Los Servicios de Inteligencia en Uruguay
Los últimos acontecimientos que han sacudido la opinión pública en estos días sacaron a la luz serias falencias en los Servicios de Inteligencia nacionales, que ya venían siendo cuestionados desde tiempo atrás en determinados círculos habitualmente bien informados.
Con una dudosa fama a sus espaldas, fruto de su actuación durante la Dictadura y años posteriores, los diferentes Servicios de Información e Inteligencia nacionales no acostumbraban atraer la atención pública sobre si y se consideraba que su mayor éxito consistía en hacer creer que no existían.
Eso comenzó a cambiar hace unos 20 años, cuando alguno de esos Servicios comenzó a actuar públicamente de forma más desinhibida, en operaciones donde no se molestaban demasiado en ocultar los hilos con que movían sus títeres.
En tanto esas actuaciones no recibieron reproche funcional el disimulo se fue relajando cada vez más, hasta llegar al punto en que solo basta escuchar una radio, ver algún programa o informativo o leer a determinada prensa para saber el mensaje que quieren transmitir los Servicios a la población a través de sus portavoces, que si bien pueden cambiar de medio y de empleador no cambian jamás sus lealtades.
Así, pudimos enterarnos durante años de la heroica lucha contra el narcotráfico, donde solo una delgada línea azul nos protegía de las maras, los Comandos y los Carteles que vendrían a instalarse desde el Brasil y más arriba, hacia donde se canalizaban todos los esfuerzos investigativos.
Que por entonces la Policía Federal y la Gendarmería de Argentina no dieran abasto en la clausura de laboratorios e incautación de gigantescos cargamentos de drogas sobre las zonas de los Ríos Paraná y Uruguay no eran elementos que afectaran esos razonamientos.
Tampoco que en todos esos años los mayores operativos contra drogas en Uruguay fueran realizados por “Servicios menores”, como la DIVIN de Prefectura, o tuvieran lugar casi obligadamente, por información e indicación precisa de servicios extranjeros, en tanto por las fronteras ingresaban y circulaban tranquilamente por rutas nacionales hacia el Puerto de Montevideo toneladas de narcóticos, escapando fácilmente de controles cada vez más laxos, o inexistentes.
Esos hechos, claro está, eran datos, y sabemos que no se puede permitir nunca que algo tan trivial como un dato de la realidad pueda alterar a un bonito relato. No obstante, lo bueno no dura para siempre. Así, un día hubo un cambio de mandos y gran parte de la base de poder de esos Servicios se vio alterada.
Hay Orden De No Aflojar
La consigna se hizo carne y cada uno la cumplió según sus capacidades e intereses. Algunos la interpretaron como que había que seguir peleando como antes, y por eso se necesitaban nuevos relatos, con más intriga, emoción, y sobre todo con sabor local. Para ello, a falta de héroes se necesitaba un villano. Marset fue el personaje perfecto, en tanto cumplía todas las condiciones para un perfecto villano de relato, cruel, desalmado y fundamentalmente imposible de encontrar para contrastar.
Así, los habituales voceros hicieron punta, rápidamente seguidos por toda la claque, y durante semanas pudimos observar como un personaje marginal del mundo del crimen iba ascendiendo posiciones en la cadena alimenticia, hasta convertirse en un Capo que minimizaría al propio Pablo Escobar. Todo eso, claro está, basado en informes de Servicios de Inteligencia locales y foráneos, sin la sombra de una prueba.
No fue, sin embargo, lo peor de este relato, que como esas películas malas no sabe dónde, cuándo ni cómo terminar.
El verdadero nudo de la trama se encuentra dado en personajes que no aparecen, o en acciones que no se toman. Por ejemplo, las que habrían correspondido por parte de la Dirección de esos Servicios de Inteligencia que abiertamente se transformaron en fuente de todos los medios de comunicación del país, fogoneando una crisis contra el Gobierno y afectando al Estado, mientras violaban alegremente todas las más elementales normativas de manejo de datos e información establecidas, además de por el sentido común, en la Ley 19.696 de Regulación del Sistema Nacional de Inteligencia del Estado, aprobada en Octubre de 2018 y regulada por Decreto 157/2022.
Dicha Ley, además de regular los decibeles de las bocinas de los aviones y el diámetro de los ceniceros de las motocicletas, establece algunas prohibiciones expresas, de las que todo el sistema parece no haberse percatado.
Veamos algunas de esas normas.
Por ejemplo, el Artículo 7 de la misma establece como Prohibiciones que: “Ningún órgano de Inteligencia tendrá facultades compulsivas y les estará especialmente prohibido: 1) Realizar tareas represivas; cumplir, por sí, funciones policiales o de investigación criminal, salvo que dicha actividad se encuentre dentro de sus cometidos legales específicos o mediante requerimiento judicial en el marco de una causa concreta. 2) Intervenir en la actividad política, social o económica del país, en su política exterior o en la vida interna de los partidos políticos. 3) Influir de cualquier forma en la opinión pública, en personas, medios de difusión, asociaciones o agrupaciones de cualquier naturaleza. 4) Revelar o divulgar cualquier tipo de información adquirida en ejercicio de sus funciones, fuera de lo dispuesto en esta ley, salvo que mediare disposición judicial.»
En ese sentido también apunta el Decreto Regulatorio, que en su Capítulo XI indica:
«XI. MANEJO DE LA INFORMACIÓN CLASIFICADA El manejo de la información clasificada se realizará con la mayor diligencia, y bajo las consiguientes responsabilidades administrativas, civiles y penales en caso de dolo, o de culpa por impericia, imprudencia o negligencia. La seguridad en la cadena de custodia de la información clasificada deberá ser asumida como un asunto inherentemente ligado al cumplimiento de la ley.»
A pesar de estas disposiciones legales todos pudimos conocer la novela de Marset, cuyo origen confeso eran “informes de inteligencia”, y nadie en la Dirección de los Servicios se inquietó por ello, lo que hace suponer que se trataba de una operación, sino no ordenada, al menos tolerada. No hubo tampoco repercusiones en la Secretaría de Inteligencia Estratégica del Estado, encargada de “coordinar el funcionamiento del Sistema Nacional de Inteligencia de Estado”
Al Amigo Cerca, Al Enemigo Aún Más
En la segunda entrega de la mítica saga de El Padrino Michel Corleone le recuerda a Frank Pentangeli: “Mi padre me enseñó muchas cosas aquí. En esta habitación. Me dijo: Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos.”
Esa enseñanza podría aplicarse en parte a la segunda parte de la novela de los Servicios, relativa a Astesiano, los pasaportes, la mafia rusa y el malvado Imperio Klingon. Claro, en realidad para que pudiera aplicarse totalmente antes había que saber quién era el enemigo, lo que en este caso no se dio.
No nos extenderemos en el desarrollo de los hechos, punto ya conocido. En cambio, hay en este entuerto dos vértices que permanecen a oscuras, y es hacia allí adonde nos interesaría apuntar.
Quedó claro lo que eran los “hábitos de vida y costumbres” del Sr. Astesiano, sobre todo tras la investigación llevada a cabo por la Srta. Patricia Martín para el programa Santo & Seña del domingo 16.
Sin cuestionar para nada la aptitud y lealtad del Sr. Astesiamo a la hora de proteger al Sr. Presidente, es difícil que alguien en conocimiento de esos “hábitos de vida y costumbres” le hubiera franqueado las puertas a una posición en la función pública.
No obstante, esas informaciones no estaban ocultas bajo siete sellos. Circulaban desde el inicio de la gestión, también con un origen sospechoso, y varios voceros en medios de comunicación se habían hecho de ellas.
Frente a ello la medida que habrían tomado los Servicios de Información e Inteligencia nacionales, aquellos que tienen la obligación legal e institucional de “producir Inteligencia Estratégica de Estado para asesorar al Poder Ejecutivo”, fue exactamente la misma que debería tomar, por ejemplo, la Dirección de la Escuela N° 49 de Piedra Sola, (del lado de Paysandú), a la hora de contratar un Auxiliar de Servicio, según la Ley N°19791.
Pedir un Certificado de Antecedentes Judiciales a Policía Científica.
Nada más. Fue todo lo que hicieron los responsables de cuidar la seguridad del Estado. Mucho menos de lo que se hace a la hora de habilitar a los nuevos Escribanos por parte de la Suprema Corte de Justicia, donde se impone la investigación de “hábitos de vida y costumbres” y se libra Oficio a todos los Juzgados del país a efectos de conocer si el solicitante fue o no procesado por algún delito.
Mucho menos de lo que se hacía algún tiempo atrás para el ingreso a la Policía, donde también se realizaba esa investigación, consultando además a vecinos y comerciantes del domicilio del solicitante. Dos elementos que, según pudo apreciarse en el informe de la Srta. Martín, no hubieran arrojado buenos datos sobre el objeto de este caso.
Mucho menos, en síntesis, de lo que exige hoy la Dirección Nacional de Bomberos en su llamado a Bomberos Zafrales, donde además de no contar con antecedentes judiciales se requiere también no tener anotaciones policiales.
Custodio Si, Bombero No
Porqué el órgano encargado de “Procesar la información proporcionada por los órganos integrantes del Sistema Nacional de Inteligencia de Estado, …, con el fin de producir Inteligencia Estratégica de Estado” permitió que esto sucediera es algo que solo podemos teorizar, y ninguna de las teorías posibles es buena.
Tampoco tenemos respuesta sobre porqué esta situación quedó impune y no se produjeran por ella fuertes cambios en la conducción de esos servicios, al menos omisos.
Sin embargo, todo eso no fue lo peor en esta comedia de enredos, donde faltaba dar el cierre de oro, la coda final.
Una vez más, “los Sres. Fuentes” de los servicios de Inteligencia hicieron llegar a sus portavoces de la prensa sus versiones sobre la cronología de estos hechos, y su actuación en ellos. Trazaron allí una línea de tiempo que de ser real plantearía muchos cuestionamientos, ya no sobre honestidades y lealtades institucionales, sino sobre los mínimos cuidados y diligencias que se pueden exigir a «un buen padre de familia», al decir del Código.
De dar por ciertas estas versiones se debería creer, además de en una suerte de autarquía, que durante un largo tiempo los Servicios y la Secretaría de Inteligencia conocieron las implicancias del Sr. Astesiano y se abstuvieron de elevar esa información al Primer Mandatario, exponiendo así su seguridad y la de su familia, al punto de permitir que viajara al exterior en la exclusiva compañía de alguien que se suponía vinculado a organizaciones mafiosas internacionales.
Como suele suceder, la verdad es mucho más simple, y sobre ella se explayó detalladamente el Ministro del Interior en su comparecencia ante el Senado, donde dejó muy clara la cronología documentada de los hechos, de la que se desprende que Astesiano recién ingresa en el radar de la investigación al aparecer en los celulares de Alexey Sylavarev y del Escribano Fernández, detenidos el 22 de setiembre.
Vale decir, cuando Astesiano ya se encontraba en el exterior, con el Presidente y su familia.
Si, Es Como el Pescado…
Cuál es la razón para difundir versiones tan alejadas de la realidad es algo que solo puede imaginarse. No obstante, para ello sería indicado conocer un poco la historia de las internas en la institución policial, para poder formarse una idea un poco más clara, pero eso es un tema largo, que requerirá un próximo encuentro.
Mientras tanto hagamos votos porque en el lapso entre esta nota y la siguiente se produzca alguna señal de reordenamiento en la conducción de la inteligencia nacional. O mejor aún, que se cree una Dirección Nacional de Inteligencia y se nombre al frente de ella a la Srta. Patricia Martín, quien demostró ser capaz de hacer con pocos medios y en un breve lapso lo que todos los aparatos estatales no lograron en más de dos años.
Porque la “inteligencia policial” también es como el pescado.
Murió por la boca.