Pasadas las Elecciones Internas, las de la más baja participación porcentual desde que estas fueron instituidas por la Reforma Constitucional de 1997 -voluntarias para los votantes, obligatorias para los partidos- con apenas 1 de cada 3 habilitados yendo a votar, conviene alejar la lente para abarcar, en el análisis, un poco más que la anécdota y centrarse en el contexto.
El pasado viernes, nuestro Director Graziano Pascale publicó una densa (por contenido) pero breve nota -lo bueno, si bueno, breve- donde pone la mirada en perspectiva histórica, dándole a la elección un contexto que, de lo contrario, se agotaría en los meros resultados, previstos además. Aquí la nota en cuestión: Internas, el gran teatro de las emociones – Contraviento
Lo bueno de densidad conceptual y brevedad expositiva, es que deja mucho paño para cortar.
Después de los fuegos artificiales
A una semana de la cita electoral, aparte de los mojones históricos que marca Pascale, hay un hecho para mí muy significativo que no debería obviarse. Me refiero a que el foco del debate, no bien conocidos los poco sorprendentes resultados, se corrió rápidamente hacia las movidas de los candidatos en la selección y anuncio de sus fórmulas presidenciales con la designación de los candidatos a Vice.
A tal punto que, desde hace una semana, no se habla de otra cosa.
El Frente Amplio, cada vez menos amplio
Un apunte a los resultados, como al pasar, para que lo de cada vez menos amplio parezca un exceso de cinismo: la sumatoria de los sectores más radicales (MPP y PCU) siguen creciendo, dejando a «los moderados» en un papel cada vez más testimonial.
Inmediato al anuncio de los resultados, el Frente Amplio, anunció que se cumpliría con lo dispuesto por la Mesa Política, designando a la precandidata perdedora, Carolina Cosse, para completar la fórmula con el ya candidato electo Yamandú Orsi.
En lo que constituyó un claro intento por transmitir certezas y ganar centralidad política, fue el primer anuncio que tenía mucho de anunciado. Apenas si asomaba alguna crítica por la bajísima performance de la intendente montevideana, y la fútil intentona del sempiterno inquilino de micrófonos, anunciando grandes jugadas.
Tal prisa por cerrar la fórmula, si bien lograba acallar cualquier intento de disenso, también conllevaba -y es lo que parece haber sucedido- el riesgo de dejar más en evidencia que el candidato Orsi, a pesar de su holgado triunfo, está y estará condicionado a lo que disponga el Soviet Supremo.
El Partido Nacional
Una tormenta con matracas que se diluyó tras el esperado anuncio -que ya comenzaba a sonar, para algunos, tardío- del candidato ganador del Partido de gobierno, Álvaro Delgado, de su acompañante. Caídos algunos escenarios más o menos previsibles, si la votación de sus dos retadores, Raffo y Gandini, hubiera sido sustancialmente mayor, la resolución asomaba como una posible gran sorpresa.
Con un Delgado fortalecido tras su aplastante triunfo, y el presidente tras bambalinas, el candidato movió fuerte con dos jugadas simultáneas: la designación de Valeria Ripoll, exdirigente sindical de peso, exmilitante comunista y reciente incorporación (¿se habrá incorporado con ese propósito?, se pregunta el columnista, habida cuenta que tanto Delgado como Lacalle Pou suelen mover con varias jugadas por delante) al Partido Nacional.
Y, una segunda, no menor, que tendrá capital importancia en la campaña por venir -mucho más si se tiene en cuenta que habrá Plebiscito impulsado por el PIT-CNT- fue el anuncio de que el futuro expresidente, encabezará todas las listas al Senado del Partido Nacional.
Como suele suceder en política, las matracas en torno a Ripoll, acallaron este segundo hecho político que, para este columnista, terminará siendo mucho más relevante al final del partido.
La candidatura de Lacalle Pou al Senado, le permitirá ingresar de lleno a la campaña, en oposición al Proyecto de Reforma Constitucional sobre la Seguridad Social.
Las posibilidades de aprobación del “Proyecto” son directamente proporcionales a la solidez del mismo, una mala copia de lo que ya hicieron los populistas argentinos y bolivianos para apropiarse de los ahorros de los futuros jubilados (confiscarlos, estatizarlos dirán algunos, apropiación indebida probablemente sea la figura delictiva propuesta), cuyos resultados eximen a la columna de mayores argumentos.
Más que a razones de índole legal, jurídico y económico, sobre los que abunda el recién publicado libro del Dr. Rodolfo Saldain y el Dr. Gonzalo Martinez Alba “Plebiscito Constitucional de la seguridad social”, el proyecto es un Frankestein mal ensamblado desde su misma gestación.
Con los votos de apenas un tercio de la Mesa Representativa, con la oposición de sindicatos decisivos como AEBU, sin el apoyo de ningún partido político (ni siquiera del propio socio carnal, el Frente Amplio) ni de precandidato alguno, menos aun de entidades sociales y empresariales, y con toda la Academia en contra, con una solitaria defensa por parte del disonante septuagenario Economista Jorge Notaro que mejor no hubiera sucedido, parece difícil que salga adelante.
Para completar el probable fiasco, a pesar de haber optado por el camino de la Reforma Constitucional, que solamente les requería la firma del 10% del padrón electoral, tuvieron que llevar adelante la más desprolija recolección de firmas (se me ocurren no menos de media docena de términos menos elegantes pero más certeros para calificarla), rechazado el 25% -récord histórico- de firmas inválidas, parece poco probable que los uruguayos en su sano juicio vayan a depositar su futura jubilación en las manos de tamaños aventureros.
Con un más que probable resultado adverso para los terroristas previsionales (perdón, reformistas) la participación del Presidente Lacalle, un mandatario que llega al final de su mandato con casi 50% de aprobación y apenas un poco más de 30% de rechazo, sería un activo más a capitalizar por el candidato oficialista, y por la Coalición toda.
Nuevos tiempos, nuevos liderazgos
Hay que ver que, como muy acertadamente anotaba Pascale, el Lacalle Pou dirigente no solo se consolida como jefe indiscutido de su partido, en una proporción como no se recuerda en sus filas partidarias, sino que además comienza a tomar cuerpo un formato de liderazgo coalicionista.
La apelación a una figura joven, proveniente de otro partido y desde las antípodas ideológicas, es una jugada de alto riesgo. Tampoco ello, hay que minimizarlo.
Aquel acuerdo de 1958 de Herrera con el colorado-ruralista Benito Nardone -que le permitió el triunfo electoral tras casi un siglo- también le costó una nueva escisión en el partido con la conformación de un nuevo sector, la UBD (la Unión Blanca Democrática) a la postre, y luego del cruento divorcio del matrimonio por conveniencia Herrera-Nardone, la «comadreja colorada metida dentro del gallinero blanco», un sector importante.
Aunque poco probable, dadas las diferentes circunstancias y liderazgos, en la Convención encargada de ratificar la fórmula Delgado-Ripoll, podría darse algún tipo de fisura partidaria interna.
Salvo algunos matices, y alguna manifestación aislada, tanto desde el sector de Gandini como desde el de Raffo, no se han manifestado mayores disonancias.
Mención aparte merece, no por su muy escasa significación electoral sino por la altísima exposición pública, la de la exfiscal Fossati, que tras una destemplada -incluso para los parámetros del sector de Raffo- salida crítica hacia la designada Ripoll, anunció su retiro del Partido Nacional. Estadía breve la suya, toda vez que se había dado tras su, también, intempestiva renuncia a la Fiscalía. Tras el ruido y la previsible ronda de micrófonos, se produjo otro volantazo y aquella que el día antes había renunciado al Partido Nacional para no renunciar a los principios del Partido Nacional, anunció -mediante conferencia de Prensa en el propio Palacio Legislativo- su adhesión al Partido Colorado y al liderazgo del Dr. Andrés Ojeda, para seguir siendo fiel al Partido Nacional.
Este hecho, anecdótico si no fuera que crecientemente la política se “faranduliza” a extremos que dan lástima, no tendría mayor significación, salvo que muestra, aquí también, una lógica nuevamente coalicionista. Algo que, en la otra gran Coalición, la del Frente Amplio, fue moneda común, la del traspaso de dirigentes de un sector o partido a otro, comienza a instalarse también dentro de los partidos republicanos coaligados.
Tal vez que, como previsión ante posibles vientos internos y respondiendo a esta incipiente nueva lógica, es que el liderazgo lacallista comience a mostrar ese talante coalicionista -que tiene un significativo correlato con el discurso del claro y contundente ganador colorado, Andrés Ojeda y que asoma como un socio más afinado hasta generacionalmente- y que se expresa, con algunas apariciones de un hombre que forma parte del riñón del Presidente, Martín Lema, perfilándose como el hombre del Partido Nacional, para ser candidato bajo el Lema Coalición Republicana en las elecciones departamentales del próximo año.
Agregadas a esas manifestaciones, que apuntan a trascender la lógica partidaria interna -endogámica también en sus conflictos- con una nueva lógica de perfiles dentro de un todo común, al columnista le parece que apuntan algunas tímidas señales, básicamente en redes sociales, provenientes del Partido Independiente y de Cabildo Abierto, en apariencia dispuestos a apostar en serio por Montevideo.
Que el presidente haya reservado para esa instancia a una de sus principales espadas, es toda una señal.