
La fortaleza de Montevideo estaba en su artillería, pero no en la solidez de sus murallas ni en la cantidad de efectivos para la defensa. Con apenas 100 artilleros de experiencia y unos 400 milicianos de asistencia, era imposible hacer funcionar de modo efectivo a la artillería. El resto de la defensa eran unos 1.400 hombres, de los cuales solo 200 tenían formación militar. El resto eran voluntarios o forzados a integrar la milicia. De la población que residía dentro de murallas, una parte importante, pero imprecisa, había huido al interior o a Buenos Aires. Tampoco había gran disponibilidad de armas como para soportar un largo sitio o ataque.
El 21 de enero el Cabildo de Buenos Aires recibió el pedido de urgente envío de dos o tres mil hombres armados. Mientras eran alistados 1.350 veteranos de infantería y caballería bajo el mando de Santiago de Liniers, se envió a modo de avanzada a 511 veteranos de infantería bajo el mando del coronel Pedro de Arze.
Los ingleses, a pesar de su arrollador avance y victorias, tampoco estaban en situación cómoda. Carecían de víveres, municiones y pólvora suficientes para mantener un largo sitio. Tampoco contaban con la caballería necesaria para el acarreo de artillería pesada en terrenos de dunas y arenales. Además, la buena defensa artillada de la bahía le impedía intentar desembarcar en ella. Por lo que se decidió bombardear la ciudad para intimar otra vez su rendición.
Montevideo bajo fuego
El brigadier Auchmuty hizo instalar el 23 de enero una batería de dos cañones de a 24 en el alto que ocupa actualmente Plaza de Cagancha. Recordemos que esos cañones tenían un alcance de 2,4 kilómetros, y que la ciudad estaba en un plano inferior y a menos de un kilómetro. En tanto, el capitán Stirling había desembarcado artillería pesada en Santa Bárbara, actual playa Ramírez. Emplazando baterías pesadas que apuntaban a Montevideo. El día 25 de enero se produjo un sostenido y coordinado bombardeo sobre la ciudad desde tierra y río. Desde ese día, en adelante, el bombardeo sobre la ciudad fue incesante. Igual que la respuesta desde las baterías de defensa.
El impacto en la ciudad del primer bombardeo llevó a que en el Cabildo se discutiera capitular. Los soldados y la población se negaron enardecidos: «corriendo riesgo de sus vidas, los cabildantes», señala el historiador Carlos Roberts. El 28 de enero los ingleses dispusieron seis potentes cañones de a 24 en el alto de la actual Plaza de Cagancha. El intenso bombardeo directo destruyó partes de la muralla que en general se mantuvo firme.
La escasez de pólvora obligó a requisar toda la disponible en barcos y alrededores. Aun así, alcanzaba solo para tres días más de bombardeo no intenso. Fue entonces que, ante situación tan acuciante, Auchmuty decidió tomar a Montevideo por asalto. Para lo cual dispuso emplazar una batería de seis cañones de a 24 a solo 600 metros de la muralla en el bajo, entre el Portón Sur y el reducto circular sobre la costa (donde luego se construyó el Templo Inglés). La potencia concentrada del cañoneo produjo una brecha de unos diez metros de ancho. La defensa atinó a cerrarla provisoriamente con sólidos fardos de cueros vacunos.
Antes de lanzar el ataque, que sabía sería alto en pérdidas humanas e incierto el resultado, Auchmuy volvió a intimar a la rendición. Ya estaba al tanto de que en la noche habían llegado refuerzos de tropa desde Buenos Aires, los 511 veteranos de Arze. Además, había sido informado que también estaban en camino tropas bajo el mando de Liniers.
Un intérprete, por favor
Fue aquí que ocurrió un hecho bastante particular. Lo relata en informe posterior el gobernador de Montevideo, Ruíz Huidobro. Recibida la intimación, que Ruíz Huidobro estuvo a punto de aceptar, no pudo redactar la respuesta positiva a la rendición por carecer de un intérprete. Este, el único que había, había muerto el día anterior por una bala de cañón.
Cumplido el plazo señalado sin respuesta, Auchmuty lo consideró una negativa. Se reanudó el bombardeo y se aprestó a la toma de la ciudad. A las tres y media de la mañana del 3 de febrero, «con la escasa luz de la luna en cuarto menguante», avanzaron las tropas en dos columnas. Una atacaría al norte y otra al sur, donde estaba la brecha.
Cuando fue detectado el ataque sobre la brecha, los atacantes quedaron bajo fuego cruzado de artillería y fusilería. «En esta situación permanecieron las tropas un cuarto de hora, bajo un fuego vivo, hasta que se descubrió la brecha» Los ingleses sufrieron importantes pérdidas. A pesar de ello lograron penetrar en la plaza, luchando cuerpo a cuerpo en calles y edificios con los defensores.
“La pequeña guarnición, aunque resuelta a resistir hasta el último extremo, estaba materialmente agotada, no solo por las bajas que el bombardeo ocasionaba, sino también por la permanente actividad en que era mantenida, tanto en el servicio de las baterías durante el fuego, como en la vigilancia nocturna y en reparar en lo posible los destrozos causados durante el día en las obras defensa”, señala el mayor Beverina.
La columna de la derecha, al norte, escaló la muralla y abrió el portón, ingresando todas las tropas de asalto. A las 5:20 del 3 de febrero las tropas que todavía resistían en la ciudadela acataron la orden de Ruíz Huidobro de rendirse. Esa noche, Liniers, que venía con las tropas de auxilio, recibió la noticia de que Montevideo había caído. Retorno a Buenos Aires.
Nota: Las carencias de víveres y suministros en el invasor, que limitaban su accionar a solo tres días más, eran desconocidas por la defensa de Montevideo.
Fuentes consultadas:
Las invasiones inglesas del Río de la Plata (1806 – 1807). Carlos Roberts.
Las invasiones inglesas al Río de la Plata (1806 – 1807). Tomo II. Cnel.(R.) Juan Beverina. Círculo Militar. Biblioteca del oficial
La invasión inglesa al río de la plata entre 1806 y 1808. Actividades británicas desde el punto de vista naval. Vicealmirante Óscar c. albino
Análisis militar del asalto a Montevideo durante las invasiones inglesas. Cap. Marcelo Díaz Buschiazzo
Manuel Gracia Rivas. Se transcribe una relación inédita elaborada por un testigo presencial, el teniente de navío de la Real Armada don Juan de Latre y Aísa.
Invasiones inglesas 1806 – 1807, estudio documentado. Guillermo Palombo.
La invasión inglesa y la participación popular en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, 1806-1807. Pablo Andrés Cuadra Centeno/María Laura Mazzoni.
Los relatos historiográficos sobre las invasiones inglesas (1806 – 1807). Mercedes Giuffré.
La guerra de la frontera. Luchas entre indios y blancos 1536 – 1917. Miguel Ángel De Marco.
Historia argentina con drama y humor. Salvador Ferla.