
Las empresas cierran, y lo hacen por muchas razones. Nunca vi que alguna se salvara con una huelga, más bien lo contrario. Solo desde la postura quejosa y victimista a la que lamentablemente dio marco teórico Marx, desde entender el funcionamiento de la Sociedad a través de la «lucha clases», de «buenos» y «malos», de la presunción de «explotación», se puede pensar que la hostilidad es un camino sostenible a la prosperidad.
Los “empresarios” son personas, de hecho, la mayoría de las veces, al menos en Uruguay, donde el 91% de las empresas tiene menos de 10 empleados, el empresario es un trabajador más, que trabaja lo mismo o más que la mayoría de sus empleados. Como personas que son, tratan de maximizar su ecuación económica: maximizar sus ingresos y minimizar sus gastos. Es lo mismo que hace usted cuando va a comprar a un supermercado: busca el mejor producto al menor precio ¿O pregunta para comprar el más caro y el que pagó más salarios para ser producido?
Claro que va a tratar de evitar pagar despidos, y cualquier otro costo que se pueda sacar de encima. Justamente la existencia de la indemnización por despido obligatoria (entre otras normas laborales) es un causante de que muchos empresarios decidan tener menos empleados.
Es falso que “el empleado es el eslabón más débil de la cadena de producción”. Las relaciones laborales son diversas y el poder de negociación de cada parte varía según la situación del propio trabajador (sus habilidades y opciones), la de la empresa contratante y la demanda general del mercado laboral. Esa es una situación dinámica.
La Economía es movida por las personas, ofreciendo y adquiriendo bienes y servicios, algunas en el rol de empresarios, otras en el rol de empleados, y muchas veces en ambos roles. No hay economía sin personas que ofrezcan su fuerza de trabajo, ni tampoco sin personas que arriesguen capital y tengan la capacidad de combinar eficientemente los factores productivos. El desarrollo económico se basa en la colaboración voluntaria de actores, no en el conflicto (mal que le pese a Marx y su nefasta lucha de clases).
Afortunadamente, en una economía de mercado, como cada individuo busca maximizar su ecuación económica, se generan millones de decisiones buscando óptimos. De esa manera, si inviertes en tecnología y eres más eficiente, puedes producir más a menor costo. Eso hace que el acceso a bienes y servicios sea mayor: una sociedad más rica, con productos que antes eran un lujo, al alcance de todos.
En ese proceso se reduce la mano de obra en algunos sectores y se genera demanda de esta en otros. Está ampliamente demostrado que el “ludismo” no tiene ningún sustento.
Sobre el tema de lo que deberían hacer los empresarios con sus empresas, cada cual es dueño de manejarla como disponga. Las empresas compiten por la mejor mano de obra, los mejores proveedores, los mejores clientes y establecen estrategias para ello.
Si paga por debajo de lo que el mercado está dispuesto a aceptar, no conseguirá trabajadores, lo mismo que si su clima organizacional no es bueno, etc. Cada empleador decide lo que ofrece y cada empleado decide lo que le sirve o no (algunos priorizan el clima, otros la paga, otros flexibilidad horaria etc.). Incluso este último puede decidir abrir su propio negocio y dejar de ser empleado o ser empleado teniendo, además, su propio negocio.
Todos personas mayores tomando decisiones, con miles de posibles combinaciones.
Lo sano, lo funcional, sería que si a alguien no le sirve una relación comercial (como lo es la relación laboral) la termine y siga su camino, tanto una parte como la otra. Los países con mayor desarrollo y menor desempleo siguen esa lógica.
Es bastante contradictorio ver al empleador como un maligno y avaro señor feudal y a la vez reclamar una relación “filial” diciendo que este debe “cuidar” del empleado como “buen padre de familia” (derecho laboral) con el cual tiene en “relación de dependencia”, término nefasto si los hay pues infantiliza al trabajador y lo presupone en un estado de indefensión y minoría de edad.
Uno de los grandes saltos del Capitalismo, como modo de producción, es presuponer al individuo como par para negociar (que no siervo o esclavo) y esta igualdad ante la ley (y filosófica) es la base de la democracia moderna.
No construyes una sociedad democrática con víctimas y victimarios. La construyes con ciudadanos, sin complejos de superioridad o inferioridad. Por eso el Marxismo genera sociedades enfermas, victimizadas, de infantes en cuerpo de adultos con ceños fruncidos, siempre protestando por algo que el mundo les hizo.
Las sociedades sanas y prósperas se construyen con individuos responsables de sí mismos.
Ese, en el fondo, es nuestro verdadero reto.