Por Denise Aín
Quienes somos usuarios asiduos de redes sociales, y particularmente de X (ex Twitter), seguramente nos debatamos internamente entre sus bondades y sus perjuicios, y naturalmente nos reconozcamos al mismo tiempo tanto entre sus adeptos y defensores, como entre sus más acérrimos detractores.
Es absolutamente genuino el “riesgo” que encierra el hecho de que, en el ciberespacio, la palabra de un lego, o incluso la de un fanático de lo que fuere, afquiera la misma relevancia que la de un experto.
De hecho, participar activamente de redes sociales no requiere de ninguna habilidad, ningún talento, ningún conocimiento específico, y mucho menos, de probidad alguna.
Así como la comunicación en redes permite nutrirse de otros, alcanzar más amplias perspectivas acerca de las más variadas temáticas, no es menos cierto que la fugacidad, lo efímero, y la yuxtaposición de las cuestiones humanas más profundas con la frivolidad más absoluta contribuya a que las capacidades
analíticas y reflexivas de los usuarios se malogren.
En relación al hombre contemporáneo y al uso de redes sociales Agustín Laje dice : “El idiota posmoderno vive en un mundo posverdadero, en el que ni las evidencias ni los hechos ni la lógica importan. (…) Estas tecnologías hackean
la realidad y la vuelven absurda. A través de ellas edito la realidad, la mejoro, agrego cosas que en verdad no estaban o no están allí, cambio los hechos, altero mi ubicación, suprimo los defectos y agrego las virtudes.”
En esa misma línea, basta reparar en el lenguaje con el que los propios usuarios aludimos a X -Twitter: “el antro”, “la cloaca”, las “fake news”, o los «haters” por poner solo unos pocos ejemplos.
Sin ir más lejos, la propia dinámica de las redes hace que no tengamos certeza de que nuestros interlocutores sean los que se supone que son, y ni siquiera, si efectivamente existen. Podemos por lo tanto, sentirnos extremadamente
acompañados estando solos, y a la inversa.
La otra cara de la moneda
Las redes tienen, sin embargo, ese otro lado que opera positivamente y en paralelo: la posibilidad de hacer visible la voz de aquellas personas más o menos anónimas.
La participación del común de la gente en redes sociales, alcanza tal magnitud que llega incluso a incidir en la agenda de determinados grupos de poder, o a determinar cuáles son los temas que se discuten a nivel de la sociedad.
Las redes en algún punto democratizan, en tanto la ciudadanía ya no requiere que se les dé voz: la tiene, en espacios que les son propios.
Fue haciendo uso de ese espacio que los ciudadanos comunes encontramos
en X-Twitter, que hace pocos días hice pública una situación de vandalismo en mi lugar de trabajo, con el agravante de que se trata de una Fundación que atiende a niños y jóvenes con discapacidades severas y múltiples, situación que hizo de esa circunstancia algo bastante más condenable.
Autoridades con sensibilidad social y humana
A partir de esos menos de 280 caracteres, unas cuantas personas se hicieron eco indignadas, replicaron la noticia, y manifestaron su solidaridad con Fundación Ybyray de muy diversas formas.
Un posteo, permitió transmitir rápidamente una inquietud de la que autoridades con sensibilidad social y humana (me refiero al Ministro de Desarrollo Social Alejandro Sciarra (@asciarram)y a la Directora de discapacidad de la Secretaría Nacional de Cuidados y Discapacidad Karen Saas (@karensaas) recogieron en minutos y resolvieron con una diligencia digna de destacar.
El contacto trascendió incluso el ámbito de las redes, y se materializó en una visita a la institución que, en 23 años de funcionamiento, y siendo modelo en muchos aspectos, jamás había recibido la visita de ninguna autoridad.
En pleno período preelectoral, cualquier visita protocolar podría ser la norma.
Sin embargo, si algo tuvo este encuentro, fue la ausencia de cualquier formalidad ni preparativo.
Se trató del contacto genuino, espontáneo, cálido y respetuoso, entre personas con inquietudes comunes, capaces de compartir una mirada tan profesional como sensible respecto de temáticas que preocupan (como lo es la discapacidad), y para las que encontrar respuestas detrás de un escritorio nunca es la forma.
Dicho esto, quizá no sea tan cierto eso de que en un universo cada vez más poblado, estemos cada vez más solos.