Escribe Alfredo Bruno
Los episodios de violencia que se produjeran en las últimas horas en diversos Liceos de la Capital parecen tener un origen muy lejano a los que se manejan desde sectores hiperpolitizados, pero están unidos por un nexo común, el Horror Vacui.
Esa expresión latina, textualmente Horror al Vacío, ha tenido diversas aplicaciones, tanto en el campo del arte como de la ciencia, donde se acuñara una frase tan maravillosa como inexacta: “La naturaleza aborrece el vacío”.
Sin embargo, como veremos esa sentencia toma especial relevancia en materia de constructos sociales, si se la complementa con la idea de autoridad, de poder. La naturaleza aborrece el vacío de poder, de autoridad.
Los Hechos
Tras los bochornosos sucesos del IAVA, que en puridad justificarían la remoción de gran parte de su plantilla, comienzan a sucederse episodios de violencia en determinados centros de enseñanza secundaria.
Lamentablemente, es una realidad que no es nueva. Nos consta que al menos en la última década hechos de este tipo se han vuelto moneda corriente, como otros episodios similares hasta hace poco inimaginables. No obstante, en esta oportunidad se han disparado muchas alertas, en vista de la presunta coordinación de los mismos, su repercusión a través de las redes sociales y la proliferación de informaciones contradictorias que hasta manejaban eventuales heridos de arma de fuego, así como el contundente resultado de la acción policial en el caso del Dámaso, donde se lograron ocho detenidos: un mayor de edad de 18 años, tres jóvenes de 17 y cuatro de 16 años.
De inmediato, vista la confrontación existente en el marco de la Reforma Educativa, comenzaron a circular versiones tremendistas. En minutos llegaron a las redes de CONTRAVIENTO “versiones posta” que nos aseguraban que “se trataría de una acción coordinada de grupos organizados que buscan desestabilizar la educación, y así a la reforma y al gobierno.”
Dos doritos después la “posta” cambiaba de signo: “Es una opereta, operación de falsa bandera de la ultraderecha, es idéntico al accionar de la JUP en los 60 y 70, por eso no hay nadie preso. Hicieron todo esto como justificativo para sumariar al Director del IAVA”
Como siempre, la realidad está muy lejos de los extremos, y tras un par de llamadas y algo de exploración de superficie CONTRAVIENTO pudo llegar a la verdad, que está a años luz de cualquier motivación política o sectorial, no tiene heridos ni armas de fuego y responde a problemas personales entre jóvenes de distintos liceos, originados en ámbitos comunes, ajenos por completo a la enseñanza.
Por obvias razones no daremos más detalles, pero se trataría de situaciones en las que la reforma educativa es la última de las preocupaciones de sus protagonistas.
Esa hipótesis encuentra apoyo en algunos de los videos relacionados a los incidentes en el Bauzá que circularon por redes sociales, donde cuesta un significativo esfuerzo hallar cualquier esbozo de motivación racional, por leve que fuera.
No obstante, estas manifestaciones encuentran un cauce en virtud de una serie de situaciones previas, a las cuales se llegó ciertamente por motivaciones políticas, en un sentido u otro.
Zonas Liberadas
Lamentablemente, en los últimos años se habló mucho de zonas liberadas, adonde no podía acceder el control del Estado y sus distintos estamentos. Mal que nos pese a los liberales reales, la realidad es que esas zonas no eran “tierras de leche y miel” sino reductos al mando de modernos Señores Feudales que establecieron en ellos sus cotos de delito, violencia y terror, reduciendo a sus habitantes a meros vasallos.
Como antes en las favelas, nos tocó ver aquí incluso calles cerradas, verdaderos “desalojos express” a punta de pistola y hasta una suerte de fuertes con vigilancia electrónica, todo con el único objetivo de poder delinquir más y mejor.
Eso solo fue posible porque el Estado se retiró de esas zonas, por una serie de razones que sería muy extenso tratar, pero que pueden dividirse groseramente en dos grandes áreas, pusilanimidad y connivencia.
Producido ese retiro, creado ese vacío de poder, inmediatamente el mismo fue ocupado por otro, de la misma forma en que el león joven al llegar a la madurez se enfrenta al león viejo y lo expulsa de la manada.
Algo por el estilo ha pasado, desde hace mucho tiempo, en los establecimientos educativos públicos, donde el poder real se ha retirado paulatinamente, se ha dejado de ejercer, con lo que se creó así un campo fértil para que otros poderes se establezcan, previa una lógica y natural pugna entre ellos.
Como las manzanas…
A todos nos debe haber pasado el aprestarnos a saborear una deliciosa manzana, con una imagen ideal, y descubrir al primer mordisco que está podrida, pese a que nada lo delate por fuera. Sucede que las manzanas, como los grupos humanos, siempre se echan a perder desde adentro.
Décadas de uso por parte de los docentes de sus educandos como rehenes de sus luchas sindicales o políticas llevaron a establecer una suerte de “Síndrome de Estocolmo”, donde ambas partes comenzaron a visualizarse como aliados primero, como pares después.
Allí, casi sin querer, por pusilanimidad o connivencia, herido tal vez por las mil saetas de adolescentes reales, afiladas por las piedras de adolescentes cincuentones, murió el principio de autoridad.
Podrido entonces el corazón de la manzana, era solo cuestión de tiempo que contaminara a todo lo que estuviera a su alrededor.
Sumado a ello, y en parte como consecuencia, se produjo otra retracción del Estado, en lo tocante a la vigilancia preventiva, disuasoria y represiva por parte del Ministerio del Interior.
Despacito y por la sombra
En la vieja dinámica policial, cada Encargado de Turno en cada Unidad conocía de antemano cada acción donde potencialmente podía requerirse la presencia policial y así disponía de sus efectivos para, en la medida de las posibilidades, cubrir cualquier eventualidad antes de que se produjera.
Partidos de fútbol, fiestas, ferias vecinales, todo tipo de concentración de público recibía al menos una patrulla pedestre, que a su vez sabía que tenía cerca a algún móvil atento. Los horarios de entradas y salidas de escuelas, colegios, liceos y UTUs no escapaban a esa norma, sobre todo en los centros con gran convocatoria.
Claro, luego cambiaron los paradigmas, llegó la tecnología, y la apuesta fue poner muchas unidades en los sitios de gran actividad delictiva y dejar el resto de la cuidad a la espera de llegar a guarismos que justifiquen el despliegue. O sea, combatir al delito después que sucedió.
Sumemos a ello la polarización entre las fuerzas policiales y todos los actores de la enseñanza, donde hasta se llegó a dar por sentado una norma inexistente en torno al ingreso de funcionarios armados a las Instituciones, y es entendible que la Policía actual no tenga demasiados deseos de verse envuelta en conflictos con alumnos y/o profesores, sabedores además de que en caso de llegar a estrados judiciales una situación de esa naturaleza no la van a pasar bien, bajo ningún concepto.
Así las cosas, la mesa estaba servida para que el conflicto se presentara y sabido es que los problemas nunca faltan a la cita.
Aquellos vientos, estos lodos.
Siempre es bueno comenzar por el principio, si bien el mismo muchas veces puede no ser plenamente visible. Tomemos entonces como tal al primer conflicto visible en este año, el del IAVA.
Allí, tiempo atrás, un grupo en disputa del poder logró ganar una batalla contra las normas, al tomar bajo su control como propio un área del Liceo y sentar allí su cabecera de puente, en total violación a todos los Reglamentos.
Vale decir, allí una autoridad claudicó, permitió que su poder fuera avasallado e inmediatamente, en el mismo acto, otro poder surgió y ocupó ese espacio, al establecer su autoridad en ese entorno. Volver las cosas a su cauce normal ahora tomará esfuerzos que nada envidiarán a la recuperación de Crimea.
De igual forma, en los demás escenarios educativos se relajó la autoridad docente y de dirección, en los escenarios deportivos se retiró a la Policía, dos terceras partes del Código Penal se violan alegremente a la vista y paciencia de todos, y hasta desde las más altas esferas de la Academia y los gobiernos nacional y departamentales se nos transmite la imagen de que la Ley es algo que puede ser obviado si el fin lo amerita o lo requiere un compañero. Analizar, en tanto, la situación de Fiscalía y Poder Judicial, últimos reductos en la defensa de la Ley y el Individuo, nos llevaría un esfuerzo tan ímprobo como triste.
De esta forma, entonces, no debe extrañar a nadie que conflictos irrelevantes, naturales en la adolescencia, se resuelvan por medios violentos, a falta de otras herramientas de resolución de diferencias y en base a una absoluta intolerancia a la adversidad, procediendo a ello en áreas que no significan nada desde el punto de vista institucional, dado que por acto propio han dejado se tener cualquier significado superlativo.
Lo único que podría mover a la extrañeza, y lo que abre un espacio de esperanza en las próximas generaciones, es que esas situaciones no sean generales, y cosa de todos los días.