
Luis Carlos Silva
El origen del “Teatro de las Tijeras” lo podemos encontrar en la pos-revolución rusa de
principios del S.XX.
Después de derrocar al Zar los líderes de aquella revolución se empeñaron en llevar la
sociedad hacia el socialismo/comunismo. Como la verdad es que el pueblo ruso no era
tan radical a la hora de implementar las reformas que, sobretodo Lenin y sus
bolcheviques, querían llevar adelante, surgió la idea de crear dos partidos: bolcheviques y
mencheviques. Los primeros más radicales, los segundos más moderados. Pero ambos
con el mismo objetivo. Lenin tuvo la habilidad de hacer que lo que los mencheviques
proponían fuera aceptado por el pueblo como el camino a seguir, a sabiendas de que
esas propuestas iban a ser lentas y complicadas de implementar. A medida que el tiempo
pasaba el propio Lenin inflamaba a las multitudes con críticas a la inoperancia y falta de avances de los mencheviques. Hasta que consiguió hacerse con el poder suficiente para
avanzar con los cambios más radicales que los bolcheviques querían. El plan de Lenin
funcionó a la perfección. Él controlaba los dos grupos tras bambalinas y ante el público los
hacía aparecer como rivales. Stalin también empleó esa técnica.
Brasil
A partir de 1994 en Brasil existió una hegemonía política de la izquierda. El PSDB (Partido Social Democrata Brasileiro – centro-izquierda) y el PT (Partido dos Trabalhadores –
izquierda) dirigieron los destinos del gigante de Sud América en forma casi continua.
Comenzando por Fernando Henrique Cardoso (PSDB) (1/1/1995 – 1/1/1999 y 1/1/1999 –
1/1/2003), siguiendo por Lula (PT) (1/1/2003 – 1/1/2007 y 1/1/2007 – 1/1/2011), luego
Dilma Russeff (PT) (1/1/2011 – 1/1/2015 y 1/1/2015 – 31/8/2016) que no terminó su
segundo período de gobierno al ser llevado adelante un juicio político que la sacó del
poder, entrando su vice, Michel Temer. Temer pertenece al MDB (ex PMDB Partido do
Movimento Democrático Brasileiro). Partido éste que representa paradigmáticamente al
llamado “centrão”. O sea aquellos políticos, sin ideología, fisiológicos, que tanto apoyan a
la izquierda como a la derecha según su conveniéncia. Luego llegó Bolsonaro y ahí se
rompieron todos los moldes. Para terminar con el actual gobierno de, nuevamente, Lula.
Pero el tema es que hasta que apareció Bolsonaro, las elecciones se disputaron, a partir de la fecha que elegimos como base (1994), básicamente entre PSDB y PT. El PSDB presentó en ese período vários candidatos: 1994 y 1998 – Fernando Henrique Cardoso, 2002 – José Serra, 2006 – Geraldo Alckmin, 2010 – nuevamente José Serra, 2014 – Aécio Neves, 2018 – Geraldo Alckmin. Después de Fernando Henrique
Cardoso nunca mas ganó. Siempre fue la “oposición” al PT. El desenlace de esa “pelea”
se dió en las últimas elecciones. Las del 2022 que Lula le ganó a Bolsonaro. ¿Por qué
hablo de desenlace? Porque el vice en la fórmula que encabezó Lula fue Geraldo Alckmin (candidato por el PSDB en 2006 y 2018 contra Lula). Un detalle que ayuda a entender
este “Teatro das Tessouras” (brazilian style) es que todas las veces en que se dió algún
escándalo en los gobiernos del PT (con excepción del segundo de Dilma Rousseff) el
PSDB nunca respaldó un proceso de juicio político para sacar a la izquierda del poder. Siempre alegó que era mejor “dejar sangrar” al gobierno así en la próxima elección
podrían alcanzar el poder. El PSDB nunca quiso realmente que el PT saliese del poder. El
PSDB eran los mencheviques y el PT los bolcheviques. Cuando, a partir de la mayor
influencia de las redes sociales y de la información distribuída y descentralizada que
Internet trajo, los votantes brasileros empezaron a darse cuenta de que existia ese “Teatro e las Tijeras”, el PSDB comenzó a deshacerse. Quedó en evidencia que los dos partidos seguían directrices políticas muy semejantes, especialmente en áreas como la económica y la administración pública. Ambos han sido campeones en aumentar el tamaño del
estado. Hoy en día el PSDB es un guiñapo al lado de lo que llegó a ser a fines del siglo pasado. Ya se habla de que va a ser absorbido por el PSD (Partido Social Democrático).
Ni siquiera va a haber una fusión. El PSD se lo va a tragar entero.
¿Existe la versión uruguaya de ese Teatro de las tijeras?
El sistema político uruguayo se jacta de tener dos de los partidos políticos más antiguos
aún en actividad. El Partido Nacional y el Partido Colorado. Sabemos que nacieron juntos
allá por 1836. En principio los blancos representaban intereses rurales y conservadores y los colorados intereses urbanos y progresistas. Y eso se vió durante casi todo el primer siglo de su existencia. Pero a principios del S.XX ese perfil tan diferenciado se fue
desdibujando. Los colorados tuvieron que ver que el futuro económico del país pasaba
por el campo y los blancos no puderon menospreciar el empuje que hacía avanzar la
sociedad partiendo de las ciudades (básicamente Montevideo). Los colorados fueron gobierno durante la mayor parte del tiempo durante el siglo pasado. Los blancos solo
gobernaron dos veces. Y esas dos veces, ¿realmente hubo diferencias substanciales con
los gobiernos colorados que los precedieron y los sucedieron? Hasta donde yo sé (que
puede ser que no sea mucho) la respuesta es NO. Llega el S.XXI y llega la izquierda al
poder. Por lo menos en forma nominativa ya que desde la época de Don Pepe Batlle y, sobretodo, a partir de el gobierno de Luis Batlle, la filosofía socialista o, si se quiere, social-demócrata, permea en todos los políticos uruguayos. Las medidas que toma Don
Pepe y luego Luis Batlle no son eliminadas o disminuídas por ningún otro gobierno de
ningún partido. Que yo me acuerde ni durante el gobierno militar se achicó el tamaño del
estado o se eliminó alguna empresa pública por citar un par de ejemplo de ideas
batllistas. Yo diría incluso que las ideas socialistas se van profundizando a medida que
transcurre el S.XX y calan muy hondo en el S.XXI. El Frente Amplio gobierna durante 15
años. Declina. Cae. Y cede el lugar al Partido Nacional. Que llega clamando que va a
hacer que los uruguayos sean más libres. Aún teniendo en cuenta que hubo pandemia,
hubo sequías, hubo crisis hídrica, no se cambió casi nada. Y se dejó el teatro en condiciones de que volviera el anterior director de escena. Volvió el Frente Amplio. Que, a
pesar de que criticó hasta el absurdo al gobierno Lacalle, hasta ahora no ha planteado
ninguna reforma fundamental a lo realizado por éste. Como en Uruguay el tiempo de
interpretación del “Teatro de las Tijeras” ha sido más largo, podemos cambiar algunos de
sus protagonistas. Podemos empezar pensando que nuestros “bolcheviques” del S.XX
empezaron siendo los colorados y nuestros “mencheviques” eran los blancos. Llegados al
S.XXI y, teniendo en cuenta que el Partido Colorado parece llevar el mismo destino que el
PSDB brasilero, los bolcheviques criollos de verdad, insrtados en el FA, son los que mejor
pueden llevar ese álias, dados sus orígenes y los actuales mencheviques… pues siguen
siendo los blancos. Llevamos mucho más de un siglo en que la alternancia en el poder en
Uruguay no se refleja en nada en la vida cotidiana del uruguayo. El tamaño del estado
siempre aumenta. El uruguayo sigue corriendo para conseguir parar la olla. En 2000,
cuando yo salí del país ya tenía claro de que en Uruguay se sobrevive, no se vive. En
2023, cuando intenté volver a vivir en mi país, me di cuenta de que no había cambiado
nada. Si eso no es una perfecta muestra de que existe un teatro de las tijeras uruguayo,
no sey qué pueda serlo. Casi podríamos decir que se sigue a rajatabla la máxima del
Gatopardo: en Uruguay se cambia para que todo siga igual. Y la clase política está muy cómoda con eso. Ya es hora de hacer algo diferente.