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Contraviento

Candombe para el Día de San Baltasar

6 enero, 2025
Llamadas. Montevideo.

El profesor Lauro Ayestarán, el mayor musicólogo e investigador de la historia de la música uruguaya, previno sobre que el candombe que conocemos solo tiene afinidad con la original danza dramática tribal, en la incorporación de tamboriles, nada más. El candombe fue una danza dramática de los esclavos africanos —luego libertos— y sus descendientes, que desapareció en el Uruguay en las postrimerías del siglo XIX”, concluía el profesor Lauro Ayestarán, en su obra “El tamboril afro-montevideano”.

Ayestarán identificó las primeras comparsas de negros en el territorio que actualmente es Uruguay, en fecha tan lejana como 1760. Celebración que tenía en su origen un fuerte sincretismo entre el culto bantú, proveniente del África ecuatorial y presumible el origen de la mayoría de los esclavos llegados al Río de la Plata, con el culto católico al cual ellos se convertían.

No obstante, sacerdotes de aquel entonces observaron con cierto desencanto de que en realidad los esclavos adherían al culto católico sin abandonar el significado étnico cultural original. Dado que dicha danza se realizaba alrededor del 6 de enero, rememorando la ceremonia de coronación de los reyes congos. Las «comparsas de negros» surgen de manera documentada en el carnaval de 1832, siendo que la palabra candombe aparece en registros casi al mismo tiempo; 1834.

Todo rompen

El candombe, tal como lo conocemos actualmente, es parte del patrimonio cultural montevideano. Surge entonces la pregunta de por qué es observado con desdén, cuando no con desprecio, por amplios sectores de la población. Es que en la azarosa historia del candombe, transcurriendo la década de los 70, pasó a transformarse en factor político y de división. En Argentina, la frase «todo rompen» es inequívocamente adosada a todo aquello que fue tomado o invadido por la ideología de izquierda, transformando y degradando su contenido original. Apropiada, en este caso, para definir el daño ocasionado a la cadencia musical y emotiva de nuestro candombe.

Llamadas en Montevideo.
Llamadas en Montevideo.

Tambores quedos

Hubo un tiempo, algo más de medio siglo, entre finales del siglo XIX y la década del 30, el candombe como celebración popular desapareció de la consideración general, pero no particular. Se mantenía de manera acotada en barrios marginales de la entonces pujante Montevideo. «Afuera», en los bodegones de la Ciudad Vieja y La Aguada, y en ciertos tugurios del Paso del Molino, se mantenía su base rítmica, aunque adosada a estilos más bailables.

El músico Alberto “Bachicha” Gallotti, quien tocaba en tales sitios, legó algunas de esas obras musicales que muestran la latencia rítmica entre una instrumentación «más moderna y convocante». El resultado de esa resiliencia fue el milongón, expresión musical netamente uruguaya y particularmente montevideana.

Mientras esto ocurría en estos lares, relatos de una tierra casi edénica donde todo estaba por hacerse seducía a decenas de miles de europeos y latinos. Aunque usted no lo crea, esa tierra casi edénica eran Uruguay y Argentina. La fuerte corriente migratoria también trajo al Río de la Plata nuevos usos, costumbres y música. En los patios de los conventillos y en toda celebración pública no oficial, los inmigrantes aportaban sus instrumentos y estilos musicales que se sumaban a los del folclore criollo. Los relatos de época coinciden en lo común que era escuchar valses y polkas junto a pasodobles españoles y habaneras cubanas, entre otros ritmos.

Por motivos que se desconocen —tal el recurso del género periodístico policial— de esa mixtura de culturas nació un ritmo nuevo; la milonga, presumiblemente de un entrelazado de habanera y polka. Ritmo que tenía la particularidad de adaptarse o mimetizarse con el ambiente. Es así que su original fue la milonga campera, muy afecta a los intérpretes rurales de la época por su característica de acompasado relato romántico de amores criollos.

La milonga pampeana, en cambio, era la forma predilecta para contar historias bravas y generalmente tristes. Algo así como una especie de blues criollo. Por su parte, la milonga ciudadana tenía fuerte influencia de la polka, a tal punto que al ralentizar su ritmo surgía una modalidad diferente y muy atractiva para los bailarines; el ritmo de tango.

Y entonces, claro

Y el candombe que latía en los andurriales se presentó en los salones de la ciudad. Fue cuando el pianista, director y compositor de tangos, Horacio Antonio “Pintín” Castellanos, inspirado en la obra del pintor Pedro Figari sobre motivos afro-montevideanos, rememoró el marginado candombe recreando sobre su ritmo una especie de milonga bailable que tuvo gran éxito entre el público.

A la labor de Castellanos siguió la variación del candombe tanguero entre 1930 y 1950, que se identifica en el timbre de voz característico del cantante Alberto Castillo. Luego, el candombe pasó a ser patrimonio de las orquestas de baile tropicales de mediados de la década de 1960. Tuvo una fuerte inserción en la denominada música popular urbana de entonces que experimentó al candombe con elementos de jazz y rock. Casos de los músicos Rubén Rada, Hugo Fattoruso, Alberto “Mike” Dogliotti, El Syndicato, Chichito Cabral y tantos otros que sería demasiado enumerar.

Ahora, si me permiten, paso a disfrutar de este exquisito milongón. Tengan un Feliz día de Reyes:

 

Fuentes consultadas:

“La habanera o danza” Centro Nacional de Documentación Musical (CDM) Lauro Ayestarán.

Patrimonio vivo del Uruguay. Relevamiento de Candombe. Viviana Ruiz/Valentina Brena/Daniel «Tatita» Márquez/Olga Picún.

El tamboril afro-montevideano. Profesor Lauro Ayestarán.