Por Walter Raymond
Desde hace algunos años el clima se ha colado en las conversaciones cotidianas, sean estas intercambios casuales o conversaciones interesantes. Está bien, aunque lo inquietante es que en general sabemos poco del tema.
Quienes más saben son los productores, la gente de campo. Es que ellos, desde los inicios de la agricultura hace unos diez mil años, viven con un ojo puesto en el cielo y otro en la tierra, porque del acierto en su interpretación y decisiones dependerá el alimento de su familia y por extensión de la humanidad. Pero a ellos nadie les pregunta.
En nuestros países, especialmente en las áreas urbanas, solemos repetir conceptos que muchas veces no se comprenden en su totalidad, aunque su mención pareciera otorgarnos un barniz superlativo. Es así que se suelen confundir ciclos naturales o eventos meteorológicos extremos con evidencias concluyentes de inminentes y catastróficas modificaciones en el clima.
Los datos, las observaciones y los rindes de los principales cultivos en el mundo indican que el clima actual es estable y propicio para la vida y actividades humanas, aun con su margen de oscilaciones extremas. En tal sentido, consideremos el siguiente extracto de “Sequías e inundaciones en la provincia de Buenos Aires (Argentina) y su distribución espacio-temporal”, de los investigadores Olga E. Scarpati y Alberto D. Capriolo:
“Entre 1600 y 1810 se reportaron más de un centenar de alarmas por sequías, lo que define a todo el lapso de 210 años como un período de sequía generalizado, donde destacan dos períodos muy secos entre 1690-1708 y 1753-1758. Esta larga sequía fue interrumpida por eventos abruptos de precipitación que generaron graves inundaciones en los años 1636, 1671, 1685, 1751, 1774 y 1778 y el período 1804-1810”.
Los mencionados fenómenos, extremos y alternados en el tiempo, se registraron en una misma región (pampeana) y período climático (frío y seco), el cual no mostró indicios de modificación alguna hasta medio siglo después de la última fecha señalada (1860).
Forenses del clima
En líneas, muy generales, tenemos que hasta el inicio del siglo XIV (1300), las condiciones climáticas en la región habrían sido de templadas a cálidas y húmedas, muy similares a las actuales. Luego, se habría ingresado en un extenso período frío y seco, con características de árido o semiárido, que se extendió hasta mitad del siglo XIX, para luego ingresar en paulatina transición al actual período cálido y húmedo.
Lo que estaría indicando, según varias hipótesis, que el clima regional del mencionado período habría sido una manifestación atenuada de un fenómeno global más amplio e intenso que tuvo particular afectación en la región europea. (Óptimo Cálido medieval – Pequeña Edad de Hielo).
Indicadores faunísticos y estudios en sedimentos y minerales, evidencian que en la región pampeana se habrían registrado condiciones cálidas y húmedas que perduraron hasta aproximadamente el 1300. Siendo coincidentes al menos dos estudios en territorio uruguayo que indicaron un probable clima cálido y húmedo para similar período.
Los conquistadores encontraron una región habitada por diversos grupos humanos, en general autoabastecidos o incluso prósperos. Los testimonios de europeos entre 1514 y 1580 son coincidentes en la abundancia de recursos a orillas de los grandes ríos y llanuras adyacentes. Muy especialmente en el noroeste argentino, donde se desarrollaron culturas que practicaban una agricultura avanzada con sistemas de riego y cultivos en terraza, además de ganadería de camélidos, metalurgia, textiles y alfarería.
Clima cálido y húmedo
Todo indica, entonces, que para los primeros tres siglos del milenio (1000 – 1300) se desarrolló en la región un clima benigno para la producción de alimentos y desarrollo de la población, que coincide con el período cálido documentado en Europa que significara avances de la agricultura y aumento de la población.
A partir de 1514, con el arribo de europeos a la región, se incorporan observaciones sobre situaciones meteorológicas o climáticas, que aunque de manera tangencial o anecdótica, aportan información valiosa que enriquece la reconstrucción.
Próxima entrega: Una atenuada Edad de Hielo pampeana