¿El Siglo XXI es de Derecha?

En sus orígenes, allá en medio de la Revolución Francesa, las definiciones de “Izquierda” y “Derecha” eran bastante claras: mientras la primera representaba la renovación, el cambio y el rupturismo, la segunda era expresión de una lógica conservadora, tanto en lo económico como en lo social. Sin embargo, los últimos años han mostrado la pérdida del monopolio de la “rebeldía” por parte de la izquierda (ver “¿La rebeldía se volvió de derecha?” de Pablo Stefanoni). A su vez, el surgimiento de una izquierda defensora a ultranza de cierto “statu quo” y cierta moral, custodiada con ahínco y virulencia, guarda fuerte similitud con la de los más acérrimos conservadores de “Dios, patria y familia”. Es decir: a la Derecha le nació un ala rebelde y a la Izquierda una conservadora. Esto hace que las definiciones “izquierda-derecha” hayan dejado de estar en el eje “conservador” — “rupturista” en que se originaron. Por el contrario, un análisis de las distintas ofertas y discursos políticos de las últimas décadas, nos lleva a pensar que el eje ha pasado a ser “individualismo” (para la Derecha) versus “colectivismo” (para la Izquierda). Esta lógica comenzó a entronizarse en el siglo XX, cuando el Marxismo (fuertemente colectivista) empezó (y terminó) copando el “sentido común” de la izquierda, lo que fue dejando al Liberalismo (esencialmente “individualista”) cada vez más a la derecha, donde se encontró con el individualismo (muchas veces rural) de la Derecha Tradicional.

Este copamiento ideológico de la Izquierda ha devenido en la homogeneización de su oferta política, al mismo tiempo que una complejización de la oferta política de la Derecha, que incluye, ahora mismo, desde “libertarios anarcocapitalistas” hasta “conservadores tradicionalistas”.

Esta variopinta “Nueva Derecha” ha entrado con fuerza en la segunda década del Siglo XXI, ante los ojos atónitos, sobre todo de la Izquierda, que no la entiende, muchas veces la caricaturiza y trata de deslegitimizar. Los análisis que he leído hasta el momento, han sido todos desde el punto de vista de la “oferta política”: Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, los Liberales Libertarios en Argentina y otros movimientos de la “Alt Right” (Derecha Alternativa), sin embargo, poco o nada se lee del lado de la “demanda”. Indudablemente estos movimientos políticos, que logran decenas de millones de votos, responden a alguna necesidad de quienes los votan. ¿De dónde salen tantas voluntades? Mi hipótesis es que el cambio en la forma de vida de las personas, ha condicionado la interpretación que tienen de la realidad, y nuevos estilos de vida llevan a nuevas interpretaciones.

El Siglo XX puede considerarse fuertemente propicio para el pensamiento “colectivista”. La era Industrial, fábricas con miles de empleados, urbanización acelerada, empujaban a entender el mundo desde una lógica “colectiva” más que “individual”. Por el contrario, el pensamiento “individualista” se vio cada vez más relegado a los ámbitos rurales, que se iban encogiendo más y más. Sin embargo, la fuerte irrupción tecnológica del Siglo XXI vino a cambiar eso. Si bien el proceso de urbanización ha continuado, la sociedad se vuelve cada vez más “personalizada” y por tanto más “individualista”. Las grandes fábricas donde miles de empleados compartían espacio, han sido sustituidas por el teletrabajo, a través del cuál también miles se coordinan, pero cada cual desde su casa. El espacio forzosamente compartido de un televisor en la sala de la casa, se ha sustituido primero por un televisor en cada habitación, y luego por un celular en cada mano. La publicidad, que antes era exclusivamente emitida para todos por radio, TV o en una valla, ha sido reemplazada por otra totalmente personalizada a través de las redes. Vivimos en un mundo “customizado” a la medida de cada individuo, y eso atomiza el pensamiento colectivo, al no forzarnos a negociar (ni siquiera qué vemos en la televisión), sino dejarnos cómodamente en nuestra propia “caja de resonancia” personal. Es una especie de “ruralización” mental. En cierta forma, incluso viviendo en una gran ciudad, e interactuando a través de las redes sociales, todos somos cada vez más ese señor ermitaño en una cabaña en el bosque. Compartimos el escepticismo del señor: somos cada vez menos “masa”, menos “colectivo” y más “individuos”.

Este es justamente el arquetipo de persona de Derecha. No debe extrañar entonces, que la sociedad se vuelque cada vez más por las opciones políticas que representan esta forma de entender el mundo.

Algunos analistas, sobre todo identificados con la Izquierda, justifican este avance de la Derecha con un “aletargamiento” de la Izquierda y plantean la necesidad de generar “nuevas utopías” para “reconquistar” a los electorados. Creo que tienen miedo de “mirar al abismo” y descubrir que el problema es más profundo: de “demanda”, en lugar de “oferta”, y no parece que vaya a cambiar.