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Contraviento

¡Esto no es un sombrero!

10 abril, 2023

Por Silvia Etchamendi

Al cumplirse los 80 años de la publicación de El Principito, intentaré transmitir lo que
me produjo leerlo, allá lejos y hace tiempo.
Si ves un sombrero no leíste El Principito. O no lo entendiste.
Hablaré del libro en el 80 aniversario de su publicación desde el lugar que lo leí. En los
felices territorios de la infancia que tuve la suerte de vivir.
Me lo regaló mi mamá con una lindísima dedicatoria; fue uno de los primeros libros
que tuve. Y qué comienzo. Me gustó todo: el espíritu del libro, el aire que transmitía,
las ilustraciones tan limpias, tan despojadas. De modo que lo leí siendo muy chica, en
la transición entre infancia y adolescencia. Quizá por eso el deslumbramiento. Tiene
implícito un cuestionamiento del mundo adulto (tan terrenal), que sin duda fue lo que me
fascinó.
No les voy a contar el argumento, porque muchos de ustedes lo habrán leído y si no lo
hicieron permítanse ese soplo de aire fresco, esa magia, esa ternura.
Los personajes del libro son memorables –o lo son para mí-. Hace añares que lo leí (no
lo releí nunca) y sigo recordando a la rosa tan altiva y demandante, que tiene como
única y –ella cree- poderosa defensa, tan solo una espina: (a veces me he sentido así,
ya en mi madurez). El Principito, ya estando muy lejos, se daría cuenta que las
defensas de su rosa eran mínimas, ridículas… y que lo que la hacía tan especial era el
tiempo que le había dedicado.
O en sus viajes por los planetas, (tan chiquitos: ¿Cómo no se caen?, pensaba) los
distintos tipos humanos con los que se encuentra, en lo que es, me daría cuenta
después, una gran alegoría del mundo y sus tipos humanos: el amor, las pérdidas, la
soledad: todo está allí.
Momentos inolvidables que vuelven en el día a día ¿Quién no ha sabido que quiere a
alguien no por lo que es, sino porque lo conoce, lo “domesticó” y eso lo hace especial?
Así que, con aquellas reglas que traían plantillas, hice un largo y gran cartel: “Lo
esencial es invisible a los ojos”, y lo puse debajo del vidrio de mi escritorio. Creo que
nadie me preguntó nunca de dónde era esa frase, o porqué la había puesto allí. Sin
saber que había sido para muchos un hallazgo del libro, me gustó tanto como a miles,
a millones. Porque El Principito es el segundo libro más traducido del mundo. Porque
el autor aparece en el libro, es un adulto que entiende y su muerte tiene un aura de
romanticismo inevitable. También la de El Principito. Yo preferí creer que no moría. No
me digan si sucedió.

Sobre el autor
Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry (Lyon, 29 de junio de
1900 – Mar Mediterráneo, en las proximidades de Marsella, 31 de julio de 1944), más
conocido como Antoine de Saint-Exupéry, Nació en la ciudad de Lyon en una familia
aristocrática, y, desde la pérdida de su padre cuando tan solo tenía 4 años, mantuvo un
fuerte vínculo con su madre, quien le transmitió su sensibilidad y amor a la cultura.

El Principito, de gran originalidad, lo hizo universalmente famoso y se ha convertido en
uno de los fenómenos literarios más importantes de este siglo, con ventas que superan
los 140 millones de ejemplares en todo el mundo.