Escribe Giuliano Giupponi.
En Rusia la política no es cosa de tibios. Las diferencias políticas, que en un país civilizado se resuelven con dialogo, en Rusia se resuelven con sangre. Ya desde Iván «El Terrible», primer Zar de Rusia, que mató a su propio hijo y heredero, el Zarevich Iván, con un golpe de su cetro en la cabeza por diferencias políticas sobre la liberación de Pskov y la marcha de la guerra livona en 1581, pasando por Pedro I «El Grande», que a los 10 años y bajo la rebelión de su hermana, la zarevna Sofía, presenció la masacre de sus amigos y familiares que podían respaldar su reinado, para finalmente Pedro emanciparse y terminar derrocando a su hermana, confinándola en un monasterio de por vida.
La historia rusa es pródiga en este tipo de sucesiones salvajes y sangrientas. Esta última acción que llevó al líder del PMC Wagner a marchar contra Moscú para descabezar al Ejército y al Ministerio de Defensa, no es la excepción, y solo hemos visto el prólogo de una película que escandalizaría al mismísimo Wes Craven.
- Los Siloviki.
Los siloviki son en Rusia aquellos jerarcas que accedieron al poder desde instituciones armadas y de inteligencia. El término que significa «hombres de fuerza», se aplica a las cúpulas militares y políticas que tienen estrecha relación con los factores coercitivos del poder del Estado ruso.
Desde el inicio de la actual invasión los más visibles siloviki son Serguei Shoigu, Ministro de Defensa, Valeri Gerasimov, Jefe del Estado Mayor del Ejército, Víctor Zolotov, Comandante de la Rossgvardia, Aleksandr Bortnikov, Director del FSB (ex KGB), Serguei Narishkin, Director del SVR (ex KGB Servicio de Inteligencia Exterior).
La visión de este grupo sobre una Rusia neoimperial del siglo XXI ha llevado a tomar acciones como la de invadir Georgia o Ucrania. Pugnan por un Estado policíaco, nacionalista y religioso, visión que comparten con Putin y Aleksandr Dugin, el ideólogo y místico de Putin.
Su poder político, además no los exime de acumular poder económico y dominar algunos de los más jugosos negocios de las zonas ocupadas o del abastecimiento a las fuerzas de seguridad. Y aunque Putin los ha intentado limitar, desde la invasión a Ucrania en 2022 su poder ha crecido de manera exponencial a pesar de sus fracasos militares.
- Los Oligarcas.
Así se le llama a los empresarios multimillonarios rusos que basan sus fortunas en enormes contratos estatales. Todos ellos comparten un origen común al haberse apropiado, mediante vínculos con el crimen organizado, de sectores claves de la vida rusa. Desde la producción de aluminio, Oleg Deripaska con RUSAL, producción de gas y minerales, Alisher Usmanov con Gazprom, Gazmetall, etc o fertilizantes, Dmitri Rybolóvlev con Uralkali. Suelen tener lujosas residencias en balnearios de la Costa Azul europea o los alpes, sus familias suelen no vivir en Rusia y sus negocios se extienden muchas veces a los deportes como el fútbol o básketball, en dónde las cifras astronómicas de contratos no suelen ser investigadas a fondo.
- Señores de la Guerra.
Se les llama así a quienes dentro de los sujetos federales y sin faltar a la lealtad al Kremlin y a Putin en particular, mantienen un control autocrático en su jurisdicción. El caso más típico es el de Ramzán Kadírov, el líder checheno. Pero también se los considera así a Yevgueni Prigozhin, el líder del PMC Wagner por tener decenas de miles de soldados a sueldo en Rusia.
- Factores de poder.
Cada una de las facciones está en pugna con las demás y desde la invasión de febrero una de ellas ha perdido protagonismo debido a las sanciones de occidente, los oligarcas. Y a pesar de que son la base del poder económico ruso, han sido subordinados a los siloviki a fuerza de tés pozoñosos y ventanas abiertas por las que varios oligarcas irredentos han sido arrojados al vacío.
La situación con el Wagner es diferente, la presencia permanente de mercenarios alrededor de Prigozhin fue una barrera inexpugnable.
Todos ellos a su vez y en virtud de los magros resultados en Ucrania han debilitado la presencia de Putin y generaron la situación que se desató el viernes con una rebelión wagnerita que llevó al borde de una guerra civil a una Rusia aislada y en guerra.
- Rebelión wagnerita.
Las diferencias militares y los sucesivos fracasos del alto mando ruso generaron una situación que pasó de desesperados pedidos a amenazas y denuncias públicas de parte de Prigozhin hacia Shoigu y Gerasimov. Mientras la tensión aumentaba entre dos de las tres patas del poder ruso, los enfrentamientos y escaramuzas se sucedían hasta que el viernes 23, el campamento de retaguardia wagnerita fue atacado con misiles y cohetes. Ese ataque fue tomado como una acto de guerra hacia el PMC Wagner desde el MoD y a las declaraciones denunciando el ataque siguió la acción.
Se anunció que no reconocían más al mando ruso y que tomarían acciones para derrocarlos y llevarlos a la justicia. Y lo que empezó como escaramuzas fue escalando a combates, deserciones y cortejos de militares que saludaban a los mercenarios en su misión. El 23 de Junio una columna blindada rebelde abandona Ucrania con dirección Rostov del Don para tomar el mando militar de la ciudad y asaltar la sede del Comando de Operaciones en Ucrania, misión que se completó en la madrugada del sábado 24.
En medio de la confusión y el caos, el gobierno ruso miraba hacia el Kremlin, pero el Kremlin no respondía. Es entonces que se ordena la movilización de la Rossgvardia y sus unidades especiales con una misión, detener a Prigozhin y sus comandantes y de no ser posible su detención, ejecutarlo y llevar su cuerpo a Moscú.
Pero las tropas de despliegue rápido no estaban listas o no compartían las órdenes recibidas. Muchas unidades se desplegaron y ante el avance wagner simplemente los dejaban pasar. Así en la medianoche rusa, la columna rebelde toma la autopista M4 Rostov-Moscú, estaban a menos de 1100 kilómetros de la capital y avanzando. A pesar de algunos enfrentamientos, el avance rebelde no se detenía. Tropas del FSB, OMON y SOBR se desplegaban a su paso y en muchos casos se desplegaban luego de ya haber pasado, con demoras que hacen sospechar que sus comandantes iban a cumplir la orden pero estaban monitoreando la situación por si debían cambiar su lealtad a la brevedad.
Para ese entonces el caos se transformaba en pánico en Moscú que ordenó alerta total y que los cielos moscovitas fueran cerrados por cualquier medio posible. Helicópteros, aviones de combate y de guerra electrónica se desplegaron para cerrar los cielos. Al tiempo que la infantería rodeaba el centro de Moscú en una operación mil veces planificada y ensayada. Moscú estaba cerrada militarmente a la espera de los acontecimientos. La columna rebelde continuaba avanzando.
Al llegar la madrugada y cerca de Voronezh se produjeron los primeros combates de real importancia, en la medida que helicópteros de ataque se negaban a abrir fuego, los que sí intentaban atacar eran repelidos con fuego antiaéreo, el saldo fue de un avión de alerta temprana, presumiblemente un AN-26, derribado y un helicóptero Mi-35M, ambos derribos sin sobrevivientes.
En tanto Putin aparece en la noche con un mensaje contundente y sin nombrar a Prigozhin y su PMC Wagner, rebelarse es traición, dice, e insta a regresar las columnas so pena de ser detenidos y conducidos a la justicia, destino que le promete a todos los traidores a Rusia y su gobierno.
Son varias las autoridades que se comunican con la otrora mano derecha de Putin para intentar convencerlo de replegar sus fuerzas sin éxito en absoluto. Los rumores corren por doquier y en medio de las frenéticas negociaciones que eviten un enfrentamiento armado en las afueras de Moscú se detecta que uno de los aviones presidenciales está en vuelo hacia San Petersburgo, y aunque el portavoz Peskov afirma que Putin no está a bordo, nadie le cree.
Con las menciones de la revolución comunista de 1917, el tratado de Brest-Litovsk con sus consecuencias y la guerra civil rusa de 1917 al 23 todavía retumbando y el dolor de haber recibido una puñalada en la espalda de su ex socio, entra en escena un mediador inesperado, el dictador bielorruso Aleksandr Lukashenko. A 200 kilómetros de Moscú y con una gran tensión, luego de marchas y combates la columna rebelde frena su avance.
Prigozhin anuncia que gracias a Lukashenko replegará sus tropas a sus campamentos y que se ha llegado a un acuerdo que incluye la total inmunidad para él y sus subordinados. Acuerdo económico que permita el pago de sus mercenarios y pensiones a ex combatientes a cargo del Estado. La remoción de la cúpula de los siloviki del MoD, el estado Mayor y el Ejército. Pero se agregan además equipamiento y provisiones para las unidades que queden en el frente, asegurarles un contrato para que dependan del ejército.
- Ganadores y perdedores.
Prigozhin se retirará a Minsk y el peso de los wagneritas en el frente desaparecerá. Ahora podrá atender sus negocios en Africa, que son también los de Putin. Las exigencias de Prigozhin se cumplen en el acuerdo negociado y tendrán garantía legislativa por medio de leyes aprobadas en la Duma. Ganó.
Siloviki, perderán su cúpula, que son además las personas de mayor confianza de Putin. Muchos negocios en áreas ocupadas cambiarán de manos en los próximos días. Y aunque ya suenan algunos reemplazos, pero no hay nada definido aún. Cabría esperar algún tipo de venganza contra Prigozhin, Utkin o alguno de los líderes wagner mientras aún conserven parte del poder. Al menos la mayor facción siloviki perdió.
Kadírov, el señor de la guerra, quedó subordinado al ejército y su mando corre la misma suerte en prestigio. Deberá lavarlo con sus soldados en el frente de batalla en Ucrania. Podría decirse que perdió algo, no mucho, pero su situación política ahora es frágil.
Los oligarcas, cuando se especula sobre quienes podrían haber instigado la rebelión, los ojos viran hacia ellos. La facción militar que los sojuzgaba desaparece y tienen oportunidad de acercarse a los oídos del Kremlin y favorecer sus intereses, que son los de Putin. Son netos ganadores.
Vladimir Vladimirovich Putin, su imagen de hombre fuerte en Rusia se desmoronó casi por completo. Fue traicionado por su socio, con quien igualmente comparte negocios y su sola palabra no bastó para detener la rebelión. Debió recurrir a un vasallo, enfermo y desprestigiado para llevar adelante una negociación que parece una rendición con condiciones. Si bien conserva el Trono de Marfil de Iván, los cimientos de su poder fueron afectados y solo el tiempo nos podrá decir si puede reconstruir o no su anterior autocracia. Es quien probablemente más perdió con la rebelión.
Ucrania, se podría haber favorecido de una rebelión mayor y más duradera, y aunque hubo bajas, eso no tendrá mayor peso en el frente, aunque sí en la moral de los soldados ante un mando sin liderazgo, sin causa justa ni prestigio, eso afectará la voluntad de pelear en la tropa. Ucrania ganó.