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Contraviento

Alguna vez Uruguay fue un país joven

12 abril, 2025
Alguna vez Uruguay fue un país joven.

Alguna vez Uruguay fue un país joven. Joven en lo institucional y también en la juventud de su población. Un tercio de la población durante el siglo XIX contaba entre 0 y 14 años, rondando el promedio de edad de 17 años. La tasa de natalidad en 1881 fue estimada en 45, por mil y la mortalidad también alta, 28,8 por mil hasta 1878. Luego fue disminuyendo hasta valores cercanos al 16,2 por mil sobre el fin de siglo.

Juventud divino tesoro

Tal juventud poblacional e institucional ocasionó algunas dificultades. Veamos. En 1837, la vagancia de los niños, «sus juegos y frecuentes reuniones en las calles» llevó a que las autoridades solicitaran a la Policía que obligase a los padres a enviar a sus hijos a la escuela.

El Jefe Político y de Policía de Montevideo, tuvo que ordenar a los Comisarios que no consintieran «reuniones de niños en ademán de pelea, quitarles las armas que tuviesen. Conducirlos a la policía y prohibir a los hojalateros la construcción de lanzas, sables y todo lo que pueda ofender». Tan grande era la «licencia y desenfreno con que los jóvenes [se lanzaban] en bandos y partidos a la pelea, a veces a mano armada, causando gran disgusto a las familias a que pertenecen».

Años más tarde, un edicto policial señalaba: «el espectáculo repugnante que daban las reuniones de muchachos mal entretenidos que divagan por las calles y plazas». Se ordenaba apresarlos hasta que los padres los reclamasen. Ante una eventual reincidencia, un juez de menores podía enviarlo (con un policía) a un taller de artes y oficios.

Consideremos que para 1875, un tercio del total de presos en Montevideo eran menores de edad. «Vagos y mendigos, sí, -acota Barrán- pero sobre todo muchachos que se organizaban en bandas y entablaban guerrillas en las que se enarbolaban trapos colorados y blancos […] y como elementos de combate, la piedra, el garrote y hasta el cuchillo». (Nota del redactor) Cabe mencionar que el siglo XIX fue también el siglo de las guerras civiles en Uruguay (entre 1811 y 1875).

Estudiantes a estudiar

Justamente, «Durante el Sitio Grande (1843-1851), Montevideo conoció tal auge de las bandas de niños y jóvenes de todas las clases sociales que de hecho el Gobierno de la Defensa las utilizó pues, al estar escaso de municiones, “pagaba las balas que le fueran presentadas” precisamente por los niños que las recogían luego de seguirlas con la vista desde las trincheras blancas hasta que caían en la ciudad colorada. Resultaba difícil para los maestros sujetarlos después a disciplina, pues esos niños eran “caracteres acostumbrados a la más ilimitada soltura”».

Algunos educadores solían castigar a los alumnos remisos o insumisos con distintos instrumentos que solían exhibir en las aulas a modo de prevención. Podía ser una especie de rebenque de múltiples tiras de cuero con la que azotaban piernas y nalgas. También era utilizable para el mismo fin la palmeta, especie de raqueta de madera con agujeros. También la famosa y fatídica regla de madera de un metro cincuenta de afilada madera que golpeaban sobre las manos expuestas en el pupitre. No olvidando los clásicos puñados de maíz sobre los que el alumno debía arrodillarse durante el tiempo de castigo. Generalmente, el suplicio se extendía hasta el fin del horario de clase.

Por su parte, los padres también solían exhibir objetos icónicos que ejercían autoridad solo con su exposición. Las travesuras de los muchachos más díscolos se corregían o intentaban corregir mediante correas de cuero, rebenques o las dolorosas varas flexibles de membrillo. La autoridad de los padres también se ejercía hasta entrada la mayoría de edad de los impetuosos hijos. Aquellas jovencitas demasiado coquetas eran reconvenidas mediante sonoras cachetadas maternas. A veces en público, generando humillaciones que tardaban en sanar.

Irrespetos menores

Las “señoras” distinguidas que paseaban por la Plaza Constitución, la principal, eran el blanco preferido de la “soltura” infantil y púber; en “Nochebuena”, Carnaval y el día de San Juan, les tiraban cohetes a los pies. Tal como lo denunció el Comercio del Plata, en 1855. En otras ocasiones, desparramaban fósforos que estallaban bajo sus vestidos, “poniéndolas en grave riesgo de incendiarse”.

«Pero dónde los niños y jovencitos provocaban más desórdenes era a la salida de las iglesias en los bautismos. En 1860, la prensa comentó la “escandalosa algazara” que todos los días protagonizaban 20 o 30 muchachos en la Matriz, “diciendo las palabras más obscenas, [asustando] con gritos insufribles los caballos de los coches”, siguiendo por cuadras y cuadras a las familias, incluso después de haber recibido “la cuota padrinal”, las monedas que el padrino repartía por costumbre a los niños en los atrios de los templos. Los escándalos de 1860 llegaron a tal grado que el Jefe Político de Montevideo, Santiago Botana, lanzó un edicto ordenando a la policía actuase específicamente en esos casos».

Nota del redactor

Esta nota, «Alguna vez Uruguay fue un país joven», surgió mientras investigaba sobre usos y costumbres en la sociedad del Uruguay del siglo XIX para el trabajo sobre Salsipuedes (1831). La base es la monumental obra «Historia de la sensibilidad en Uruguay», del profesor José Pedro Barrán. Sumando aportes de Acosta y Lara, Pablo de María y otros notables autores. A todos ellos, mi agradecimiento, admiración y respeto.