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Contraviento

Los «SAP» y los «terrajas»

18 marzo, 2023

Los “SAP” y los “terrajas”

Por Pablo Vierci

El debate de la semana aggiornó el marco conceptual de las categorías ideológicas del terruño.

El debate de “izquierda y derecha”, que viene de la Revolución Francesa, pereció hace mucho. La Guerra Fría en América Latina, y particularmente la Revolución Cubana,  trajo la dicotomía entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, imperialistas o anti-imperialistas, cubanistas y yanquis.

La base siempre era una supuesta Supremacía Moral de unos y la indignidad ética de los otros, unos luchando y pensando por el bien mayor del pueblo, y los otros por sus privilegios y bolsillos, chupando la plusvalía de los desgraciados trabajadores, aunque ellos mismos lo fueran, pero estaban alienados, y “pensaban como los patrones”.

Esto empezó a cambiar cuando se tambalearon los santuarios, a los que bendecían los fieles, como la caída de la  URSS o cuando la Revolución Cubana se convirtió en sainete.

Internet fue el tiro de gracia, y el Supremacista Moral no encontró soportes físicos, o históricos, o realistas, porque en la pantalla del celular se veía lo contrario de lo que  predicaba, y así llegamos a las nuevas categorías de la posverdad y las fake news: el “Supremacista Auto Percibido” (“SAP”) y los otros, a los que ahora llaman “Terrajas”, o advenedizos, fornegas, berretas, ordinarios, de categoría inferior a los primeros, porque no acceden a las mieles de la Verdad Revelada, aunque esta ahora sea puramente imaginaria y “auto percibida”.

La fase superior del “puro verso” de antaño es el presente, el “metaverso”. Para quien no comprende acabadamente el concepto, la nueva película que ganó el Oscar, de nombre difícil de retener, es un canto al “metaverso”. Intente comprenderla y llegará al corazón del nuevo tiempo.

Antes un “Supremacista Moral” tenía que serlo y parecerlo, ser percibido desde afuera, debía trabajar o actuar para ello, desde actitudes más radicales como ser espía de la URSS, o asesinar a un par de civiles en aras de la revolución redentora, o posar de moderado y quedar generalmente atrapado y comprimido en la morsa de los extremos.

En el presente, como es “auto percibido”, no requiere ningún esfuerzo.

De andar abúlico, con tendencia al sobrepeso, al despilfarro y a la desidia, los “SAP” circulan por la vida muy sueltos de cuerpo porque no tienen que rendir cuentas de gestión alguna. Y en todo caso ahí están los “Terrajas” para las tareas profanas, corregir los números que no cierran, bajar la inflación y el desempleo, reducir el déficit fiscal o votar una reforma de la Seguridad Social, mientras los otros pueden darse el lujo de movilizarse o cacerolear, a sabiendas de que la ley es imprescindible, pero no se van a ensuciar las manos en el lodo de la mersa.

Como el “SAP” es superior a cualquier ente conocido, no requiere rendir examen, desvelarse con estudios ni trabajo (tampoco requiere títulos o cartoncitos, si se “auto percibe tenerlos”): basta con la convicción interior e íntima, avalada por los otros conversos, de que, por creer en las bondades de las causas solidarias, se es más progresista. El Hombre Nuevo de hogaño es una caricatura de aquel que creó el Che Guevara, con la boina y el fusil en bandolera.

Como los “SAP” no buscan la verdad sino las apariencias, son impermeables al debate. Los “Terrajas” se afanan en explicar realidades, con argumentos, números, las bases de la democracia republicana, de la redistribución de la riqueza, pero los “SAP” no los escuchan ni los entienden, porque se basan en percepciones, sensaciones. Lo otro son terrajadas de los realistas, cuando ellos son impresionistas, como Van Gogh, o Lali Espósito.

Básicamente, un “SAP” es un niño caprichoso. Necesitado de que se le complazca en todo, vive enfrentado y enojado con los límites del mundo adulto. Es insaciable y hay que consentirlo en todo, a como dé lugar, para que no le venga la pataleta.

Los 15 años de gobierno progresista les hizo creer que el mundo y el futuro les pertenecían a perpetuidad. Antes de ellos estaban los dinosaurios, y después vino el diluvio. No consiguen comprender cómo, con tanta “Superioridad Auto Percibida”, unos “Terrajas” cualquiera pudieron sacarlos del trono maravilloso de las prebendas y dejarlos ladrando a la intemperie.

Desde esta nueva categoría se entiende mejor todo el comportamiento de los “SAP” en la pandemia y en el después. El “gobierno paralelo”, las vacunas rusas, la cuarentena obligatoria, la renta básica, las aglomeraciones para desafiar al virus, o las consignas de la lucha contra la LUC: los desalojos exprés, el gatillo fácil, la quiebra de Antel.

Y más se desesperan los “SAP” cuando unos simples “Terrajas” hablan de “humanismo”, o piensan, además del empleo y la economía, en los más vulnerables, como el discurso del Presidente el 2 de marzo: esos conceptos les pertenecen por herencia, no se compran en el mercado de la oferta y la demanda, como hacen los “Terrajas” de la burguesía.

El “palo en la rueda” es imprescindible y moralmente justificado para no dejar entrar a los bárbaros al Palacio de los auto-percibidos.

Para el “SAP” el gobierno es mío y si no es mío no es de nadie. El “SAP” es locatario, el “Terraja” siempre será un visitante. No es que no están preparados para perder: no pueden hacerlo, y si toca no ganar, pues se termina el juego y “me llevo la pelota para mi casa”.