
«Nos definimos a partir de lo que recordamos y olvidamos juntos». Prof. Dr. Aleida Assmann
Las personas, al igual que los países, somos resultado de un conjunto de recuerdos y también de olvidos. Hoy la historia oficial del Uruguay conmemora lo ocurrido en Salsipuedes. Es la parte de los recuerdos. De los olvidos nos ocuparemos en este artículo.
Mirá, Frutos…
Un entorno natural con muy escasa presencia humana. Apenas unos 70 mil habitantes en todo el país por 1830. Campos donde vagaban miles y miles de cabezas de ganado salvaje, sin marca ni dueño. Bastaba con derribar a un vacuno y carnear, por lo que la carne era el principal alimento. Disponible a voluntad y gratis, solo era tomarlo.
Esta facilidad hacía que trabajar a cambio de un jornal fuera algo optativo. Por lo que la vagancia era algo común. El trabajo por zafra era una de las maneras de obtener dinero para intercambiar por productos (tabaco, yerba, vestimenta, etc.). La otra manera era robar, asaltar o asesinar. No había ley, autoridad ni fronteras.
En ese contexto, algunos se atrevieron a construir una nación. Fue tarea de los caudillos que, por ascendencia sobre el criollaje e indígenas, eran la autoridad visible. En eso andaba Frutos cuando se hartó de las quejas de los pobladores y hacendados por las andanzas de los charrúas.
Juzgar a aquellos hechos desde la comodidad de fronteras ya delimitadas, Constitución vigente (aún), y Códigos Civil y Penal activos resulta un despropósito. Es que ese fue, justamente, el propósito y desvelo de aquellas lides. Conformar una nación que emerja de entre aquellos tiempos turbulentos, sin ley ni fronteras, donde matar y morir era apenas una contingencia.
Es notable, y no casual, que uno de los fundadores de la hoy república, el general Fructuoso Rivera, comenzara a ser cuestionado en la década de los 80. Tal cuestionamiento no tiene que ver con su desempeño militar o civil. Obedece a «razones de fuerza mayor», tal como veremos a continuación.
La intelectualidad de zapatos blancos
La corriente indigenista, que se expandió luego en América del Sur, tuvo su origen en el intento de gobiernos surgidos a partir de la Revolución Mexicana (1940) para generar una identidad nacional en torno a un proyecto común. La mayor parte de la población mexicana era o tenía fuerte impronta indígena.
El éxito, aunque relativo, de tal política de Estado, inspiró desde la década de los 80’ a la intelectualidad marxista del continente a idealizar a las antiguas etnias y culturas como una manera de acercarse al «campesinado», entelequia desde donde se derrocaría al «Estado opresor».
Intelectuales que fomentaron el concepto de que todo caucásico empresario o estanciero, o incluso que trabaje como medio de vida, pasaba a ser sospechoso de usufructuar bienes obtenidos mediante la explotación de «las masas oprimidas». Fue a partir de tal impulso que las élites urbanas universitarias de entonces, muy afines a las teorías marxistas, adoptaron la «sensibilidad hacia lo indígena» como bandera «cool» de diferenciación.
La consecuencia de tal adopción ideológica de las élites universitarias, se ha reflejado en centenares de trabajos de revisión histórica en antropología, etnografía, sociología y ciencias anexas, coincidentes todos en su sesgo indigenista. Estos trabajos han sido la base para el surgimiento de grupos autodefinidos como indígenas o descendientes de aquellos. El antecedente primario en Uruguay es verificable a fines de 1989.
Aprovechando la volada
(Según el Glosario de jergas y modismos de Argentina: «aprovechar la volada» (pop.) beneficiarse de una circunstancia o situación favorable).
Estos grupos (sin representación verificable) consideran ser acreedores de «reparaciones históricas» y «reivindicaciones» a partir de hechos ocurridos en el pasado remoto. Su «entidad jurídica» es solo autopercibirse indígenas. Como tales, obtienen reconocimientos a través de funcionarios ideológicamente afines o de escasa instrucción cívica (o ambas).
Ejemplo de ello son leyes como la 18.589 / 2009, el cambio de nombre en calles o lugares. Quitar recordatorios o menciones que les incomoden de edificios u ornamentación pública. «Reparaciones» que suelen incluir en una etapa posterior la cesión de extensiones de tierras que consideran «propias» o sagradas, prohibición de actividades agrícolas o industriales en determinadas áreas por iguales motivos. Suman a estas prerrogativas ventajas o subvenciones por su sola calidad de «descendientes» de indígenas.
Queda en claro que no se trata de respetables homenajes a antiguas estirpes desaparecidas hace casi 200 años. Se trata de imponer a la sociedad conceptos de una minoría. Ejemplo de ello es que en la actualidad en algunas escuelas públicas se conmemoran Salsipuedes bajo el sesgo ideológico de indígenas buenos vs. hacendados y militares malos.
Hemos detallado en el anterior artículo que los grupos indigenistas surgen como medio para discutir de modo indirecto la propiedad privada de la tierra. Por lo que si un funcionario gubernamental o departamental propone u ordena la apropiación de espacios privados o públicos en favor de etnias inexistentes, estaría demostrando que la construcción de una república fue en vano.