
La imagen de portada es un fotograma del film 2001: Odisea del Espacio, haciendo referencia a la colisión por espacios vitales.
El fin de la infancia
Se estima que hace aproximadamente unos 200 mil años grupos de nuestra especie comenzaron a moverse hacia regiones fuera de su hábitat natural. Entre las hipótesis sobre los orígenes de tal movimiento migratorio existe cierto consenso sobre que fueron varios factores confluentes; agotamiento de recursos locales, persistencia de clima hostil, modificación dramática de hábitat e incluso desplazamiento forzado por otros grupos de homínidos u animales.
Se especula, entonces, que en lento y constante andar desde las yermas planicies del este africano, algunos grupos se encaminaron hacia los valles fértiles del sur. Otros, quizás la mayoría, emprendieron un viaje de generaciones y milenios hacia el norte. Aquel acontecimiento significó el fin de la infancia para el Homo sapiens. Desde entonces no ha cesado de andar en procura de recursos y mejores condiciones de vida. En ese andar ha alcanzado cada región del planeta.
Más allá del horizonte
Cuando un grupo humano siente necesidad de migrar, o eventualmente resulta forzado a ello, deja detrás de sí su entorno inmediato, su región o territorio. Solo lleva consigo lo que puede cargar, sus sentimientos y recuerdos. A partir de ese momento, huérfano ya de territorio propio pasa a ser al mismo tiempo «el que se fue» y «el que llega». Emigrado y migrante, en definitiva, un extraño para propios y aún más para desconocidos. Transformándose de modo inevitable en invasor de espacios que otros grupos humanos consideran como propios. El surgimiento de conflictos es inevitable.
Nadie acepta ser quitado de lo que considera de su natural propiedad. Por lo que algunos de estos conflictos se resolvieron de manera cruenta. En otros casos, los involucrados prefirieron evitarse, mientras que superando la natural desconfianza humana, también se produjeron algunos acercamientos, intercambios e integraciones. Miles de años de prehistoria e historia demuestran que esta conflictividad es parte natural de nuestra especie.
Debe observarse que ningún grupo humano que emprenda una migración, o que deba asimilar grandes flujos migratorios, resulta indemne de la colisión. Todas las sociedades tienen una concepción visual y estética de sí mismas. Esa particularidad les confiere una cierta homogeneidad y seguridad, aún en la áspera multiplicidad que contiene una sociedad. Por consiguiente, todo aquello que tenga apariencia de diferente, o se vea y escuche diferente, genera precaución primero y luego pasa a ser objetable e incluso reprobable hasta que se demuestre lo contrario.
Esto, aunque en menor volumen, ocurre en el barrio. Por ejemplo, vaya usted a Tres Ombúes siendo de Maroñas, de inmediato será detectado como «de otro barrio». Será observado en sus palabras, movimientos y acciones. La suerte dirá si usted resulta bienvenido, marginado o incluso si retorna indemne. Siempre ha ocurrido. No hay razones para que no ocurra en la actualidad y a todo nivel. Es parte de la naturaleza humana.
El impacto psicológico que significa para una sociedad o comunidad recibir a miles o cientos de miles de migrantes tiene su contrapartida en los sentimientos de apartamiento, retraimiento o cortedad en los migrantes para integrarse o tan solo convivir con tales sociedades. Siendo las conductas posteriores de unos y otros las que determinarán si habrá rechazo, aceptación o integración entre ambos grupos.
Tales reacciones sociales son calificadas de etnocentrismo o directamente de nacionalismo exacerbado, discriminación, xenofobia y racismo. Existen estos conceptos, por supuesto, que sí, pero no todo es tan simple y lineal como veremos a continuación.
Fronteras forzadas
En los países receptores de grandes flujos migratorios, los impactos económicos, sociales, en servicios de salud y asistencia estatal han resultado en algunos casos condicionantes en la reacción social ante los migrantes. Es el caso de América del Sur, donde países que no han sabido en décadas resolver sus contradicciones internas han recibido una avalancha de personas en situaciones complicadas de salud, alimentación y necesidades básicas no atendidas.
Colombia, con 52 millones de habitantes, acogió entre 3 y 5 millones de migrantes, mayormente venezolanos. Argentina, con 46, millones de habitantes y 53% de pobreza, acogió entre 1,9 y 2,3 millones de migrantes. Quizás más dramático es el caso de Chile, que con 19 millones de habitantes ha tenido que recibir 1,6 millones de personas, o Perú con 33 millones que recibiera 1,8 millones de personas. Todos países en procesos diferentes en cuanto a su economía y sociedad. Países que solo han recibido directivas y presiones internacionales para que reciban y brinden la mejor atención posible a los flujos de migrantes. No se tiene conocimiento de aportes económicos internacionales que ayuden a solventar tal sobrecarga humanitaria.
Esta situación ha llevado a que países que consideran afectada su integridad económica o social, incluso territorial, estén introduciendo modificaciones restrictivas en sus legislaciones migratorias y de control fronterizo. Sobre estos aspectos focalizaremos este trabajo.
Para contrarrestar el impacto negativo se ha intentado otorgar una aureola romántica a los grandes flujos migratorios actuales, relacionándolos con aquella masiva movilidad humana de fines del siglo XIX y comienzo del XX. Movilidad humana que trazó huellas profundas en las incipientes naciones del Río de la Plata: Argentina y Uruguay. Adelantamos que nada tienen que ver unos con otros.
La versión romántica
Debe considerarse que los flujos migratorios funcionan de manera similar a las olas del mar sobre la orilla. Cada ola cae sobre la playa y es absorbida por la arena, hasta que una nueva ola repite el proceso. Al igual que la acción del mar sobre la orilla, las sociedades están en constante mutación y, por lo tanto, las migraciones son un proceso normal en el mundo. Lo que resulta anormal son los flujos migratorios de miles, decenas de miles o millones de personas que en breve lapso de tiempo ingresan a un territorio determinado, atorando los sistemas de asistencia social e impactando en la sociedad de acogida.
El denominado «progresismo» y coincidentemente ciertas ideas liberales consideran que los Estados, sus fronteras y leyes resultan obsoletos. Por lo que proclaman que ninguna persona es ilegal por su derecho intrínseco de residir y trasladarse, adonde crea más conveniente. Aseguran que cada persona debe ser libre de elegir la nacionalidad que resulte más afín a sus intereses.
En este trabajo no discutimos ideologías, solo mostramos hechos y situaciones. Por lo que dejamos constancia de que en la actualidad los Estados nacionales existen y están compuestos por territorios, fronteras delimitadas y conjunto de leyes que rigen la vida de sus ciudadanos. Siendo soberanos en disponer lo que consideren más conveniente a sus intereses. Entre ello, leyes migratorias.
La migración dorada y la que no
En términos generales, se puede decir que en el período 1824 – 1924 se produjo en el mundo un movimiento migratorio que involucró a unos 52 millones de personas. La gran mayoría salió de Europa y se radicó en Estados Unidos.
América del Sur recibió también unos 11 millones de migrantes. De los cuales, Argentina obtuvo la preferencia de 5,5 millones y Uruguay accedió a unos 600 mil europeos. En el caso nuestro, significó mucho más que pasar de 74 mil habitantes en el país (1829) a 1,1 millones en 1908. Significó que gracias al aporte migratorio de familias mayormente rurales provenientes del sur de Italia y regiones españolas, y la inserción del país en el comercio mundial (había futuro trabajando) se generarán cambios significativos en el sistema educativo y de formación de ciudadanos. Uruguay aspiraba a integrar al mundo. Por lo que sus dirigentes formaron y aglutinaron a sus habitantes como un solo cuerpo y una sola nacionalidad.
Ya hemos detallado los programas de captación de inmigrantes europeos, especialmente desde Argentina. Interesaba poblar el país, pero además que ese poblamiento fuera con gente que conociera las labores agropecuarias. La urgencia era poblar, diversificar la producción (cultivar, criar animales, agregar valor y crear nuevos productos). Además, insertar entre los criollos la actitud de trabajo como obtención de logros y mejor calidad de vida.
En contrapartida, las corrientes migratorias actuales no son funcionales a los objetivos de los países de la región. Son funcionales a sí mismas. Los países regionales carecen de objetivos nacionales. Por lo que, en general, los migrantes asumen a los países de la región como de tránsito o recuperación. Atractivos para salir de regímenes opresores, para la obtención de documentación, obtención de atención médica sin cargo y atención de necesidades básicas mediante planes sociales, pensiones o jubilaciones sin aportes. También para la obtención de ahorros que les permitan acceder a mejores alternativas para su destino final, que suele ser Estados Unidos o Europa.
En el caso de Argentina, debido fundamentalmente al concepto de «Patria Grande», se ha convertido en una válvula de escape para las comunidades pobres de Bolivia y Paraguay, principalmente. Chile se ha visto sobrepasado por la afluencia de migrantes en su frontera norte. Casi un 10% de su población actual es migrante y pobre. Esta laxitud institucional en nuestros países conlleva que se haya detectado a sectores de migrantes que no tienen un país determinado como destino. Solo usufructúan los beneficios disponibles en un país. Cuando estos se agotan pasan a otro con similar actitud. «Ya no interesa mi futuro, interesa que atiendan mis necesidades básicas». Patético.
El principal problema es que los países de la región carecen de objetivos nacionales económicos a corto, mediano y largo plazo. Los gobiernos asumen y «van viendo» sin plan detallado. En ese contexto, no hay reproche hacia los migrantes que aprovechan el estado de disolución nacional. El reproche es interno, hacia nuestra clase dirigente que carecen de sentido y proyecto nacional.
Entiendo que estos conceptos pueden resultar revulsivos. Me hago cargo. Es descriptivo de una situación. Cabe reiterar que estos fenómenos migratorios son observados desde un plano general. Habrá personas a las que no les interese la atención de salud ni recibir beneficios estatales y celebre el hecho de estar residiendo en Argentina, Uruguay u otro país de los nombrados. Es imposible analizar el fenómeno migratorio desde una óptica personal o grupal, porque implicaría miles de salvedades y apartados.
Desarrollos previos:
La Era del muro y los alambrados
América del Sur: El fin de las fronteras abiertas
Migraciones, migrantes y desestabilización: Mejor hablar de ciertas cosas
Políticas migratorias exitosas en el mundo
Políticas migratorias: Un país que expulsa a sus hijos
Información:
World Migration Report. NU 2024
International Migrant Stock 2024