con el lector sin abrumarlo con citas bibliográficas, usando ejemplos e historias que parecen a veces de ficción, aunque reflejen la más estricta e irrefutable realidad.

 

“Terrorismo de la autopercepción” o “terrorismo identitario”, así define este conjunto de verdaderas estrategias, que no solamente abarcan la protesta o el ataque callejero incluyendo agresiones personales y el boicot a las empresas, sino que llegan a la virtual “muerte civil” de quiénes no intentan actuar, pensar y sentir como la supuesta gran mayoría de la humanidad y no están dispuestos a aceptar su “culpabilidad” por semejante pecado.

 

Esta necesidad de autojustificación, de autoestima lograda forzando al resto del mundo a parecérsele, igual que en el caso de la pobreza o la ignorancia, que termina en un ejercicio de ira, enojo y revanchismo, (la cancelación es un símbolo de la muerte  del que piensa distinto) está presente en todo el contenido de la Agenda, no importa en qué país o cómo se llame el partido o alianza que la aplique, siempre totalitarios, sin importar tampoco la razón, el objetivo o la causa de la reivindicación, económica, social, ética, política o moral. Hasta llegar a avasallar a la mismísima democracia y a las soberanías nacionales, que no son consideradas capacitadas para comprender y hasta adoptar las costumbres o deseos de las minorías.

 

La otra característica de los planteos del wokismo o Agenda es su absoluta falta de lógica en el razonamiento. Tal vez por eso el modo de imponerlos conlleva siempre un formato de prepotencia, amenaza y amedrentamiento. Mariani lo puntualiza varias veces con ejemplos hasta legales.

 

Su razonamiento sobre el modo en que se llegó a negar la existencia de la mujer como persona es contundente. Hasta llegar a la definición de no-hombre con que la caracteriza la última moda del discurso supuestamente feminista. Una estafa a la defensa de los derechos de la mujer y una cruel burla a sus justas aspiraciones.

 

Hasta se les niega su condición esencial de madres, que la naturaleza les ha otorgado en exclusiva, pretendiendo inventar la figura de “la pareja gestante” o “persona menstruante” y otorgando subsidios y cupos a quienes se disfrazan de mujer, con o sin ayuda médica. Se elimina dialécticamente el uso del nombre “mujer” o “madre”, que evidentemente son considerados una flagrante desigualdad, otra burla lo que enseñan todas las teologías, que le transfieren al ser humano la capacidad Divina de nombrar a los seres y las cosas. El nombre mujer, o madre, no figura desde hoy en adelante en el lenguaje de Dios.

 

El capítulo destinado a la nueva teología identitaria de los niños plantea simplemente un panorama pavoroso. El concepto de que una criatura de 6 o 7 años puede decidir hacerse un tratamiento hormonal que lo transforme en un híbrido o extirparse alguna parte del cuerpo, no sólo sin necesidad del consentimiento paterno, sino sin que los padres tengan la posibilidad de opinar, es monstruoso.

 

No lo es menos que los sistemas de medicina pública, al borde o más allá del colapso económico y médico, gasten sus recursos para supuestamente respetar esos ensueños mientras no respetan la vida. Y la medicina privada transformando en negocio irresponsable cualquier percepción. f

 

La autora no solamente plantea estas incongruencias y delirios colectivos, sino abre una serie de interrogantes sobre el concepto de la autopercepción como derecho indiscutible y deja abierta la puerta para más interrogantes: ¿si alguien se percibe mujer cumple su condena en una cárcel de mujeres, o se jubila 5 años antes en muchos casos? ¿Un pederasta puede alegar que su víctima se percibía como un adulto de 30 años, o que él se percibía de la misma edad que el niño? La exageración en el interrogante es del mismo grado que el despropósito del supuesto derecho. ¿Un golpeador puede alegar que su golpeada se percibía como boxeador?

 

Como en el caso de la invisibilización de la mujer que plantea este trabajo, cabe preguntarse si la teoría del consentimiento, o el “sí es sí”, (defendido como un derecho por muchos periodistas premiados en el mundo) corolario de estas seudoideas, no se termina desprotegiendo del todo al niño. Algunos códigos penales nacionales y estaduales han sido modificados y eliminan los delitos de estupro y violación en el caso de menores, reemplazándolos por eufemismos que minimizan la falta y el castigo.

 

En el capítulo destinado a la destrucción de la familia -una consecuencia de la suma de incoherencias ilógicas del planteo woke – la investigadora deja abierto un planteo de fondo:  la familia es la base de la sociedad, de la civilización occidental, del derecho, de la ley, del respeto, de la educación; destruirla es exactamente destruir todo ese complejo. ¿Cuánto hay entonces de antioccidental en esos planteos?

 

Mariani se ocupa de aclarar que no cree en las teorías conspiranoicas. Más bien debió decir que hace un esfuerzo para no creerlas. La cancelación sistémica de las universidades y de la enseñanza en todos sus niveles, su deterioro y desvirtuación, (no sólo con la ESI) la pérdida del respeto académico que se ha generado por la prédica y por el ciego acatamiento de las casas de estudios ante demandas que merecerían el insulto desgarrador del discurso del ciego de Al Pacino en “Perfume de mujer”, necesariamente coadyuva a la destrucción de la educación, símbolo mismo de la civilización contemporánea en todos sus significados.

 

El desprecio por la meritocracia, que no es nuevo ni exclusivo de los postulados marxistas y woke, es también el campo de cultivo propicio para el desarrollo de teorías sin fundamentos ni prueba alguna, como la pretensión de aprender sin el sufrimiento de estudiar o de graduarse por el simple paso del tiempo.

 

Todas las demandas de la épica de autopercepción y derecho a la elección de sexo o del género, las de destrucción de la familia, las de ocultamiento de las funciones naturales de padre y madre, apoyadas por las teorías de alimentación, antivacunas, antiparentales, vengan de donde vinieran, conducen a la reducción de la población de Occidente.

 

Todos los postulados garantistas confluyen a la despenalización del delito, que para colmo se ha encastrado en la política y la justicia mundial.

 

Toda práctica de aislar a los niños de sus padres para que “no se contaminen ni sean influidos por las viejas ideas y se les despoje de sus derechos es idéntica al experimento de ingeniería social pergeñado por Stalin con su educación.

 

Toda la teoría que sustenta las ideas de identitarismo se basan en postulados sin lógica alguna sostenidas por la simple afirmación, la negación o la cancelación de las opiniones en contrario, o por opiniones dudosas o no fundamentadas. Siempre con el concepto de que si no se nombra a alguien o algo no existe. El más puro y clásico materialismo dialéctico de Engels y Marx. Nada nuevo. Relato o discurso.

 

En 1968 un historiador y filósofo norteamericano Will Durant, tras escribir 10 de los 11 tomos de su Historia de la civilización, una monumental tarea que desarrolló durante 40 años con una no-hombre, su cogestante Ariel Durant, y tras ganar el Premio Pulitzer escribió con ella Las lecciones de la Historia, un opúsculo-corolario de su obra de toda una vida.

 

El punto que más me llamó la atención reza: “siempre hay un pueblo inculto, que no controla la natalidad, que se impone sobre un pueblo culto, que controla la natalidad”. Las constantes de la historia.

 

Gracias, Karina Mariani, por tu obra y por confiarme la tarea de coprologarla.