Por María José Peñagaricano| @criticamj1
Belém es un distrito de Lisboa de donde son oriundos estos riquísimos pasteles de crema. Hoy en día son populares en todo Portugal y en países con su influencia. En muchos bares de Rio de Janeiro es común verlos en mostradores.
Para hacer unos 8 pastelitos, dependiendo del tamaño de los moldes, necesitaremos:
moldes tipo para muffins
350 gr de masa de hojaldre
250cc de leche entera
½ palo de canela
1 limón
180 gr de azúcar blanca
90 cc de agua
1 cda de harina
4 yemas de huevo
10 gr de manteca
Para decorar, azúcar impalpable y/o canela
Poner a calentar la leche con la piel de limón (sin la parte blanca) y la canela.
Cuando rompa el hervor, lo retiramos del fuego y dejamos reposar 10 minutos para que se infusione.
Mientras tanto, juntamos el azúcar y el agua y llevamos a hervir aproximadamente tres minutos para tener un almíbar liviano.
Una vez que la leche haya reposado, retiramos las cáscaras de limón y la canela, mezclamos con la harina y llevamos al fuego revolviendo enérgicamente para que no queden grumos hasta que espese (como una crema pastelera).
Fuera del fuego, incorporamos el almíbar en la mezcla de leche de a poco, revolviendo. Incorporamos la manteca revolviendo hasta incorporar.
Agregamos las yemas, mezclando para obtener una crema suave y brillante.
Pasar la mezcla por un colador de alambre fino para asegurarnos que no haya ningún grumo.
Calentar el horno a 250°C, con calor arriba y abajo y esperar a que esté bien en caliente.
Enrollar la masa de hojaldre y cortar en trozos de 3 cm aprox.
Colocamos cada trozo en un molde y con los pulgares lo vamos aplastando de adentro hacia afuera cubriendo la totalidad del molde (hasta el borde).
Rellenar los moldes con la mezcla hasta ½ cm del borde para que no rebasen. La mezcla va a crecer y luego “se desinfla”.
Llevar al horno de 10 a 15 minutos o hasta que estén un poco dorados y la crema cuajada.
Sacar los pasteles del horno, dejar templar unos cinco minutos y con cuidado retirar de los moldes y poner en una rejilla. Si los dejamos en el molde, la humedad hará que pierdan lo crujiente.
Se pueden servir fríos o templados, espolvoreados con azúcar impalpable o canela, a gusto.