Ana Claudia Martínez
Donde va tu atención, fluye tu energía.
Tony Robbins.
De cómo las neurociencias demuestran su poder para organizar el cerebro y la vida
La Dra. Nazareth Castellanos menciona que «entrenar la intención reorganiza el cerebro. La intención supone la preparación del cerebro para llevar a cabo una tarea. Sin embargo, cuando se está ejecutando dicha intención se activan mecanismos involuntarios que la impiden.
Cuando realizamos una tarea difícil los mecanismos involuntarios se activan en mayor grado. La meditación es un ejemplo de ello. Nos sentamos con la intención de observar la experiencia de la respiración pero, involuntariamente, se activan recuerdos, imaginaciones o sensaciones que nos distraen, impiden la intención y nos apartan del objetivo perseguido. Esto no solo ocurre en la meditación sino en cualquier tarea de la vida cotidiana.
El control de la intención
Un estudio publicado por la Universidad de Harvard mostró que cuando estamos realizando una tarea que consideramos difícil (y que por tanto requiere más atención) se activan con más intensidad los mecanismos involuntarios. Perdemos el control de la intención. Sin embargo, cuando hacemos algo que consideramos fácil tenemos más capacidad de controlar la intención.
En la meditación este fenómeno cerebral es muy evidente: al principiante le cuesta más mantener la atención y está más sujeto a lo involuntario. La práctica de la meditación es un refuerzo de los mecanismos cerebrales de control de la atención (para la meditación y las tareas cotidianas). Realizar prácticas que nos permitan reforzar los mecanismos de la INTENCIÓN suponen un mayor control consciente sobre la dinámica cerebral y con el tiempo reduce la emergencia de estados involuntarios.
Cuando se activan los mecanismos involuntarios el cerebro adopta una dinámica errática, desordenada, sin rumbo. Sin embargo, cuando perseguimos una intención la dinámica neuronal es más estructurada. Pablo d’Ors lo expresa muy elegantemente cuando dice que «la meditación transforma a un vagabundo en un peregrino«.
¿Qué es la intención y cómo impacta en nuestro cerebro?
Desde una perspectiva psicológica y neurocientífica la intención es un proceso mental que involucra la planificación y preparación de una acción futura. Incluye la formulación de un propósito o meta y la disposición de los recursos mentales y físico necesarios para lograrlo. Puede ser inmediata, como en el caso de sentarnos a practicar meditación, o a largo plazo como es, a raíz de esta práctica, mejorar nuestra salud mental y física.
La intención y su impacto
Desde el punto de vista de las neurociencias la intención tiene un impacto significativo en el cerebro. Ciertos estudios han demostrado que establecer intenciones puede activar la corteza prefrontal, la parte del cerebro responsable de la planificación y la toma de decisiones. La práctica regular de establecer intenciones, como cuando en la meditación con Mindfulness centramos la atención en la respiración y el momento presente, puede mejorar la neuroplasticidad. Ello le permite al cerebro adaptarse y cambiar la respuesta a nuevas experiencias y aprendizajes.
La intención proporciona dirección y propósito a nuestras acciones, guía nuestras decisiones y comportamiento hacia un objetivo específico. Es una fuente poderosa de motivación puesto que genera un sentido de compromiso y responsabilidad, aumentando la posibilidad de que perseveremos en nuestros desafíos. Es como un filtro que nos ayuda a seleccionar y priorizar nuestras actividades diarias, alineando nuestras acciones con nuestros valores y metas a largo plazo, como puede ser promover una vida consciente, atenta, de respeto y autocuidado, para mejorar nuestros vínculos con nuestra salud y también con los otros y el entorno que nos rodea.
Estudios y evidencia científica de la práctica de la intención en Mindfulness (*)
(*) Práctica de la atención plena, el estar conscientes al y en el momento presente y aceptar lo que viene sin juicios.
Cómo la intención organiza nuestra vida
Objetivos claros: la intención nos lleva a reflexionar sobre lo que realmente queremos en nuestra vida por lo que nos permite definirnos objetivos específicos, medibles y alcanzables. Por ejemplo, si con la práctica de atención plena apuntamos a mejorar nuestra calidad de sueño y trabajar la higiene de sueño.
Planificación efectiva: podemos descomponer en pasos manejables a nuestros objetivos cuando tenemos una intención clara. Podemos planificar de manera estructurada y realista, siendo fácil identificar los recursos y tiempos necesarios para conquistar cada meta. En el ejemplo de la higiene de sueño para mejorar la calidad del mismo sería crear un calendario con horarios para apagar las pantallas, no exponernos a luces frías a partir de las 14 horas, adelantar el horario de la cena para las 19 horas, con una preparación liviana y disponer de una breve sesión de lectura, con libro impreso, antes de apagar la luz para dormir.
Compromiso y responsabilidad: cuando nos establecemos metas alineadas con nuestras intenciones logramos comprometernos de manera más profunda con nuestros objetivos. Esto fomenta el autocuidado al sentir mayor responsabilidad hacia nosotros mismos para cumplir con nuestras promesas y aspiraciones. Siguiendo el ejemplo de la calidad de sueño asumimos el compromiso por el cuidado de nuestra salud física y mental al cuidar las pautas de sueño, siendo responsables por cómo repercute la calidad de sueño en nuestra vida y forma de vincularnos con nuestra cotidianidad, vínculos y entorno.
Esto juega un papel primordial en mejorar nuestro enfoque y productividad. Concentramos nuestras fuerzas y energía en las tareas que realmente importan. Una intención definida nos ayuda a priorizar nuestras tareas diarias, pudiendo discernir entre lo que es urgente, de lo importante y lo superfluo. Con ello reducimos distracciones, puesto que es un filtro que nos permite focalizar la concentración en lo que verdaderamente importa y esto nos vuelve más eficientes en la ejecución de cualquier tarea, optimizando nuestros esfuerzos y maximizando los resultados.
Mejora la resiliencia y manejo del estrés
La intención nos ayuda a mejorar y desarrollar, de manera efectiva, nuestra capacidad para recuperarnos frente a las adversidad y aprender de ello, pudiendo mejorar cómo afrontamos el estrés en la vida diaria para mantener nuestra salud mental y bienestar. Desarrollamos nuestra motivación intrínseca, esa motivación interna, siendo más adaptables y flexibles frente a los obstáculos y frustraciones de la vida diaria, reduciendo así el estrés y la ansiedad que se asocian a la incertidumbre en la falta de dirección, convirtiéndonos en personas con más fortalecimiento interior al encontrar sentido y propósito en nuestras acciones, pudiendo mantener la motivación y equilibrio emocional sobre todo en los momentos difíciles.
Aplicaciones prácticas de la intención en la vida diaria, en el ámbito laboral y relaciones personales
En nuestro trabajo, al llevar a cabo las tareas, podemos dividir las metas en pasos manejables, priorizando las importantes y urgentes, estableciendo tiempos específicos para revisar correos electrónicos y mensajes. Podemos practicar una Pausa Mindfulness al inicio de la jornada, previo a iniciar las actividades o entre medio, para volver a llevar nuestra intención y atención al aquí y ahora. Esta pausa nos puede brindar un espacio de reflexión para establecer o mantener los límites claros entre lo que es nuestro trabajo y lo que es nuestra vida personal, siendo ésta una práctica de autocuidado en lo cotidiano.
En la vida diaria podemos implementar una rutina de mañana y de noche donde registremos, ya sea con una práctica breve de meditación, o con un registro al estilo Journaling, intenciones para comenzar ese día y tomarnos un tiempo al finalizar la jornada para reflexionar sobre como nos ha ido con esto. Recordarnos la importancia de mantener un rutina de ejercicio físico, aunque sea tres veces a la semana, y una dieta equilibrada, dedicando tiempo a ciertas actividades que disfrutemos y nos resulte lúdica.
En cuanto a las relaciones personales nos puede ayudar esclarecer cuales son nuestras intenciones a la hora de mantener conversaciones difíciles (evitando que sean luego de las 16 horas, ya que desde las neurociencias está comprobado que el cerebro se encuentra cansado y tiende a la impulsividad y labilidad emocional frente a emociones intensas como la ira o frustración). Nos puede ayudar conectar con la escucha activa, prestando atención a lo que dice el otro en vez de estar atentos a qué vamos a responder, tratar de comunicar de manera clara y asertiva, siendo empáticos, apoyando a las personas que queremos en sus objetivos y desafíos. Si nos vemos frente a una situación conflictiva que necesita de una resolución tratemos de llevar nuestra intención a un enfoque constructivo, practicando la autorregulación emocional durante las discusiones, pudiendo tomar una pausa para inhalar y exhalar tres veces de manera profunda.
Lectura recomendada
Descubre la felicidad con Mindfulness de Elisha Goldstein
Investigación de Mindfulness en neurociencia cognitiva. Artículo de Gustavo G. Díez y Nazareth Castellanos.