
Por Alfredo Bruno
Todos quienes alguna vez pisamos una cancha de fútbol vistiendo buzo y guantes de golero recibimos la misma recomendación, a veces en broma, a veces en serio:”- ¡Por favor, las que vayan para afuera no las metas para adentro!”. Esa directiva faltó en las más altas esferas de la Cancillería, Ministerio del Interior y Presidencia de la República, según se desprende de las novedades surgidas en las últimas horas.
Una Cuestión Previa

Antes de proceder a intentar un análisis sobre los bochornosos hechos relacionados a la conducta de jerarcas de gobierno, que se conocieran a través de los audios aportados por la ex Sub Secretaria Carolina Ache a la Fiscalía en relación al archimanido tema del pasaporte otorgado al Sr. Marset es fundamental dejar un punto absolutamente claro, en negro sobre blanco. O celeste, en el caso de este Portal.
Más allá de todo lo que pueda argumentarse y de todos los alambicamientos que se pretenda trazar, nada hubo en ese trámite que se apartara un ápice de la Ley. En el momento en que se expidió el pasaporte al Señor Marset éste era un ciudadano común, que no tenía ninguna cuenta pendiente con la Justicia de nuestro país y sobre quien no recaía ninguna requisitoria a nivel internacional.
Todo lo demás es lo de menos… Que su nombre se manejara como relacionado a actuaciones turbias en ámbitos de similar condición era un dato por entonces apenas anecdótico, que en modo alguno podía privarlo de su derecho a un documento de identidad internacional. Desde el 1 de Marzo de 1985 en Uruguay rige un Estado de Derecho, donde solamente el Poder Judicial puede recortar derechos, y por resolución fundada, jamás por el capricho de un funcionario.
En efecto, Marset había pagado sus cuentas con la sociedad y su foja judicial había sido previa y prolijamente limpiada, también de acuerdo a la Ley si bien en forma extrañamente acelerada. No registraba antecedentes, requisitorias y ni siquiera estaba indagado penalmente, a diferencia de otras personas que se hallan en esa condición, pero no dejan por ello de cruzar fronteras.
Así, nada había que ocultar en torno a este caso en tanto nada ilegal se habría hecho. Es más, si alguien hubiera tenido un acto de venalidad habría sido “de vuelo”, “de cuento”, aprovechando una situación complicada del solicitante para lograr una “diferencia” pero sin hacer absolutamente nada más que cumplir con la Ley y sus protocolos. Una “avivada”, en criollo. (¡Teléfono, Señor Marset!)
Ese es el primer punto, que debe quedar absolutamente claro, como se encargó de señalarlo frente a la prensa el Letrado patrocinante de la Dra. Ache, Dr. Jorge Díaz, a quien difícilmente alguien pueda acusar de ser oficialista.
Por ello, todo el tema del pasaporte no es nada más que “tormenta con matracas”, al decir del recordado Contador Damiani. No obstante, nos ha dejado algunos chubascos.
La ignorancia al poder
El capítulo de “House Of Cards del Tercer Mundo” que desde ayer nos ocupa se remite a documentos presuntamente destruidos de un expediente, chats de whatsapp eliminados y proposición de otros actos preparatorios en procura de ocultar lo que no había razón legal para esconder.
No nos expediremos en torno a la moralidad de esas acciones, en tanto provienen también de grabaciones subrepticias realizadas entre compañeros de gobierno, por lo cual la ética es una cuestión que no manejaremos en esta aproximación al tema, por no existir en el mismo.
Ahora bien, que un Asesor Presidencial considere que se puede falsear una verdad material a través del simple trámite de arrancar una hoja de un expediente denota una supina ignorancia administrativa.
En efecto, cada pieza cuenta con tantas copias como secciones por las cuales pasó, por lo que reconstruir un Expediente es un trámite habitual, de estilo, que en las épocas de papel y tinta requería apenas unas horas. En tiempos de expedientes electrónicos ese lapso se limita a segundos.
Por otra parte, la idea de que un mensaje de Whatsapp sea inubicable porque ambas partes lo borren, o porque un celular se extravíe, puede ser justificable en un marido pirata cincuentón, especie en la que seguramente ya debe haber causado más de un divorcio, en tanto «las tóxicas» si conocen a la perfección las simples herramientas con las que se puede recuperar todo de esa app.
Que tal disparatada ocurrencia sea sostenida por la segunda autoridad del orden y seguridad pública nacional es un bochorno, que lo inhabilita para el cargo sin más trámite.
El Coronel Cañones, padrino del inefable Isidoro, habría calificado estos hechos con un enérgico «¡Botarates!» No encontramos mejor adjetivo.
El Principio de Peter
Medio siglo atrás el catedrático canadiense Laurence J. Peter formuló su famoso “Principio”, que establece que en el marco de una organización jerárquica cada persona asciende en ella hasta llegar a su máximo nivel de incompetencia, y allí se queda.
Así, un buen funcionario de Servicios Auxiliares puede ascender al escalafón de Oficios, y su buen rendimiento allí puede llevarlo al Especializado, desde donde podría proyectarse al Administrativo en caso de seguir mereciéndolo. Una vez en ese nuevo rol puede suceder que el funcionario demuestre que no está a la altura de la función, pero ya no volverá a donde era útil, sino que se mantendrá por el resto de su tiempo activo como un mal administrativo.
No es difícil encontrar símiles en la actualidad, donde quien fuera un brillante Legislador por décadas no ha dado la talla al frente de uno de los ministerios más complejos, donde jamás ha logrado tener el control del mismo y ni siquiera, según puede saberse ahora, sobre su segundo al mando.
Resta saber si volveremos a tener a un excelente parlamentario o si seguiremos con un Ministerio del Interior acéfalo, en los hechos.
Dolores de crecimiento y errores no forzados
Naturalmente, quienes apostamos por un Gobierno de Coalición formado por cinco Partidos muy distintos no esperábamos que el lustro de la gestión fuera siempre un camino en bajada, tapizado con pétalos de rosas.
En rigor, muy pocos apostaban a que la Coalición Multicolor sobrepasara los primeros dos años de gestión y la duda no estaba en “si” se rompería, sino en “cuándo” lo haría.
No obstante, pese a todos los enormes e impredecibles problemas que se presentaran, la Coalición ha seguido firme, sumó el referéndum sobre la LUC a su vitrina de trofeos y la valoración pública sobre el Gobierno sigue siendo altamente positiva, aun cuando no han sido pocos los “dolores de crecimiento” que ha debido afrontar. Eran naturales, producto de diferencias lógicas y con más o menos destreza se han sabido manejar, para llevar el barco a buen puerto.
Ahora bien, no seríamos honestos si no reconociéramos que hemos debido hacer frente también a una importante cantidad de errores no forzados, que han consumido tiempo y energías y dieron aire a los adversarios.
No corresponde hacer una lista, ¡que la hagan quienes están para eso!, pero todos tenemos claros los tantos, y sobre todo sabemos de donde han surgido, en su mayoría. Por ello, comienza a percibirse en algunos sectores de la Coalición, sobre todo en aquellos que la apoyáramos solo por convicción, un sentimiento de cansancio, hartos ya de correr a apagar incendios causados por niñatos que juegan con fósforos.
Se impone entonces reordenar a las tropas, en un momento ideal para ello, ante los múltiples relevos que la cercanía electoral impone. La consigna debería ser ir “por el último aire”, cual maratonistas, erradicar el Principio de Peter y los “clubes de amigos”, en base a la certeza de que se llegó al gobierno por la acción conjunta de cinco Partidos y de miles de ciudadanos que ni siquiera tienen identidad partidaria y apostaron por un cambio profundo, lo que hace que su visión sea mucho más crítica, al estar libres de intereses de divisas.
Esos pequeños Ciudadanos a que se refería, sin dudas, el Presidente Lacalle Pou, cuando decía en 2021: “Tengo un uruguayo, un ciudadano que me camina adentro todo el día y que todo el tiempo me dice; ‘no te olvides para qué llegaste, no te olvides para qué te votaron, no te olvides del mandato’ lo tengo ahí agazapado, al cual le agradezco»
Esos ciudadanos que esperábamos cambios más profundos, que entendemos que la pandemia dificultó la gestión pero sabemos que ella no es excusa para los Saltos Grandes, por ejemplo, o para jerarcas de la seguridad que ignoran lo más elemental de una App o modernas «Agentes 99» que van por la vida grabando a sus compañeros de gobierno en sus zapatófonos.
En esa línea Bustillo ya dio el primer paso, haciendo su mayor servicio a la República. Resta esperar el retorno del Capitán del barco, para que vuelva a tomar el timón y enderece el rumbo. El buen destino es posible, está a la vista y solo depende de “recoger trapo” y poner proa al viento, para que no sea éste quien maneje la nave a su antojo.
De eso dependerán, en gran medida, los próximos años.