
El agua en el Montevideo antiguo
En sus orígenes las necesidades de agua dulce de los primeros habitantes de Montevideo se cubrieron con pozos y manantiales primero, a lo que se sumarían luego al permitirlo la arquitectura la construcción de aljibes para almacenar agua de lluvia.
Así, ya a finales del siglo XVIII, edificios públicos como el Cabildo, la Ciudadela, el Fuerte, el Cuartel de Dragones, el Hospital de Caridad y el Parque de Ingenieros, así como también la mayoría de las casas, tenían aljibe propio. Algunas además contaban con cisternas, que era una construcción subterránea de almacenamiento.
Eso se complementaba con la actividad de los aguateros, que extraían el agua desde la Fuente de Las Canarias y los Pozos del Rey, ubicados ambos en el actual barrio de La Aguada, en ese entonces en las afueras de la ciudad de Montevideo, la trasladaban al casco urbano en carros tirados por bueyes y se anunciaban en busca de clientes.
Su posición monopólica les permitía subir los precios en tiempos de sequía, lo que motivaba intervenciones puntuales del Cabildo. No era poco su poder de presión, al punto que tiraron abajo dos iniciativas privadas a fines del Siglo XXI y también se opusieron años después al primer proyecto para que el Estado asumiera la prestación del servicio de agua potable en forma directa.
Finalmente, en 1867 el Presidente Venancio Flores hizo un llamado para dar solución definitiva al problema del abastecimiento de agua a la capital del país, que culmina con la concesión a Fynn, Lezica y Lanús del suministro de agua por tuberías a la capital.
Aguas Corrientes, el origen
En 1868 se abordó el desafío de abastecer alrededor de 60.000 habitantes, lo que significó una obra gigante para su tiempo, algo que unido a los primeros trabajos del ferrocarril por esa misma época marcaron un símbolo de la llegada de la Revolución Industrial a nuestras costas.
La empresa abarcaba la construcción de una usina de bombeo a vapor, una tubería de casi 60 km, la 1ª. Línea de Bombeo), y la instalación de tres fuentes (en la plaza de la Constitución, plaza Artola hoy de los Treinta y Tres y en la plaza Flores, actual ubicación del palacio Legislativo) que recibían el agua para los vecinos en la ciudad.
El lugar elegido para instalar la usina fue a 56 km de Montevideo, en un paraje casi aislado a orillas del Río Santa Lucía, en el Paso de Las Piedras, el punto donde las aguas tenían la mejor calidad, lo que daría origen a la Villa de Aguas Corrientes.
Así, el 18 de julio de 1871 se inauguró oficialmente el servicio con un acto en la plaza Constitución, en el que participó el presidente Lorenzo Batlle, llegando por primera vez el agua directamente desde el río Santa Lucía hasta Montevideo. Por entonces el agua era bombeada en condiciones naturales, es decir que no tenía ningún tratamiento, salvo un proceso de decantación por la que adquiría aspecto de limpia.
De esta forma continuaría hasta el año 1879, en que los empresarios originales cedieron la concesión a la compañía inglesa The Montevideo Waterworks Cº Ltda., a cargo del servicio hasta que pasó a manos del Estado en el año 1950.
En ese período, a la par del crecimiento explosivo de Montevideo y por ende de la distribución domiciliaria, se comenzaron a establecer nuevos protocolos de tratamiento y potabilización, que alcanzaron sus máximos índices de exigencia bajo control estatal.
No obstante, el origen del elemento vital siguió siendo el mismo, desde aquel lejano 1868 para abastecer a los 60.000 pobladores hasta hoy, donde debe cubrir las necesidades de Montevideo y a gran parte del departamento de Canelones, con una demanda de 1.700.000 habitantes. En efecto, el río Santa Lucía, en la hoy localidad de Aguas Corrientes ha sido siempre el mismo y único punto desde el cual se procede a la obtención y potabilización al agua luego distribuida a toda la principal zona del país.

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